Existen multitud de caminos para llegar a dar salida a la necesidad de expresión artística, tantos como artistas hay, desde la ambición de crear un mundo paralelo más o menos personal a la grandeza que nace de algo tan íntimo y particular como lo es el hecho de mirar. Es la mirada de Iglesias Más la que ha hecho que se convierta en un fotógrafo que consigue, de modo fluido y sin sobreactuación, ofrecer una opinión desde un ejercicio mínimo y sin embargo intenso, desde un lugar frontal y directo pero también intencionado y angular.

A lo largo de todo el siglo XX, la re-interpretación de la obra artística dentro de otra obra se había convertido en un sólido y necesario tema en si mismo. Ofreciendo así un efecto infinito como el pintor que pinta un cuadro sobre el pintor ... que pinta un cuadro de un pintor que pinta un cuadro. De este modo, a veces retratar la obra de otro componiéndola con su contexto social e incluso con el propio espacio donde ésta se expone, brinda un nuevo punto de vista que reinventa el discurso de ésta. Contradiciéndolo a veces o dejando a la intemperie su más reactivo subtexto, el más inconsciente o incluso el más ingenuo. Iglesias Más expone con la sencillez que la propia realidad le propone, composiciones a partir del fenómeno publicitario, su hábitat urbano y la participación y manipulación de lo humano que hay en el mismo. Pero se trata esta de una mirada abierta sustentada por la vida de un hombre que ha mirado, que mira y que busca decir, exenta de un discurso demasiado subrayado y es precisamente por eso que la asociación libre del receptor se dispara hacia lugares muy críticos: Una visión agridulce sobre el medio y las personas, la estilización y la cosificación del ser. Hay soledad, hay escepticismo, miedo, horror y mentiras, pero además, a veces las propias composiciones, elegidas exclusivamente a través de la angulación de dicha mirada nos ofrecen también una nueva propuesta de formas, un collage hecho solo con los ojos y para los ojos.