Si en algún lugar reposa aquello que llamamos belleza, probablemente lo haga en el epicentro de ese discurso capaz de conciliar lo ideal y lo indiferente. En ese lugar donde la forma acaricia la materia. Y es ahí, precisamente, donde se genera aquello que acabamos llamando contenido, algo que siendo real de partida lo inmaterial transforma, forzosamente, en relevante. Poco importa la forma narrativa. En este caso es a través de una narrativa plástica, o de un poema visual, si se prefiere, como se alcanza esa unidad extraña y sin fisuras. Abrazando la materia ideas, secuencias y escenarios. Y el tiempo. Casi todo ajeno, salvo el tiempo. Así, la aparente indiferencia de la materia acaba reposando junto a la idea y el tiempo. Lo contingente. El momento se manifiesta en forma de una narrativa que nos es extraña y la emergencia de una realidad ajena se hace presente. La certeza de que existe vida bajo las cosas. JUSTY GARCÍA KOCH