Descripción de la Exposición
Esta exposición es la primera gran muestra que analiza la relación entre judíos, conversos y cristianos en los reinos peninsulares durante la edad media. Recupera un espejo: el retrato de los judíos y los conversos concebido por los cristianos entre 1285 y 1492. Durante esta época, las imágenes tuvieron un papel fundamental en la compleja relación entre estos tres colectivos. Si, por una parte, fueron un medio importante de transferencia de ritos y modelos artísticos entre cristianos y judíos, por otra, como reverso oscuro, contribuyeron a difundir el anti judaísmo creciente que anidaba en la sociedad cristiana. En este terreno, la estigmatización visual de los judíos fue un reflejo fiel del espejo cristiano, de sus creencias y ansiedades; un poderoso instrumento de afirmación identitaria. Toda imagen creada es un espejo que refleja una manera de ver. Miramos el mundo y a los otros en relación a nosotros mismos, a través de nuestra mentalidad y actitud.
Después de la masiva conversión de judíos al cristianismo como consecuencia de los pogromos de 1391, las imágenes de culto se situaron en el centro de la polémica, hasta convertirse en una prueba para afirmar la sinceridad de los nuevos cristianos o, por el contrario, para acusarlos de judaizar. La extensión de estas sospechas infundadas de herejía judaizante se encuentra en la base de la fundación de la Inquisición española en 1478. Consciente del poder de las imágenes, la nueva institución hizo de ellas un uso intensivo, ya fuera para diseñar poderosas escenografías o para definir fórmulas de identificación visual de los conversos.
La exposición presenta un conjunto de obras y de programas absolutamente únicos en Europa, que corresponden a unas circunstancias muy especiales que determinan las relaciones interreligiosas que se produjeron en los reinos peninsulares entre los siglos XIII y XV. Son estas imágenes que estimulan la conversión y justifican la sincera decisión de los nuevos cristianos. Igualmente singulares son las imágenes de los primeros tiempos de la inquisición, tanto las escenografías para las iglesias como las obras de carácter propagantístico.
La selección de obras que reúne esta exposición proceden de una treintena de museos, bibliotecas, iglesias, archivos y colecciones particulares nacionales e internacionales. Aunque muchas destacan por su componente estético, y aunque entre los autores encontramos a los maestros de gótico como Pedro Berruguete, Bartolomé Bermejo, Fernando Gallego o Bernat Martorell, la exposición presenta también un conjunto de piezas realizadas más allá de los cánones de la historia de los estilos, como caricaturas, sambenitos, grabados o esculturas bizarras, con el objetivo de ofrecer la visión más completa y rigurosa posible de un tema que sólo podemos abordar desde una perspectiva que supere las fronteras tradicionales de la historia del arte.
Las imágenes de esta exposición nos recuerdan que, si bien la diferencia existe, la alteridad se construye.
ÁMBITO 1
Transferencias e intercambios
Cristianos y judíos habitaban en un espacio compartido con unas fronteras religiosas permeables. A pesar de las diferencias entre ambas comunidades, artistas judíos fueron autores de obras para cristianos y viceversa, maestros cristianos realizaron obras para judíos. Con frecuencia las transferencias e intercambios fueron estimulados por los propios clientes. En una muestra de aculturación, la élite judía encargó manuscritos iluminados, entre los que destacan las hagadás, con un formato y tipología parecidos a los de los códices cristianos. Por su parte, algunos pintores y comitentes cristianos se sirvieron de su conocimiento íntimo de las costumbres y la vida ritual de los judíos para concebir retratos de diverso signo: desde positivas estampas de ambientes y prácticas tradicionales hasta escenas diseñadas a partir de un prisma claramente polémico. Las imágenes ponen de relieve que para los cristianos ningún adversario religioso era más familiar, y por ello mismo más difícil de ignorar, que los judíos.
