La obra que presenta en la Galería Carmen del Campo está cargada de simbolismo y posee una atmósfera especial que nos retiene. El tema principal son rostros de niños que miran, inocente o críticamente, y que se muestran como personajes centrales y atrayentes. Ante lo más evidente que se nos ofrece, los rostros en sí, hay una intención y una lectura interior que el artista nos invita a hacer. Podemos quedarnos en la agradable contemplación, en las miradas y dulces rostros, pero siempre sería recomendable e incluso necesario para el espectador, tras el primer recorrido visual, sumergirse en el significado de la obra. Pictóricamente descubrimos estudiadas calidades y elegantes combinaciones de color, jugando con la calidez de los tonos según convengan a lo representado. Las figuras se enmarcan en distintos escenarios o en paramentos, estos últimos son tratados con rasgos de abstracción, utilizando el motivo figurativo, una mariposa, una libélula… ... como punto de atención donde el autor nos quiere situar durante un instante, una manera de pausar el tiempo.