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Eduardo García Benito. En las Colecciones privadas de Valladolid

Exposición / Sala Municipal de Exposiciones del Museo de Pasión / Pasión, s/n / Valladolid, España
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Cuándo:
06 may de 2011 - 19 jun de 2011

Inauguración:
06 may de 2011

Comisariada por:
Juan González-Posada M., Miguel Ángel García Pérez

Organizada por:
Sala Municipal de Exposiciones del Museo de Pasión

Artistas participantes:
Eduardo García Benito
Etiquetas
Pintura  Pintura en Valladolid 

       


Descripción de la Exposición

La exposición presenta obras realizados por Benito desde los años 20 hasta el final de sus días, además de una selección única de libros ilustrados por el y desconocidos hasta el momento. Son obras de sus etapas parisinas y cuadros de Nueva York, además de toreros, o escenas castellanas. Nacido en Valladolid en marzo de 1891, Eduardo García Benito llegó a convertirse en el principal exponente español del art decó a nivel mundial. El periodo creativo de entreguerras consagró a un hombre formado en París gracias a una beca del Ayuntamiento de su ciudad natal, que previamente se había formado en la Escuela de Bellas Artes y Oficios vallisoletana y en la de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid. Su desembarco en la capital francesa en 1912 le permitió conocer a alguno de los artistas más importantes del pasado siglo, una relación que va desde Picasso a Modigliani, pasando por Gargallo, Julio González, Juan Gris o Raoul Dufy, Manet y Gauguin. En torno a 1918 el trabajo de Benito encuentra eco con regularidad en espacios parisinos como el Salon d Automne o la Societé Nationale des Beaux Arts, y a comienzos de los años 20 ya cuenta con una fama de extraordinario dibujante, que hace que reclamen sus servicios publicaciones de prestigio como las parisinas Femina y La Gazette du Bon Ton y las neoyorquinas Vogue y Vanity Fair. Vive a caballo entre París y Nueva York y realiza retratos como el de la famosa actriz Gloria Swanson. En 1962 le eligen miembro de la Real Academia de Bellas Artes de la ciudad, el 8 de febrero de 1974 el Congreso de Estados Unidos vota una moción para felicitarle por su contribución al desarrollo cultural del país norteamericano. Murió el 1 de diciembre de 1981 en Valladolid.

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El nombre del artista español Eduardo García Benito, se hizo co­nocido fuera de España, en uno de los momentos más difíciles para lograrlo, en torno, y después de la Primera Guerra Mun­dial, en la época del gran apogeo del arte del siglo XX.

 

El redescubrimiento de la valía del artista, tuvo lugar en Estados Unidos: El 8 de febrero de 1974, el Congreso de los Estados Unidos votaba una moción felicitando al artista español Eduardo García Benito, por la re­percusión cultural de su obra en aquel país.

 

El artista Eduardo Garcia Benito (Valladolid, 1891-Valladolid, 1981) está considerado como el pintor vallisoletano más representativo y de mayor alcance internacional durante la primera mitad del siglo XX. Y es que fue uno de los creadores del estilo Art' Dèco, junto con los pintores Dufy, Van Dongen y el famoso modisto Paul Poiret. Y en este aspecto tambien fue el representante español del Art'Dèco mas conocido después de la Primera guerra Mundial.

 

A partir de 1918, durante más de veinte años, las obras de Eduardo García Benito, internacionalmente conocido sólo por su segundo apellido: Benito reproducidas en las grandes revistas internacionales del momento, dieron la vuelta al mundo. Sus pinturas y dibujos, ante una elevada demanda, adquirieron muy fuerte cotización, incluso mas alta, (y existen datos al efecto) que las de numerosos y grandes artistas creadores de las vanguardias históricas del primer tercio del siglo veinte.

 

La vida de Benito y su ascenso hacia la fama.

 

En la biografía de este artista, nos encontramos con un personaje de fuerte personalidad y gran vocación. Desde principio tuvo que costearse sus propios estudios. Alternando con el trabajo en una imprenta, asistió a la Escuela vallisoletana de Artes y Oficios, que, curiosamente, entonces se denominaba: Escuela de Bellas Artes, dirigida desde 1871 hasta 1912 por José Martín Monsó, quien junto con Luciano Sánchez Santarén, en la primera década del XX, fue profesor en el proceso artístico inicial de García Benito.

