Descripción de la Exposición ------------------------------------------------------- ------------------------------------------------------- Francisco Rallo Lahoz nació en Alcañiz (Teruel), en 1924. Poco después la familia se trasladó a Francia y, al cabo de un año, regresan a Zaragoza, ciudad en la que el artista residiría hasta su muerte en enero de 2007. Cursó estudios en la Escuela de Artes y Oficios Artísticos de Zaragoza, que compaginó con el trabajo en el estudio-taller del escultor Félix Burriel, donde asimiló todos los conocimientos propios de un taller escultórico tradicional. Su actividad como escultor profesional independiente la inicia en 1949. En 1954 recibe su primer encargo religioso de entidad: un retablo de alabastro de grandes proporciones para la parroquia turolense de Gargallo, a los que seguiría, en años posteriores, los de las parroquias también turolense de Fortanete y La Puebla de Híjar. A partir de los años 60 del pasado siglo desarrolló numerosos encargos dentro del ámbito religioso y retratístico y de la imaginería religiosa y funeraria, así como mobiliario religioso y otras obras para empresas privadas. De 1980 es su monumento en bronce, en forma de busto, dedicado al famoso torero Nicanor Villalta y erigido en la localidad turolense de Cretas. Comprometido siempre con la defensa de los intereses colectivos de los artistas, fue miembro fundador de la Asociación Profesional de Artistas Plásticos Goya y posteriormente, durante diez años, ejercería como presidente de dicha entidad. También fue miembro fundador de Vegap (sociedad para la gestión de los derechos de autor de los creadores visuales en España). Una de sus obras más emblemáticas fueron los cuatro leones que elaboró para el Puente de Piedra de Zaragoza entre 1988 y 1991. En 2003 donó al Museo de Teruel gran parte de sus herramientas de trabajo. Su última obra pública para Zaragoza fue el busto de Antonio Beltrán Martínez, inaugurado en la plaza de San Francisco de la citada ciudad en mayo de 2007. Su amplia obra escultórica se encuentra presente en diferentes lugares de interés público, así como en instituciones oficiales y privadas y en colecciones particulares de toda España: Barcelona, Huesca, Madrid, Pamplona, Salamanca, San Sebastián, Sevilla, Teruel, Valencia, Zaragoza, etc. Igualmente hay obra de Rallo Lahoz en diversos países, como Alemania, Estados Unidos, Francia, Japón, Uruguay, etc. Realizó innumerables exposiciones colectivas e individuales por diversas ciudades españolas y de otras naciones, aunque hay que destacar su constante presencia en las salas de arte zaragozanas desde su primera muestra en 1942. En 2001, la Diputación de Zaragoza organizó una exposición antológica de su obra. Durante sus más de cincuenta años de ejercicio profesional ininterrumpido, Rallo Lahoz fue un escultor de emociones y sentimientos, que supo transmitirnos seguridad y confianza en el valor del trabajo. El propio artista llegó a declarar que “el trabajo de escultor requiere muchas horas de dedicación. Cuando te coge una obra no te deja ni respirar. Estás muy pendiente de ella hasta que llegas a dominarla, es como una lucha incruenta. A veces tienes que saber dejarlo a tiempo para no estropear la pieza. Es algo duro, pero muy bonito”. Según subraya el comisario de la exposición, Ignacio Bernués Sanz, “Francisco Rallo Lahoz fue un creador que intentó compaginar las características de su producción pública de encargo –estrictamente figurativa- con las de su labor privada, haciendo de ambas un todo absolutamente coherente. Este hecho es trascendental para comprender adecuadamente la obra de nuestro escultor en su conjunto: ésta representa las últimas consecuencias de una tradición escultórica que concebía fundamentalmente la escultura como oficio, aunque sin renunciar nunca a esa convicción, supo abrir igualmente vías a lo imaginario, al despliegue de una notable creatividad”. En la personalidad artística de Francisco Rallo Lahoz resulta, en palabras de Ignacio Bernués, “imposible distinguir al artista del trabajador de ese oficio artesanal, profundamente amado y sentido por sus practicantes, engarzado de muchas maneras con el esplendoroso pasado de la estatuaria, con sus ritos, sus mitos y sus muchas tradiciones, fde ese mundo en que los conocimientos escultóricos se transferían de maestro a discípulo desde tiempos inmemoriales”.
“El desnudo en la escultura de Francisco Rallo Lahoz, 1972-2006” permite contemplar alrededor de 40 obras de distintas épocas y acceder a la obra más íntima del artista y bajo el común denominador temático del desnudo, aunque con tratamientos muy variados que ratifican la maestría y la solvencia de su autor. Además, la exposición reúne trabajos procedentes en su mayoría de colecciones privadas y elaborados con muy diversos materiales, desde la piedra al barro cocido, desde la madera al metal.