Ser del Mediterráneo es una seña de identidad que hermana a hombre y mujeres muy lejanos gracias a un clima benévolo, a la jugosidad de los vergeles y a la dulzura del aire. Aunque no están definidos en ningún manual de Geografía, existe una luz especial, unos aromas concretos, una estilo de vida que dan constituyen al Documento Nacional de Identidad de los ciudadanos de este país imaginario sin más fronteras que las acuáticas que delimita este mar dócil y sereno. Azul como el cielo pintado que lo envuelve en los calurosos días de junio, rojo y ocre como los de los infinitos atardeceres otoñales, blanco de sal como cuando la luminosidad extrema de agosto diluye los perfiles de sus costas.
Nadie ha sabido reflejar mejor esa nación llamada Mediterráneo que Pedro Cano. Viajero infatigable, curioso por vocación, documentalista necesario e indispensable de la mediterraneidad. Sé de sus viajes por Libia...y por Marruecos, por al Oriente y por al Occidente de este mar nuestro. Sé de su amor por Grecia: De su pasión por Sicilia. Pedro es un viajero a la vieja usanza, sin prisas. Como debe ser el viajero. El lienzo blanco en el caballete es enemigo de las urgencias que marca la nueva sociedad 2.0, Por eso le admiro como artista, como persona y como viajero. Porque él tiene la sabiduría y el tiempo que otros ya hemos olvidado para detenerse horas y horas en captar la simetría de unas vides en el Peloponeso, los desconchados en los compactos muros de una ciudadela dálmata o las texturas de los acartonados lienzos de adobe de una Kasbah al sur del Atlas.
Esa radiografía de la ciudad mediterránea es la que Pedro Cano nos regala en esta exposición. Viajes sensoriales a unas ciudades que no son invisibles, como diría Italo Calvino, sino reales, muy reales. Son las urbes que configuran el nudo existencial de un país de color azul y olor a mar al que me honro en pertenecer: el Mediterráneo de Pedro Cano.
Paco Nadal
Entrada actualizada el el 11 dic de 2015
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