 

Esta escuela podría vanagloriarse entonces de haber contribuido a la formación de un excelente grupo de alumnos, entre los que destacaban, además de Benito, el vasco Arteta, Aurelio García Lesmes y Anselmo Miguel Nieto.

 

Madrid, constituyo la siguiente meta de Benito. Allí ingresó en Bellas Artes, estudios que interrumpirá por su traslado a Francia. Durante la estancia en Madrid asistió al círculo de Bellas Artes, formidable lugar de aprendizaje, para un gran número de generaciones artísticas. Simultáneamente tambien acudiría con frecuencia al Museo del Prado, donde sus pintores predilectos serían principalmente, dos: El Greco y Goya. Oí decir a Benito, que, -de ellos extrajo una consecuencia importante, y que fue: la de poder llegar a transformar la realidad visual hasta el límite crítico de lo posible.

 

Pero el gran sueño del artista era París. Y el sueño se hizo realidad gracias al Ayuntamiento de Valladolid, que concedió a Benito, en 1912, una Beca para ampliar estudios en la capital de Francia. Ya en París traba amistad con artistas catalanes como Clará; Gargallo; y Julio González y por mediación de estos entra en relación con Picasso y con el célebre pintor cubista Juan Gris.

 

Por intermedio de este último, Benito conoce al artista italiano Modigliani que sería desde entonces un gran amigo. Con él acude con frecuencia al restaurante de la italiana Rosalía en la calle Campagne Premier, local que acogía con altruismo a los artistas aunque no tuvieran economía boyante, como sucedía con Modigliani y con Benito, sobre todo cuando a éste se le terminó la subvención concedida por el Ayuntamiento de Valladolid.

 

Pero Benito comprendió que tenía que continuar en Francia, pese a las cuestiones adversas, porque allí y entonces confluían los estímulos más excitantes y las corrientes más innovadoras del arte del Siglo XX. Providencialmente, para el vallisoletano, las circunstancias económicas cambiaron pronto, gracias al conocimiento de un acomodado editor habitante de la parisina isla de San Luis, junto a Notre Dame. El artista vallisoletano realizó para él carteles e ilustraciones de historia. Pero lo que más fama le proporcionó entonces fue una serie de estampas realizadas en 1914, en colores muy vivos, que quizás pudieran basarse en el recuerdo de las aleluyas españolas, y más aún re­sucitaban las antiguas y populares imágenes de Epinal, que tanto éxito obtuvieron en la Francia de Napo­león.

 

Estas estampas de Benito, tuvieron una aceptación enorme y algunas de ellas, como las tituladas «los vánda­los atraviesan Francia», «el tambori­lero» o la del «pequeño soldado», sirvieron para excitar, en la Francia en pie de guerra, la conciencia frente al enemigo, siendo reproducidas en los principales periódicos franceses de la época.

 

La reputación artística de Benito ascendió de la noche a la mañana y nuevos editores le hicieron proposi­ciones ventajosas. Y así fue como inició su colaboración en las grandes revistas internacionales, «Femina», «La vie parisienne» y «La Gazette du Bon Ton». Años después colaboraría en «Vanity Fair» y la muy famosa «Vogue», estas últimas editadas por Condé Nast, al que Benito conoció por intermedio de Paul Poiret, el cé­lebre empresario que convirtió a la moda francesa en un interesante ne­gocio internacional, lo que permitió a este famoso modisto mantener una vida de fábula y habi­tar en una lujosa mansión del siglo XVIII, frente al palacio del Elíseo en la rué Saint Honoré.

 

Paul Poiret había contratado a excelen­tes dibujantes residentes en Francia, y en 1910 había fundado los Talleres Martín, junto con el famoso pintor francés Dufy, y fue atrayendo hacia su empresa a destacados artistas, entre ellos a Benito.

 

En la casa de Paul Poiret, en París, Eduardo García Benito, fue donde conoció al importante hombre de negocios y editor de Estados Unidos, Condé Nast con el que trabajó durante casi treinta años, realizando dibujos y pinturas para su cadena editorial.

 

La gran influencia de la moda en los felices veinte y su repercusión histórica:

 

Durante una larga década los dise­ñadores de modas, a diferencia de otras épocas, fueron artistas de gran prestigio. En aquel tiempo, Benito, Dufy, Lepape, Van Dongen, León Bakst y otros importantes artistas, cumplieron este cometido, Y así, el mismo Picasso, también entonces realizó diseños modernos, de vestuarios para teatro.