Las hagadás: maestros cristianos en obras judías
La hagadá (en hebreo, ‘contar’) es la narración del Éxodo –la salida de los israelitas de Egipto camino de la tierra prometida– que es preceptivo leer en casa durante el séder, la comida ritual de la Pascua judía. El grupo de códices iluminados más numeroso y espléndido de la edad media se confeccionó en Cataluña. Esos manuscritos siguen de cerca los modelos de los libros cristianos coetáneos, tanto en el estilo de las miniaturas como en la iconografía de las escenas del Génesis y el Éxodo. Incluso en las ilustraciones del séder, que recogen rituales exclusivos del judaísmo, se incluyen en ocasiones elementos extraídos de la cultura visual cristiana. Nos hallamos pues ante testimonios del trabajo asociativo entre cristianos y judíos.
Ritos y estampas judías en escenas cristianas
Las imágenes extraídas del mundo judío que encontramos en el arte cristiano reflejan realidades de intimidad e intercambio entre ambas comunidades. La fiel evocación de las sinagogas, los objetos litúrgicos y las indumentarias rituales dan fe de ello. En ocasiones, como sucede en la escena con Zacarías aquí expuesta, el conocimiento de las costumbres judías fue tan notable que posibilitó la representación de una tradición esotérica inspirada en el Zohar, el libro fundacional de la Cábala. Otras veces, en cambio, se llevaron a cabo anacrónicas reinterpretaciones de alguno de los ritos básicos del judaísmo, como la circuncisión, con el objetivo de despojarlos de su sentido original y otorgarles una nueva lectura cristiana.
ÁMBITO 2
De precursores a ciegos
En el concepto cristiano de la Historia de la Salvación, los denominados Antiguo y Nuevo Testamento están indisociablemente unidos. De ahí que destacados monarcas y profetas judíos fueran materia habitual de la iconografía cristiana, donde se representaron como prefiguraciones de la Nueva Ley. Frente a esta visión positiva, desde el siglo XIII los teólogos cristianos desarrollaron una actitud claramente beligerante al incidir negativamente en la incapacidad de los judíos para aceptar la naturaleza divina de Jesús. Las imágenes, como los textos, se hicieron eco de esta polémica mediante la explícita metáfora de la ceguera de los judíos, un tema que conoció una gran difusión y que fue reproducido en todo tipo de obras y soportes. Pese a que un buen número de autoridades siguieron defendiendo que la conversión al cristianismo de los judíos era posible, la recreación figurativa de esta ceguera abrió paso a la construcción de su alteridad. Con su negación del Mesías, el judío empezó a convertirse en el Otro.
Matfre Ermengaud, Breviari d’amor
El prejuicio cristiano de la ceguera judía se manifiesta en un amplio ciclo de imágenes del Breviari d’amor, un texto de carácter enciclopédico compuesto por el franciscano Matfre Ermengaud hacia 1288. La obra alcanzó una gran difusión durante los siglos XIV y XV en el sur de Francia y en Cataluña, ámbito del que proceden suntuosos ejemplares iluminados. En algunos códices, como el conservado en la British Library, el texto catalán se acompaña de la traducción al hebreo de aquellos pasajes bíblicos que, según el autor, los judíos se niegan a aceptar como profecías del advenimiento del Mesías. Las imágenes enfatizan esta mala lectura y la explican por la intervención del diablo.
La Iglesia y la Sinagoga
Teólogos y dirigentes de la Iglesia medieval suscribieron la idea de la necesidad de la existencia del pueblo judío dentro del orden cristiano para recordar al mundo su obstinación, su ceguera al no reconocer al Mesías. Seguían así los postulados de san Pablo y san Agustín, quienes profetizaron que los judíos aceptarían las Escrituras y se convertirían al final de los tiempos. Las alegorías de la Iglesia y la Sinagoga, o las escenas de predicaciones, prefiguran este reconocimiento futuro del cristianismo. Sin embargo, la frecuente utilización de rasgos visuales segregadores y negativos para evocar la ceguera de los judíos contribuyó a acentuar su estigmatización y, con ello, dificultó la posibilidad de una reconciliación.
