¿Cómo traducir la potencia de un animal dormido
a una arquitectura restaurada?
¿Cómo transformar la distancia en un devenir?
¿O más bien, en la escenificación portadora
de un proceso de segregación de la mirada?
Probablemente, todo comience en el encuentro
con un espacio y su situación.
Entre el recurso museográfico del diorama,
destinado a dar cuenta de una escena de la naturaleza
con pretensión hiperrealista, y la arquitectura
carcelaria existe una analogía posible.
La disposición a un orden natural prefabricado,
un andamiaje en el que se cristaliza la dominación
como destreza.
Reanimado, este espacio emerge como una
ruina restituida donde prevalece la ambigüedad.
¿Deviene alternativo con respecto a los
artificios de dominación? ¿O por el contrario,
reivindicador de los ejercicios de soberanía?
Pulir e iluminar un territorio existente —recortarlo–
parecen constituir el procedimiento de una
especulación oculta. Una presunción que lleva a
pensar a lo escondido, lo oscuro, como motor del
conocimiento de las cosas, y a las contradicciones
como vías posibles para su acceso...
Entrada actualizada el el 15 dic de 2017
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