Su obra, aunque diferenciándose en el proceso, es heredera de la escultura británica de los ochenta en lo que se refiere a los planteamientos esencialmente objetuales, basculando entre la atención al material y la reconstrucción del objeto. Las esculturas de Dora Salazar se enmarcan en un contexto post-industrial, donde el bricolaje primitivo se ha desembarazado de la idea de máquina como objeto funcional, resaltando los aspectos irrisoriamente tecnológicos, desde una perspectiva afable donde conviven la naturaleza y el artificio.

Su trayectoria se puede dividir en dos partes; en la primera trabaja en torno al reciclaje y en la segunda en torno al cuerpo. En ésta última manifiesta una profunda preocupación por la mujer y la feminidad.

La constante e insistente utilización de la forma humana con estereotipos en su obra, han derivado en una necesidad de identificación, en una humanización de lo simbólico que va más allá de la simple representación.

'Mi obra ... se está relajando, es más bonita, más bella, pero debajo siempre hay una especie de controversia.'

'Lo que estoy haciendo ahora es muy fácil, son directos con moldes del cuerpo humano. Los saco directamente del cuerpo, y estoy abordando eso: el desnudo. El abordaje es distinto al de la escultura clásica, hay una distancia, como una cierta dramatización; mientras que en el arte clásico hay una interpretación de la escena, aquí se mantiene tal cual, crudamente desnudos, rígidos y estáticos.'

Dora Salazar además de escultora, dibuja, ha ilustrado libros, ha creado carteles y escenografías para grupos de teatro, y ha trabajado con formatos como el vídeo y la fotografía.