La Iglesia y la Sinagoga
Teólogos y dirigentes de la Iglesia medieval suscribieron la idea de la necesidad de la existencia del pueblo judío dentro del orden cristiano para recordar al mundo su obstinación, su ceguera al no reconocer al Mesías. Seguían así los postulados de san Pablo y san Agustín, quienes profetizaron que los judíos aceptarían las Escrituras y se convertirían al final de los tiempos. Las alegorías de la Iglesia y la Sinagoga, o las escenas de predicaciones, prefiguran este reconocimiento futuro del cristianismo. Sin embargo, la frecuente utilización de rasgos visuales segregadores y negativos para evocar la ceguera de los judíos contribuyó a acentuar su estigmatización y, con ello, dificultó la posibilidad de una reconciliación.
Milagros eucarísticos
La coincidencia de un creciente clima antijudío con el desarrollo del culto a la Eucaristía –en auge desde la institución de la fiesta del Corpus Christi en 1264– propició la aparición de numerosos libelos que acusaban a los judíos de profanar la hostia. Al margen de los detalles particulares de cada incriminación, todas ellas presentan un rasgo común: los judíos agreden una sagrada forma que milagrosamente comienza a sangrar. Como sucedió con los debates sobre las imágenes, las representaciones de hostias sangrantes fueron un medio eficaz para divulgar un concepto teológico tan complejo y polémico como el de la presencia real de Cristo en la hostia consagrada durante la misa. El reverso fue la creciente estigmatización del pueblo judío.
En la Pasión
En la literatura medieval contra los judíos, el atenuante esgrimido por san Agustín sobre la ignorancia de los judíos durante la Pasión de Cristo –según el santo, no veían en él al hijo de Dios– fue progresivamente dando paso a la idea de que habían actuado con plena consciencia y de que, por tanto, eran culpables de un auténtico deicidio. Tan terrible acusación tuvo eco en textos e imágenes realizadas en el marco de diferentes movimientos devocionales bajomedievales que propugnaban una aproximación empática a la Pasión de Cristo. El recurso era simple: con la acentuación de la maldad de los judíos se buscaba aumentar el sentimiento de conmiseración y dolor de los fieles cristianos ante el sufrimiento de Cristo. La intensidad de las imágenes fue fluctuante, y abarcó un espectro que transita desde lo estrictamente incriminatorio al antijudaísmo más descarnado.
Caricaturas
Los libros notariales cristianos conocidos como libri iudeorum registran las transacciones financieras de los judíos en Cataluña, en especial sus préstamos. Muchos de ellos incluyen caricaturas de judíos que reproducen un estereotipo repetido desde el siglo XIII, determinado por unos rasgos faciales exagerados, como la nariz y los ojos desmesurados o la barba descuidada. El recurso iconográfico se basa en ideas del mundo antiguo que equiparaban la diversidad física con lo exótico y lo monstruoso. Lo cierto es que las deformaciones fisonómicas hay que interpretarlas como una forma de expresar una supuesta inferioridad moral y dan vida a individuos extraños, incluso amenazantes. En definitiva, con ellas se construye el paradigma del Otro.
El poder de las imágenes
En el siglo XIII, las historias de iconos, crucifijos y estatuas de la Virgen que cobran vida sirvieron a la Iglesia para legitimar el culto de las imágenes frente a quienes consideraban que era una práctica idolátrica. En este contexto, la imaginación cristiana convirtió a los judíos en protagonistas de violentas profanaciones que ponían de relieve la naturaleza milagrosa de las imágenes. Entre ellas se cuentan historias inspiradas en narraciones procedentes de Bizancio o incluidas en elencos europeos que reflejan muchos de los mitos contra los judíos, desde su asociación con el diablo hasta las acusaciones de profanación de imágenes y de crímenes rituales.
