Descripción de la Exposición Unidades modulares, fogones y relaciones sociales Es una constante en algunos de nuestros proyectos el poner de manifiesto los conceptos de individuo -de individualidad- en contraposición y complementación al de colectividad. La suma sinérgica de individualidades da como resultado los entramados sociales. Esta idea es puesta en práctica por medio de intervenciones y/o instalaciones conformadas por la acumulación de unidades modulares que originan complicadas estructuras equiparables a dichos entramados sociales. Por otra parte, es también denominador común en muchas de nuestras propuestas el uso de materiales cerámicos (por conocimiento del medio, por su versatilidad y por simple elección personal) en combinación con otros. Como es sabido, existe un paralelismo entre el mundo de la cocina y el de la cerámica (en ambos existen recetas, pastas que se amasan, hornos de cocción, rodillos, embudos, cuchillos, tamices, etc). Dadas las relaciones sociales que en todas las culturas se generan en torno a la mesa, al hecho de comer en común, surge la idea de desarrollar un proyecto en el que se pongan en relación todos los aspectos aquí señalados. En todas las culturas y en todos los momentos históricos se repite el acto en el que las personas se reúnen alrededor de la mesa para celebrar o negociar algo, despedirse de alguien o simplemente divertirse. Más allá de ser una necesidad primaria, comer en compañía de otros comensales cumple una función social básica y universal. Si bien es cierto que todos los banquetes responden a un motivo de convocatoria concreto (una boda, una recepción, un acto religioso, una reunión anual de antiguos compañeros, etc.), los individuos que acuden como convidados representan allí distintos roles, estableciéndose relaciones sociales muy complejas que responden a muy diversas expectativas (el simple motivo de la convocatoria, la sociabilización y disfrute de los manjares, pero también hacer pactos, alianzas y convenios, reconciliaciones entre enemigos, conspirar, chismorrear, etc.). En cuanto al anfitrión, e independientemente del objeto del banquete, siempre trata de dar lo mejor de sí mismo, y en ocasiones lo hace con ánimo de alardear. La leyenda de Vatel El 17 de agosto de 1661, François Vatel (El Gran Vatel) -nacido en 1631 en Suiza como Fritz Kart Watel de origen humilde y que llegó a ser el mejor chef de su tiempo- por aquel entonces Maestro de Ceremonias de Nicolas Fouquet, organiza bajo las órdenes de éste un gran banquete, al que están invitados el Rey Sol y toda su corte para celebrar la inauguración del palacio de Vaux-le- Vicomte, con objeto de impresionar y seducir al monarca. El objetivo del anfitrión no se ve cumplido, pues la perfección y suntuosidad del festín levantó las sospechas y envidias de Luis XIV, y Fouquet fue detenido poco después bajo la acusación de malversación de fondos de la Corona. Vatel huye bajo el temor de correr su misma suerte, y en su exilio en Flandes es contratado por el príncipe Luís II de Borbón-Condé (el Gran Condé), que lo nombra 'Contrôleur General de la Bouche' para su palacio en Chantilly. Entre el 21 y el 23 de abril de 1671, y bajo el encargo de su jefe el El Gran Condé, organiza una gran fiesta en el recién renovado palacio (la fiesta de los 'Tres Días') una vez más en honor del Rey Sol, al cual el príncipe se había enfrentado en la rebelión nobiliaria de la Fronda. El objetivo es recuperar el favor real con la intención de capitanear la guerra contra Holanda, y así poder sanear su maltrecha economía. Al festín acudió toda la Corte de Versalles (unos dos mil comensales), y la colosal tarea de Vatel no se limitó a preparar el extenso menú (uno diferente para cada uno de los cinco servicios diarios), debía además ocuparse de organizar todas las actividades (fuegos artificiales, música, danza, bailes de disfraces, juegos...), de la ubicación de los comensales en la mesa, del alojamiento de los mismos, y un sinfín de detalles, además de soportar las iras del Gran Condé y los caprichos reales. Cuenta la leyenda que para este banquete inventó la crema Chantilly para salvar el postre que debía servir a tan innumerables comensales, y que le dio ese nombre en honor al casillo que albergó el festín. El resultado final de la gran fiesta fue un éxito social, pero cuenta también la leyenda que una serie de imprevistos le costaron la vida al perfeccionista cocinero Vatel: la primera noche de festejos fallaron los fuegos artificiales, además se presentaron más invitados de los esperados, por lo que tuvo que improvisar platos extra para que nadie notara nada. El último día de los fastos, que era viernes, y ante la prohibición de comer carne, se debía servir pescado, que no llegó a tiempo para ser servido. Ante este último hecho, Vatel no pudo soportar la tensión y se clavó una espada en el corazón que le causó la muerte. Prefirió la muerte antes del deshonor de fallar a los comensales. La fiesta continuó bajo las riendas de su asistente Gourville, que ejecutó todo lo que Vatel había previsto. Y dio los resultados esperados: el Gran Condé recuperó el favor regio. La trágica leyenda sobre la muerte de Vatel fue descrita en las cartas que Madame de Sévigné (supuestramente invitada al Banquete) le dirigió a su hija.
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España