La exposición El Cuerpo Muerto de Jacinta Silva se basa en la intervención de un registro familiar, en particular, de un retrato de su madre.

El trabajo se organiza en una retícula de fotografías que han sido violentamente quemadas, deformadas y sometidas a procesos de desgaste que tiene como resultado de ese proceso un acercamiento a lo pictórico.

El tema principal abordado en esta serie, establece relación con la memoria donde los recuerdos traumáticos de su historia personal se transcriben en la repetición de las imágenes. Si bien el formato de álbum familiar remite a la foto como archivo de lo privado, el montaje la deja en evidencia y la expone a público