ÁMBITO 4
Imágenes para conversos, imágenes de conversos
Tras los pogromos que en 1391 asolaron buena parte de las aljamas peninsulares, un gran número de judíos se vio obligado a abrazar el cristianismo. Lejos de acabar con las tensiones, el proceso de conversión masiva aumentó el temor de que el cristianismo estuviera ahora amenazado por el judaísmo desde su propio seno. A través de la acusación de judaizar, los miedos y ansiedades se redirigieron hacia los cristianos nuevos, es decir, hacia los conversos y sus descendientes. En esta situación, única en toda Europa, las imágenes fueron un medio activo y poderoso para expresar deseos e inquietudes de muy diversa índole. Por un lado, los cristianos favorables a la evangelización las utilizaron para transmitir la necesidad de la conversión a todos aquellos que permanecían fieles a la Ley de Moisés. Por el otro, el creciente clima de desconfianza impulsó a muchos conversos a encargar imágenes religiosas para despejar las sospechas de judaizar. En un caso u otro, las imágenes estuvieron en el centro de la polémica.
Las imágenes como testimonio acusatorio
De la misma manera que los partidarios de la catequesis persuasiva consideraron que las imágenes eran necesarias para incitar a los conversos a practicar las formas de devoción cristiana, los delirios de los inquisidores vieron en su maltrato una acusación perfecta para condenarlos por prácticas judaizantes. No en balde, la imputación de azotar un crucifijo aparece frecuentemente en las actas de los tribunales de la Inquisición, así como en las condenas inscritas en los sambenitos. Dado el creciente clima de intolerancia que marcó la segunda mitad del siglo XV, judíos y conversos tenían que estar muy atentos a su relación con las imágenes del culto cristiano. Cualquier sospecha sobre una manipulación irreverente podía resultar fatal.
Los cristianos nuevos y las imágenes
Estas cuatro representaciones de Cristo revelan la trascendencia que tuvieron las imágenes para los cristianos nuevos. Una de ellas, el Cristo de la cepa, es un milagroso testimonio de conversión, mientras otra, el crucificado encargado por Alonso de Burgos, se antoja la expresión de una posición más ortodoxa. La presión ejercida sobre los conversos y las cada vez más habituales acusaciones de judaizar hicieron que las imágenes religiosas se convirtieran en auténticos certificados de identidad cristiana, como sería el caso de los bustos de Antoniazzo Romano y Juan Sánchez de San Román. Destaca igualmente la pluralidad de opciones estéticas, que abarcan desde la rusticidad más bizarra hasta la más exquisita sofisticación, apreciable en la combinación del naturalismo flamenco con modelos de tradición bizantina.
Evangelización y predicación
A las conversiones forzadas posteriores a 1391 se añadió, paralelamente, una intensa política de evangelización de los colectivos judíos que permanecieron en el territorio peninsular. Herederos de los postulados de san Agustín y san Pablo, los predicadores cristianos defendían que el pueblo judío podría ser salvado si asumía su error y participaba de una conversión universal que uniría a viejos y nuevos cristianos. Esta labor de persuasión catequética se desarrolló al tiempo que se promulgaban nuevas medidas discriminatorias, como las Leyes de Ayllón (1412), que aumentaron la presión sobre los judíos. Los hechos señalan que el proselitismo y el recurso a la predicación siempre fueron acompañados por las amenazas y las medidas segregadoras.
Detalles judíos en obras de conversos
La existencia de un gran movimiento de falsos conversos o criptojudíos fue producto de la imaginación de los inquisidores. En realidad, fueron pocos los conversos que siguieron manteniendo creencias propias del judaísmo, siempre en grupos reducidos, sin corpus doctrinal y sin organización. Otra cosa es que en algunas imágenes se ofreciese una mirada cristiana con tintes judíos, la misma actitud que impulsó a muchos conversos a mantener algunas tradiciones y costumbres de sus antepasados (entre ellas, guardar los sábados o ciertos hábitos alimentarios). Es esa original mirada la que parece reflejarse en algunas pinturas de Bartolomé Bermejo, probablemente un pintor converso descendiente de judíos del que sabemos que, durante su fructífera estancia en Daroca (h. 1470-76), mantuvo una estrecha relación profesional con una dinámica comunidad de cristianos nuevos.
