Las simetrías, o sus variantes, despliegan el cuerpo de una sola obra fragmentada, seccionada. Allí tendida, se ofrece a un espectador que espera ver mientras mira. Nada más allá de la superficie. Profundizar no tiene más sentido que el de abarcar.

Las imágenes se distorsionan, se alteran, se interrumpen y desaparecen al igual que todo el resto. Partamos pues de la negación: no one, nowhere y nothing suponen el punto de partida, tan sólo defunciones que darán lugar a otra nueva versión de lo mismo: la de un ahora que se deshace.

Es el turno entonces de una recomposición de hechos, de lugares y de historias. Las imágenes emergen a la superficie y comienzan a tejer de nuevo este presente a través del individuo que se consume en su consumo, de los recuerdos cartografiando personas, de paisajes para recorrer y no contemplar, de imágenes que ya no ... sirven por sí solas, sino que se engendran en estado múltiple.

El origen de estos subconjuntos pictóricos no supone más que un punto de vista intentando analizar una realidad circundante, que intenta explorar los elementos de una sociedad que altera continuamente aquello que somos o que quizás tan sólo nos reconstruye, sincronizándonos con nuestro tiempo.