 

Las fluctuaciones de la moda se realizaban al compás de los movi­mientos artísticos, y aun muchas ve­ces la repercusión social fue hasta quizá más grande en aquélla que en éstos.

 

Si en aquel momento de la década de los veinte, hubiéramos tenido que comparar la moda con las otras artes, aun cuando parezca extraño, lo hu­biéramos hecho con la arquitectura y no sólo por un aspecto superficial de coincidencia de títulos, sino por cuestiones más profundas. Es cu­rioso que los modistos dieran a veces a sus creaciones títulos de monu­mentos artísticos, como: «Washington Square», «Rascacielos», o «Puente de Brooklyn» y que además unos y otros modelos coincidieran en as­pectos de línea y forma: Lo que antes era cúmulo de adornos, pasa a ser a partir de 1925 en los dibujos de E. G. Benito para la revista «Vogue», per­fección de la línea, triunfo de la recta, equilibrio de proporciones, armonía del conjunto. Se busca la libertad, la simplicidad, la comodi­dad y la higiene. Tanto la arquitec­tura, como la moda de la primera postguerra mundial, coinciden en problemas sociales y materiales simi­lares que llevan hacia una función: un nuevo urbanismo en arquitec­tura, un diseño diferente en modas. Al fin y al cabo se intenta conseguir más lo práctico y lo confortable que lo suntuoso. Tanto en la casa como en la vestimenta se tiende hacia la «habitabilidad interna».

 

Paralelamente, en aquel tiempo, Le Corbusier lanzaba un manifiesto en pro de la nueva arquitectura funcional. Y en los gestos reflejados que se acumulaban en todas las artes, nos encontramos con un verdadero estilo propio que definía una época, con una unidad de talante que producía grafismos similares en todas las artes. Tanto en la arquitectura, como en la orfebrería, en la música, o en la moda, hay en esta época de entreguerras, un viento que todo lo unifica. Así podemos ver cómo en Benito aparece una secreta co­rrespondencia entre algún peinado de mujer en un diseño, y una escul­tura de Brancusi, o entre la pulsera de uno de sus modelos y un trazado constructivista, o entre un ritmo de­corativo cualquiera y un paso ruso de ballet. En otro orden de cosas, las semejanzas pueden ser aún más insospechadas y sorpresivas e ir de una partitura de música a un ha­llazgo científico, o del descubri­miento de los Rayos X, a la pérdida de la impenetrabilidad en los cua­dros cubo-futuristas del pintor cas­tellano Eduardo García Benito.

 

Benito la nueva moda y su repercusión en el logro de promoción de la mujer.

 

La supresión de incomodidades y accesorios engorrosos y torturantes, que poseía el vestuario femenino an­tes de la primera guerra mundial, se atribuye al equipo de Paul Poiret. La inter­vención de conocidos dibujantes, entre ellos la del vallisoletano Be­nito, fue decisiva en los cambios re­volucionarios que durante esa guerra e inmediatamente después, hacen variar las costumbres femeninas, adaptándose a los tiempos moder­nos. Y en este aspecto, aquellos importantes conductores de la moda, como Paul Poiret, Eduardo García Benito, Lepape y otros, influyeron socialmente, quizá de forma incons­cientemente artística, sin valorar las consecuencias, pero cuya interven­ción resultó ser en su grado seme­jante a lo que desde un campo muy diferente, pretendían los constructivistas rusos: influir en el dinamismo histórico. A este respecto, recuér­dese que uno de los nombres más conocidos del «constructivismo»: Vladimir Tatlin, en su proyecto de edificio para la III Internacional, ex­puesto en diciembre de 1920, plan­teó un edificio «móvil» y transpa­rente, para una sociedad que encar­nará los principios dinámicos y no estáticos. Paralelamente, las obras de Benito de esa época tambien reflejan las nuevas costumbres mo­dernas. En sus cuadros, las mujeres vestidas de manera cómoda para realizar trabajos que hasta entonces habían sido privativos del hombre movilizado en la guerra, mimetizan gestos y hasta modales masculinos. Empiezan a fumar en público, eso sí, sofisticadamente, con sus largas pipas, o charlan en un bar a la espera de un cocktail, con el pelo a la garçon, mostrando la nuca, costumbre que fue objeto de escán­dalo para los moralistas de la época y que lo encontraron descocado.

