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Diálogos en el vértice del REABSU

Exposición / Centro Cultural Cajastur Jerónimo Ibrán / Jerónimo Ibrán, 10, Mieres / Oviedo, Asturias, España
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Cuándo:
06 sep de 2007 - 30 sep de 2007

Organizada por:
Centro Cultural Cajastur Jerónimo Ibrán

Artistas participantes:
Fernando Villapol
Etiquetas
Escultura  Escultura en Asturias 

       


Descripción de la Exposición

Exposición itinerante de esculturas del artista Fernando Villapol en las salas de exposición de Cajastur en Mieres, Avilés y Gijón.

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Fernando Villapol Parapar es natural de San Tirso de Abres (26-02-1953), el concejo más occidental de Asturias, partido en dos por el Río Eo, lleno todavía de salmones nostálgicos. Tierra fecunda tocada por el ancestral aire del macizo galaico, entre las brumas del Primario. En Bretoña (Lugo) tiene este escultor su casa y un sorprendente museo etnográfico y pedagógico de incalculable valor, pensado para que los niños puedan comparar sus vivencias con las de sus abuelos y bisabuelos.

Villapol realiza una escultura que está a medio camino entre el realismo y la abstracción. Un espectador de madera, un joven tal vez campesino, que se presenta como visitante, actúa de enlace entre el público y las obras más geométricas o extrañas. Muestra las buenas artes de Fernando Villapol, atenúa el impacto de la sorpresa, se gana la confianza de la gente, y les lleva por entre el discurrir de las piezas, como guía amable por el mundo de las sombras simbólicas.

Más no son sombras sino objetos tangibles y de piedra. Un realismo tocado de ingenuidad, una abstracción que se hace visible en la sencillez de la geometría. Y también cierta coña marinera, ese toque de surrealismo cotidiano, el de la gente acostumbrada a escuchar historias de meigas y santas compañas con la misma naturalidad que se habla de basiliscos o de terneros de seis patas. De modo que si vemos unas pirámides en el lugar de las cabezas, no pasa nada. Simplemente intuimos que el pensamiento humano, la inteligencia, no es redonda y plácida, sino afilada, llena de aristas hirientes y picos como puñales.

Y así es la vida. Nacemos de lo redondo, del huevo, del vientre abultado de la madre, y vamos hacia lo afilado y picudo. El mundo nos parece una pelota que rueda en el espacio, pero nuestras preguntas le cortan y sajan de continuo. De esta manera toda persona humana se convierte en pensador, se sienta en medio del breve vuelo de la vida, sube y baja por la escala y mide lo que va del huevo a la flecha, de la esfera a la pirámide. En esta indagación somos a la vez sublimes y ridículos, grandes filósofos, geniales artistas y pingüinos asustados.

Y en este proceso andan los libros, la cultura. El bloque del libro aparece como formando parte del cuerpo humano en varias de estas esculturas. Porque en verdad que no podemos interpretar el mundo desde cero, sino desde un pasado que nos ha sido legado, unas experiencias que nos transmite la tradición, unos modos de vida que nos han precedido.

No nos extraña que esa pareja de cabezas piramidales y bien agudas haya tenido un niño pingüino, absorto en sus contemplaciones. En la familia nos abrimos a la percepción del mundo exterior y del propio yo. En la familia recibimos la palabra y las primeras intuiciones de la complejidad de los seres. Y así nosotros vamos tallando nuestra personalidad y buscando puntos de encuentro con otras tallas diferentes. Como esa pareja que parece cubierta con capuchones poliédricos, un hombre y una mujer (algo ya revolucionario de tan contestado) que se retratan con sus dos hijos. Los padres esbeltos, bien complejos y geométricos, los hijos muy naturalistas. La niña en busca ya de nuevos horizontes, el chico un poco infantil todavía.

Porque estamos hablando de un surrealismo muy natural e imaginativo, que se alza sobre los fundamentos del simbolismo mágico, las historias que han rodado durante siglos acerca de las maravillas de la naturaleza.

Si Fernando Villapol da algunas referencias, son las de los surrealistas gallegos, Urbano Lugrís (1908-1973) y Eugenio Granell (1912-2001). Con Urbano Lugrís comparte la misión pedagógica, las rocas antropomorfas, amén de catedrales sumergidas o sirenas en las quillas de los veleros. Con Eugenio Granell tiene en común cierta construcción de las figuras, esas alargadas y quijotescas que han integrado en su cuerpo bloques enteros de creencias, trozos de sorpresa nada anatómicos. O esas otras más redondas, aún apegadas al rodar de la vida, excepto en la cabeza picuda. En ambos tipos la ausencia de brazos recalca el carácter humanista que el escultor quiere dar a sus criaturas.

De modo que tenemos en Fernando Villapol una continuidad surrealista y una importante novedad, pues no es fácil encontrar escultura surrealista fuera del ámbito de los contrastes y paradojas cultivados en los objetos inútiles o contradictorios.

JOSÉ A. SAMANIEGO


Imágenes de la Exposición
Reabsu n.º 1

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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