Descripción de la Exposición
"Elogio de la Locura... tributo a Hugo Nantes"
Estos dibujos nacieron con la inmediatez de una revelación, están hechos con una técnica espontánea y desordenada, como un alegato desesperado. Ciertos momentos en la obra de Nantes, se aproximan a la obra gráfica de Francisco Goya.
Hay una paridad entre las "Pinturas Negras", los "desastres de la Guerra" del aragonés, y las "Esculturas Negras" de Nantes. Ambas series, tienen como detonante un hecho común: el triunfo de la estupidez humana.
En la España de Goya, la invasión de Napoleón desangra a un pueblo a través de un muestrario pavoroso de miserias, torturas, fusilamientos y apoteosis del absurdo. Goya lo registra con sorda indignación en imágenes salidas de una persistente y fatigosa pesadilla. En Uruguay, Nantes comienza en 1974 sus esculturas en chatarra, bajo la presión del fascismo criollo. De esa noche que dura más de un decenio, surge una galería de figuras corroídas, implorantes y desencajadas, sobrevivientes de un Apocalipsis. Mientras crea sus esperpentos y denuncia el imperio del terror y la arbitrariedad sobre su pueblo, Nantes también comprende, como Goya, que "el sueño de la razón produce monstruos".
Goya estuvo siempre presente en nuestras largas conversaciones con Hugo. Y nuestra concordancia de que el creador es un producto de sus momentos históricos y de su medio vital.
Así, en esta serie de dibujos, he tomado la enseñanza de los dos maestros, metamorfoseados por mis ángeles y demonios que perviven desde mi prehistórica espiritual.
Hay también una evocación del "Elogio de la Locura", de Erasmo Rotterdam.
Muchos de estos dibujos, nacieron de mi propio entorno pueblerino; de padecer situaciones y personajes ridículos que rigen la vida de la sociedad, en una parodia tragicómica. Así, veo una humanidad errante, por tierras calcinadas, sin horizontes y sin esperanza. Hambre, miseria, vacío absurdo, locura general.
Juicios Kafkianos, de veredictos eternamente postergados, donde jueces bestializados interrogan a seres destruidos. Ciegos que conducen multitudes; caudillos mesiánicos que cabalgan sobre la miseria del pueblo.
Censores y clérigos simoníacos que predican la salvación y que ofician de policía espiritual del mundo junto a alcahuetes y adulones de turno. Vaya pues, este modesto tributo al amigo, y al maestro.
Nelson Romero