 

En otras ocasiones, no sería una cues­tión figurativa, sino un diseño abs­tracto en los dibujos de Benito, lo que marcará la dirección de los nue­vos tiempos. Pues parecía como si, por medio de trazos ágiles en diagonal, pretendiera encontrar un símil formal de dinamismo para una sociedad que ya no será tan permanente y estática como lo fue la anterior a la primera guerra europea, sinó que varía constantemente y sus clases se intercambian y movilizan.

 

Paul Poiret se percató pronto del gran talento y del buen gusto de Benito, de cuyas sugerencias tomó buena nota el francés, al que, en 1921, Benito acompañó a Cannes para ayudarle en la decoración de las fiestas del Gran Casino. Y es entonces cuando el artista español realizó el formidable retrato de:'Monsieur et Madame Paul Poiret', una de sus obras mas importantes.

 

Al poco del regreso de la Costa Azul, Benito, contrae matrimonio con Magdalena Richard, elegante francesa, de origen lorenés, estudiante de Bellas Artes, cuya carrera abandonó, según ella, porque se sentía en gran inferioridad artística con respecto a Benito. Del matrimonio nacieron tres hijos: Isabel, Magdalena y Juan Pablo.

 

En 1923 Benito expuso por primera vez en Nueva York, allí realizará numerosos retratos de personajes de la vida americana, como el de la célebre actriz cinematográfica Gloria Swanson y de varios miembros de la familia del editor Condé Nast. Poco después conoce a Frank Crownisiel, director de la revista Vanity Fair, para la que empieza entonces a trabajar. El éxito de Benito en todos los aspectos es rotundo. Las obras del artista se cotizan de manera muy elevada, viaja y residirá alternativamente en Nueva York y en París.

 

Benito a pesar de que la quiebra de la banca de Nueva York, de 1929, afectó gravemente a su economía, realizaría, en 1933, una importante exposición, por segunda vez en la galería Wildenstein de Nueva York, repitiendo el gran éxito que tuvo en esa misma galería nueve años antes. Esto y los encargos de retratos a personajes importantes de un sector de la sociedad inmune a los desastres económicos, junto con los trabajos de las grandes editoras, le permitirán disfrutar de una confortable mansión próxima al mar, y de una razonable holgura económica.

 

Benito, su regreso a Francia, y la nueva comercialización del arte.

 

A pesar de su éxito en Estados Unidos, la nostalgia de Europa le va a hacer regresar una vez más a París...

 

Pero ya instalado en París, Benito observa que durante su larga permanencia en América, había perdido sus antiguos contactos en la capital de Francia y que ahora los marchantes dirigían totalmente el mercado del arte.

 

Con la nueva situación puede que Benito no supo, o no quiso, tomar parte en los procedimientos de comercialización por entonces usuales en los círculos artísticos franceses. Sucedía tambien que la comercialización de su obra no se había realizado a través de los marchantes.

 

Por el contrario, a las vanguardias históricas las había beneficiado, fundamentalmente, la coincidencia en Francia de una serie de grandes críticos y de un conjunto de poderosos marchantes, cosas ambas que les eran absolutamente necesarias. Pero Benito durante el periodo Art' Dèco no había necesitado de unos ni de otros.

 

Hay que tener en cuenta que la comercialización del arte de las vanguardias (en las que podríamos citar como artista representativo a Picasso) con respecto a los productos artísticos del art Deco (en donde se puede situar a Benito) estaban, casi en radical oposición. Todo ésto motivó, en parte, que el artista decidiera, regresar a España. Puede que para tantear la situación alquilara, en el verano del 1936, una casa en la costa vasca. Pero al iniciarse en julio la guerra civil española, Benito tiene que regresar a París. Situado de nuevo en la gran ciudad, un coleccionista colombiano le adquiere un importante conjunto de sus cuadros. Con parte de esta operación, Benito compra una bonita casa en Fontainebleau, a donde se traslada feliz con su familia. Piensa que allí podría encontrar un lugar de tranquilidad y sosiego, para seguir trabajando. Pero la declaración de la segunda guerra mundial, y la invasión alemana de Francia le hará tener que abandonar su domicilio y refugiarse en San Juan de luz. Por añadidura, no se le permite sacar sus ahorros del suelo francés. La guerra destruye por segunda vez la fortuna de Benito. Así a su pesar, trasladará su domicilio por última vez a París y allí, hasta su regreso definitivo a España transcurrirán veinte años de su vida.

