Toda la complejidad de un retrato contenida en una sola línea; el arco de un ceño fruncido, o las curvas de una sonrisa memorable reducidas a sus formas más elementales y replicadas en un dibujo con un solo trazo. Athenea Papacostas afirma que este nivel de abstracción nos acerca a entender cómo se configura el mundo.
Inspirada en los retratos creados por Alexander Calder, Papacostas traduce sus figuras en alambre, en nudos y dobleces suspendidos del techo con los que dibuja en el espacio. La arquitectura y la danza son dos mundos que se combinan en su práctica, disciplinas que informan la coreografía de sus líneas. Animadas por el viento o por el paso de los espectadores, las obras parecen reinventarse con cada giro; dialogan unas con otras, bailan solas y acompañadas, como si tuvieran vida propia. En medio de esta danza ceremoniosa, se da el encuentro fugaz con un...retrato, apenas un vistazo que se desdibuja tan pronto aparece. Esculturas en alambre torcido, enrollado y vuelto a estirar por la gravedad, se desplazan lentamente en su propia órbita. Con estas piezas, Papacostas nos invita a ver a través de sus ojos, a recorrer las figuras sin saber dónde empiezan ni acaban, siguiendo el trazo de su mano y nuestra intuición.
Entrada actualizada el el 17 ene de 2018
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