Luis Moro es un artista que viene recreando durante las dos últimas décadas el mundo animal y su entorno orgánico, preocupado fundamentalmente por la naturaleza vegetal y animal, que son leitmotivs constantes en su trabajo.

La exposición “El Elemento Líquido” cierra el ciclo Paraísos Elementales, serie que recrea los cuatro elementos. En su segunda exposición individual en la galería Dolores de Sierra, el artista trata el Agua, que aparece como protagonista, presentando una colección de obras en las que el fluido vital y sus reflejos crean una proyección de la realidad distorsionada.

El azul ultramar, color predominante de los trabajos exhibidos envuelve los cuerpos sumergidos creando transparencias y juegos de color, realzando y transformando el dibujo de sus figuras y animales.

Autor de exquisitos libros de bibliófilo ilustrados con grabados para ... la Editorial Fuentemolino (entre los que destacaríamos una versión bellísima del Dioscórides del Doctor Laguna), su obra gráfica ha sido presentada en ARCO 91, Art. Fair Cologne Internationale Messe, Toronto Art Fair, Art Múltiple de Düsseldorf y Estampa, además de formar parte de las colecciones de la Biblioteca Nacional, colección Argentaria, Calcografía Nacional, entre otras.

“¿Qué sentido tiene el agua en esa manera de ver el mundo que transmite en sus obras desde hace años Luis Moro? Un sentido radical que tiene que ver con una concepción ecológica, comprometida y social del arte, y que no viene de ahora cuando ya el agua forma parte de las agendas mediáticas y políticas de todo el mundo.

De ahí la coherencia con la que se puede contemplar su trayectoria, en la que todo va encajando como en un puzzle, y creciendo de una manera natural. Si en sus últimos cuadros sorprendió a los espectadores la presencia del negro y la disolución de las formas, aquí aquellas obras tan misteriosas tan místicas, toman un nuevo sentido, porque reaparecen como reflejos de las figuras en el agua.

Estos reflejos provocan una disolución de la figura en pequeñas partículas de color, luz y oscuridad que las convierte en paisajes casi surrealistas, con ecos de Yves Tanguy, perlas negras a veces evocando el llanto marino del chapapote, e espejeando como el agua transformada en el oro negro de los próximos años. Esos paisajes cuasi surrealistas, a pesar de que proceden directamente de la realidad (o precisamente por eso), conviven con otros de un pop monumental que nos habla de la dimensión lúdica del agua y de la propia pintura. Hay en estos cuadros ecos de la nueva figuración que los llenan a veces de cierta melancolía, muy presente en esta nueva manera de reproducir el cuerpo humano, tan contemporánea, en la que se canta tanto la grandeza como la debilidad de la carne en su materialidad más cruda.”

J. A. Gómez Municio