 

Pero la suma de inconvenientes no destruye su optimismo. Benito sigue trabajando intensamente y realiza, formidables obras sobre el paisaje urbano de París, y numerosos retratos de personajes conocidos, como el del mariscal francés Franchet d'Esperay que fue expuesto en el Museo de los Inválidos de París, y tambien lleva a cabo el retrato de los emperadores de Indochina. Pero a pesar de los éxitos que sigue obteniendo, es interesante anotar, que, desde el inicio del segundo conflicto mundial se considerará, en el suelo francés, como si fuera un expatriado. No es por tanto de extrañar que desde que finalizó la segunda guerra mundial le rondara la idea de su regreso a España y sobre todo la nostalgia del regreso a Valladolid, su lugar de nacimiento,

 

El arte de Benito en relación con las vanguardias históricas, y con el Art' Déco

 

En la trayectoria de este artista, podemos diferenciar varias tendencias: Fauvismo, Cubismo, Futurismo, Expresionismo y principalmente Art' Dèco. De todas ellas, la que mejor le define, fue: el Art' Dèco, al que podríamos considerar, estilísticamente, como un cubismo expresivo, o como un expresionismo cubistizado. Y sobre todo como un arte característico y testimonial de los años veinte, un arte de entreguerras.

 

Cuando el artista llega a Francia se vive un momento transcendental para el arte contemporáneo. Puede decirse que, de 1912 a 1925, tuvieron lugar todos los «ismos» más importantes del siglo XX, y naturalmente su obra se relacionó con estas tendencias. Algunas de ellas van a ser constantes repetidas a lo largo de su hacer. Así lo vemos con respecto a expresionismo. Y es que la guerra europea, vivida por Benito en Francia va a influir en el artista, que entonces realizó una serie de dibujos en los que se muestra angustiado por las calamidades de la guerra y sus naturales consecuencias: la violencia, la enfermedad, la pobreza y la muerte. Porque éstas eran las motivaciones comunes que proporcionaban tema a los expresionistas del primer tercio del pasado siglo, principalmente a los alemanes nórdicos.

 

En cuanto al fauvismo, considerado en su aspecto estilístico, es decir, al margen de su época como tal movimiento histórico, fue sin duda otro de los ismos en el que el pintor vallisoletano participó activamente. Es más, habría que decir que Benito, fuera de su etapa Art' Dèco, ha continuado haciendo pintura fauvista a lo largo de toda su vida, si como fauvismo, entendemos la libertad plena del color y de la línea, al margen de la imitación real de la naturaleza, para lograr otra realidad estética y expresiva.

 

En Benito, no sólo en su momento internacional, sinó a lo largo de toda su carrera, hay una interpretación mas subjetiva que objetiva de todas las cosas. Y como característico representante del Art' Dèco, fue un artista plenamente sintético más que ecléctico. Reunió y relacionó estilos y formas de hacer.

 

Benito me comentó en una exposición, ante uno de sus óleos, que él, pretendía realizar síntesis, y como en cierta medida los ismos vanguardistas no fueron apareciendo unos cuando terminaban otros, es decir por su lógica propia, no tuvieron lugar sucesivamente, sino que se desarrollaron, en parte, en cuanto al tiempo, sincrónicamente, a él le gustó realizar en su pintura, con frecuencia, un cubo-futurismo-expresivo. Y frente al óleo que Benito había elegido, continuó diciendo que lo de cubo, lo era, por la geometría característica en las obras de esa tendencia, lo de futurismo porque el cubismo que él hacía siempre iba unido al movimiento, y por tanto era más futurista que cubista. Y es que en dicho cubismo de Benito en vez de mostrar el estatismo lógico del cubismo histórico las cosas parecían desplazarse, como en una fotografía, casi estroboscópica que parece ser el futurismo. Y por último, era tambien expresivo porque particularmente, el artista vallisoletano, casi siempre pretendía contar algo desde dentro, subjetivo.

