Descripción de la Exposición La coincidencia con el testimonio de cuantos han referido la indiscutible ejemplaridad humana e intelectual de Claudio tal vez haga percibir el nuestro como una forma de la redundancia. Es, sin embargo, consecuencia de una experiencia personal insustituible, la de una ininterrumpida amistad con el artista desde los años setenta hasta su desaparición. Una amistad que se rigió por reglas no escritas, en todo acomodadas a los rasgos del carácter del personaje que rememoramos, la mayor sutileza y el recato. Tal era la reserva que adornaba a Claudio Sánchez Muros que al escribir estas pocas líneas se experimenta la sensación de estar incomodándolo. Sólo la convicción de la justicia y la necesidad histórica de una memoria como la de este incuestionable humanista y artista moderno nos absuelve, aunque no con ciertos límites, del embarazoso sentimiento. Escribo, por tanto, justificado tan sólo por la función y el deber del historiador, condición con la que accediera a la relación con Claudio al comienzo de una década esencial para nuestra generación y para nuestra cultura, la de 1970, en la que la labor de este creador resulta decisiva en el singular proceso de innovación que alienta en la conciencia cultural, poética y figurativa que acompañaría y conformaría moralmente el cambio social y político de aquel momento histórico. Precisamente mi acercamiento, generosamente acogido por el artista, tuvo lugar como consecuencia de una exigencia de método derivada del propósito de realizar una historia del arte granadino que integrara la contemporaneidad. En ello pretendía ser fiel al espíritu de la mejor historia de la cultura, la de Max Dvorak, y a su paradigmática afirmación de la necesidad de conocer el arte del propio tiempo para interpretar el del pasado. Todo señalaba a la necesaria guía de Claudio, cuyos trabajos en el campo del diseño, especialmente en Poesía 70, y en el grabado, me eran tan familiares como apreciados. Esta guía se desempeñó con creces y un extraordinario fruto para mí, para los propósitos metodológicos que perseguía, y muy especialmente para mi conciencia crítica sobre el arte moderno en un momento en que ésta se hallaba en un punto álgido de su conformación. Pero sobre todo me aportó un modelo humano, moral y sentimentalmente difícil de valorar, que es el que ha representado Claudio hasta el final de su vida. La extraordinaria discreción del personaje, la levedad de su presencia, la sutileza de su espíritu no han impedido, no obstante, la profundidad de su honda huella en la cultura y la conciencia contemporáneas. La de un humanista sincero y un artista moderno; un generoso portador de la luz a sus coetáneos, que es el título de los auténticos ilustrados. En su caso esta inequívoca influencia histórica se llevó a cabo en el campo del diseño, del design como gustan escribir los italianos para despejar la ambigüedad semántica de la etimología latina. Claudio, extraordinario pintor, grabador y diseñador, además de poeta refinado e irónico, con su práctica y su magisterio en el diseño vino a resolver uno de los nudos de la modernidad artística en la sociedad del último tercio del pasado siglo, cuyas esperanzas históricas ni el tiempo ni el desencanto pueden opacar, y la personalidad histórica que evocamos sirve de prueba. Su acción y su pensamiento introducían entre nosotros los principios del arte en la época de su reproductibilidad técnica. Para ello, como se ha recordado constantemente, Claudio viajó y se formó en uno de los principales hogares del diseño moderno, con una amplia tradición desde el modernismo a la vanguardia, como Barcelona. El diseño moderno constituye una respuesta artística e histórica al problema que plantea la manufactura industrial, la producción masiva de bienes destinados al mercado, con respecto al arte y a la belleza artística. Las primeras sociedades industriales lo vivirán como una experiencia cargada de negatividad y conflicto hasta que las corrientes finiseculares del siglo XIX, esencialmente antiburguesas y vinculadas al simbolismo, decidan llevar la belleza a la manufactura, y a través de ella a la vida, por medio del diseño. Este será el espíritu de la poética de Claudio Sánchez Muros, en quien el diseño constituyó siempre, y de manera profundamente convencida, un medio para la poetización de la realidad y la vida. La pérdida del aura de la obra de arte técnicamente reproducida no supondría así la menor caída en su necesaria poesía. Toda la obra de Claudio representa el resultado de una poderosa inteligencia conceptual y visual. Espero se sepa disculpar la circunstancia que evocaré a continuación, más por su significación crítica que por estar unida a la persona que escribe. Cuando en 1977 el artista realizó el diseño de la portada de mi libro La teoría de las artes plásticas en España en la segunda mitad del siglo XVIII, para el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Granada, rompía con toda una tradición e inauguraba una nueva era en la institución, en Granada y en el diseño moderno más allá de este espacio original. Siempre he sentido un inmerecido orgullo porque el azar me vinculara a este momento. Pero si lo refiero ahora es para hacer una valoración del potente genio del diseñador, del alcance del concepto en su expresión. La erudición de una investigación doctoral y el ansia de innovar metodológicamente, no sin cierta ingenuidad, hacían difícil acceder a la tesis de un libro sobre la crisis del clasicismo en la Ilustración española. Cuando Claudio nos mostró la prueba de la cubierta, entonada en un elegante verde hoja, todo resultaba tan bello como estéticamente eficaz, pero sobre todo sorprendía la inteligente imagen de la portada, expresión metafórica tan perfecta en el concepto como significativa artísticamente. En la que dos putti interpretan el fin del clasicismo, representado por un bloque que uno de ellos se afana en demoler, mientras el otro duerme a sus pies sosteniendo con aire desmadejado una corona de laurel, que muestra un sentimiento elegíaco o caduco de la gloria. Es una imagen poéticamente concebida y bella y eficazmente formalizada, como tantas otras de Poesía 70, de infinidad de libros o sobre todo de su extraordinario imaginario de grabador. El alma en que se generaron es la de un humanista moderno, calentada en todo momento por dos poderosos focos, los que constituyen la compasión y la ironía. Siendo esta última la más sutil y elegante que haya conocido nunca y temo no volver a encontrar.
Exposición. 19 nov de 2024 - 02 mar de 2025 / Museo Nacional del Prado / Madrid, España
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España