ÁMBITO 5
Escenografías de la inquisición
Durante el siglo XV, el clima de animadversión hacia los conversos fue en aumento y acabó desembocando en el establecimiento de la Inquisición (1478), una institución particular de los reinos hispanos fundada para perseguir a los nuevos cristianos sospechosos de judaizar. A los recelos de índole religiosa se había añadido desde 1449, fecha de la promulgación de los primeros estatutos de limpieza de sangre en Toledo, un prejuicio racial: la idea de que los conversos eran corruptos por tener sangre impura. En este ambiente de persecución y sospechas, las imágenes religiosas volvieron a desempeñar un destacado papel. Las acusaciones de su profanación se convirtieron en uno de los argumentos más utilizados contra los procesados por herejía judaizante. Las imágenes fueron también el medio para diseñar retóricos programas que justificaban y enaltecían el proyecto represivo desplegado por la Inquisición. Por último, cabe destacar la creación de una iconografía estigmatizadora de los conversos judaizantes, punto de partida de una nueva e infamante alteridad visual. Un intenso proceso de creación figurativa que alcanzó uno de sus momentos más álgidos en torno a 1492, cuando se decretó la expulsión de los judíos.
Fortalitium fidei
El franciscano Alonso de Espina, confesor del rey Enrique IV, escribió la Fortaleza de la fe (h. 1460) a partir de los sermones que había predicado en Castilla. El resultado fue uno de los textos más violentos de la literatura contra judíos y conversos. Desde la más absoluta intolerancia religiosa, la obra plantea la defensa a ultranza de la fe cristiana ante sus enemigos doctrinales: herejes, judíos, sarracenos y demonios. El manuscrito de El Burgo de Osma aquí expuesto es el más antiguo conservado y fue encargado por el obispo Pedro de Montoya. Dado su inmediato éxito, el texto fue objeto de diferentes traducciones a lenguas vulgares y presentado en lujosas copias, algunas con miniaturas de gran calidad realizadas en Flandes, así como en ediciones impresas distribuidas por toda Europa.
El santo Niño de La Guardia
El caso del santo Niño de La Guardia es uno más de los muchos libelos antijudíos de crimen ritual que se dieron en toda Europa durante la edad media. En un clima de gran tensión tras el asesinato del inquisidor Pedro de Arbués, y de intensa actividad de la Inquisición, en 1490 se acusó a un grupo de judíos y conversos de raptar a un niño en Toledo y de someterle a las torturas sufridas por Cristo en su Pasión. Poco después fueron juzgados en un auto de fe en Ávila que tuvo una gran resonancia en toda la Península. El caso supone una variación castiza de la acusación de infanticidio ritual, ya que en ella no solo se incrimina a judíos, sino también a conversos.
Catálogo
El catálogo que acompaña a esta exposición aborda desde múltiples perfiles el tema con rigor crítico, pero con un espíritu divulgativo. Lo componen once artículos firmados por destacados especialistas, como David Nirenberg, Felipe Pereda, Javier Castaño, Pamela Patton, Yonathan Glazer, Paulino Rodríguez Barral, Cèsar Favà, Cloe Cavero, Borja Franco, Sonia Caballero y Joan Molina, que también es el editor de la obra.
Exposición. 22 feb de 2024 - 26 may de 2024 / MNAC - Museu Nacional d'Art de Catalunya / Barcelona, España
Exposición. 19 nov de 2024 - 02 mar de 2025 / Museo Nacional del Prado / Madrid, España
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España