 

En Benito, el Art' Dèco ocupará casi, todo el periodo de entreguerras. Para él como para todos los artis­tas del Art' Dèco, el arte tenía princi­palmente un sentido funcional, una aplicación para dar confort y belleza a la vida. Nacía, como en la antigüedad, para dar cumpli­miento a un encargo e integrado con todo un contexto vital. El Art' Dèco servía para interpretar una misión, tanto daba que fuera al servicio de la moda, de la ilustración, del diseño, de la publicidad, del automóvil, del grafismo, del cartel anunciante o del vestuario (e incluso de la célebre escenografía de los ba­llets rusos).Y para ello el Arte, con mayúscula, no estaba separado del resto de las artes, mal consideradas menores. Visto así, el Art' Deco se oponía a la vanguardia. Pero hay que recordar que algunas corrientes vanguardistas, como la de los constructivistas rusos, aun cuando no parti­ciparan en la mentalidad Art' Déco, tampoco rompieron del todo con ella. Pero en general, los artistas que representaron las vanguardias históricas, como cubistas, futuristas, etc, conformaron peque­ñas élites cuyo afán de novedad y experimentación estuvo en discon­formidad con el ambiente social ex­terno, con el contexto histórico. Y si pasamos a un orden pragmático de cuestiones, observamos que la radical independencia artística de las vanguardias al servicio de su propia voluntad creativa y la falta en general de funcionalidad de sus productos, originará una diferencia notable en­tre la comercialización del arte de vanguardia, necesitado de marchantes, con respecto a los productos artísticos del Art' Dèco, no necesitado de intermediarios en dicha comercialización, ya que, se debía a encargo previo.

 

El Art Deco en paralelismo con las nacientes democracias frustradas del periodo de entreguerras:

 

La fecha del auge del Art' Dèco, 1925, históricamente, coincidió con su momento más equilibrado y feliz, con el año en que se firmaron los acuerdos políticos en la localidad suiza de Locarno. Acuerdos democráticos que podrían definirse como una entente, que, después de la Primera guerra europea (1914-1918) pretendían por fin conseguir una paz definitiva para Europa y un optimismo de li­bertad para las nacientes democra­cias de postguerra. En cambio los momentos finales en la evolución del Art' Dèco, resultaron ser, artísticamente, como una derivación hacia formas congeladas, adustas y férreamente organi­zadas, que cronológicamente, pueden corresponderse, con el proceso de desorganización económica mundial de aquellos años y politicamente, con la instauración de regímenes autocráticos que pusieron punto final a la libertad y conviven­cia de una década, la de los años veinte, que se había considerado feliz. Aunque quizá, como se ha dicho, sólo lo fue así comparada, con lo que había sucedido antes y con lo que sucedió después.

 

A mi modo de ver, el Art' Dèco, en su momento de apogeo, consistía en una síntesis de diferentes movimientos por la coexistencia de diferentes inclinaciones y tendencias a veces incluso opuestas. Visto así el Art' Dèco pudiera ser definido como un arte democrático. Los vientos de semejanza unificaban, en parte, arquitectura, literatura, música y moda. Los artistas del Art'Dèco realizaron una interpretación propia, sui géneris, de numerosos movimientos vanguardistas del siglo veinte y esto lo hicieron conectar en síntesis, no sólo con las corrientes tradicionales propias de su cultura, sinó tambien con corrientes, a veces incluso contradictorias, de culturas exóticas. Como se puede comprobar, en las obras de Benito hay influen­cias tradicionales propias, del arte griego del siglo V y VI, del gótico internacional del XV, del arte del Renacimiento, del Greco y de Goya. Y esto se sumó con numerosas corrientes de culturas exóticas orientales.

 

A mi modo de ver, el Art' Dèco define su momento histórico mejor que las vanguardias históricas elitistas del siglo XX, que fueron fenómenos artísticos minoritarios, con menos representación y repercusión social que lo que aquí se considera Art' Dèco. Arte que en realidad era tributario de la incipiente SOCIEDAD DE MASAS, de la segunda década, muy diferente de la aristocrática élite que patrocinó el 'Modernismo', anterior a la primera guerra europea, Así podemos ver cómo los dibujos Art' Dèco de Benito para las revistas internacionales, al promover un contagio de formas 'listas para copiar', contribuyeron a masificar los modos y maneras en el vestir. Por lo que en aquella época, en la pintura de Benito y en el Art' Dèco, al servicio de la moda, se realizó una extensa difusión artístico cultural globalizada al transmitirse ese arte por medio de revistas internacionales a infinidad de lugares, geográficamente a los cinco continentes, por lo que presagia su conversión en un medio de comunicación en RED, de tal forma que el Art' Dèco y con él Benito, y las grandes editoriales de la moda, por ejemplo Condé Nast, con las que este artista trabajó se convierten en el fenómeno precursor, de numerosas cuestiones que se plantean en el arte elaborado y difundido en RED por los ordenadores del actual sistema cibernético.

 


Imágenes de la Exposición
Eduardo García Benito; Mujer de rojo

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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