Descripción de la Exposición En el truculento arte de la dialéctica siempre hay cabida para múltiples interpretaciones de los vocablos que conforman una discusión dada. Atendiendo, entre otras razones, a la elección de las acepciones que a menudo no se escogen consensuadamente. Imaginemos que en el transcurso de una exposición las palabras superfluo e importante se sustituyen por otras, que en determinados casos puedan ser sinónimos aceptados pero que en otros ni siquiera se aproximan a los conceptos anteriores. Tomaremos 'superficial y profundo' como sustituciones razonables y ejemplos prácticos de la referencia. Así, preocuparse en demasía por los festones de un sombrerito playero conlleva un comportamiento superficial basado en algo superfluo y ahondar en el corazón humano puede ser una cuestión importante (o no) de un órgano profundo. Una tesis aceptable es la inevitable unión de estos supuestos opuestos: una caricia en el clítoris -superficial- practicada con la suficiente maestría puede deslizar por el cauce de los nervios una -profunda- sensación de placer en el cerebro; sin duda un lugar importante. Dicho placer, nada superfluo, puede conllevar connotaciones emotivas y sentimentales tales como el amor u otras más dispares, asociadas a las persona que ejecute esta acción. Entrando ya en cuestiones profundas de la psique. Una bofetada en la cara es un impacto producido a nivel superficial que puede generar un cabreo importante. Pero si la hostia es superflua, (cabría, aunque un tanto forzado, 'fingida' como vocablo reemplazante) dentro de un propiciado contexto de cachondeo puede desembocar en risa y en ponte otros dos whiskys camarero. Vemos por tanto como lo superficial o superfluo puede derivar en algo profundo e importante y de cómo un tema importante puede tratarse de forma frívola y aparentemente superficial. Esto último merece una reseña significativa: la apariencia de alguna de estas cualidades. Un chiste antiguo pero eficaz en mi argumentación es el del tipo que cree que el río tiene poca profundidad porque a los patos le llega el agua por la barriga. La cuerda que penetra en la hondura del pozo es la misma que vemos en la parte externa. Si introdujéramos en un pozo a una persona superficial, pongamos como ejemplo un presentador televisivo de paliza diaria con asuntos superfluos de cotilleos de bloque, ¿qué conseguiríamos? En principio, no acabaríamos con la tele-basura puesto que sería reemplazado de inmediato por otro mequetrefe, especie abundante en estos lares, pero habríamos tocado los extremos en el experimento. ¿Estallaría el sujeto en su nuevo enclave, 'la profundidad', aunque sólo fuera una metáfora? Puede esta atracción de polaridades parecer contradictoria, pero de una asiduidad terrible, en el enfangado mundo de la política, resultando excepcional o inexistente aquel político que para llegar a lo más alto de su carrera no haya descendido a lo más bajo. Siguiendo con el análisis lingüístico, no aceptaríamos en esta ocasión un intercambio de 'bajo' por 'profundo' y menos aún por 'importante'. Aunque las actuaciones de esta lluvia de gobernantes corruptos vendidos al mejor postor sí traerán lodos de relevancia social. Siendo menester plantearse también para esta lacra mundial el llamado en otro tiempo: 'tormento de garrucha'. Cuélguese al político bocabajo padeciendo la tortura de su propio peso, que no iba a ser excesivo a pesar de sus egos hinchados de poder y sus barrigas colmadas de cigalas. Si nos atenemos al diccionario encontramos para ellos los calificativos perfectos, por exactos en su descripción, de las palabras a estudiar: - Superfluo: no necesario, que está demás. - Superficial: Aparente, sin solidez ni sustancia. Es decir, sin peso, y a menos peso, menos padecimiento. Dando un vuelco al tema y para no incitar a desesperados incendiarios en esta coyuntura desagradable en la que estamos imbuidos, haré una mención a lo trascendente como revelación última de lo importante. Sin querer entrar en arduas divagaciones de amplitud, voy a encaminarlo todo a la esencia para lo importante y a su falta para lo superfluo. La posibilidad de que todo tenga 'alma' está ya dentro del animismo del que no quiero ahondar por improcedente. Pero si todo tuviera una esencia o parte de la que no pudiera desprenderse sin perder su naturaleza, ésta sería lo realmente importante. Un hombre sin brazo es un manco, pero un brazo exento no es un hombre. De lo cual no puede deducirse que los brazos sean superfluos, en cambio sería comprensible añadir que la profundidad de un ser humano no está en sus miembros, los meta donde los meta. El debate sobre la consideración de los grados de importancia es inevitable y extenso. Discutir si son superfluos los bordes de una pizza es una banalidad superficial, pero que podría desembocar en el análisis de las grandes ideologías políticas de la Historia. Sin embargo, el desenlace de toda esta retahíla tiene como objeto hacer apología de 'la conversión' (nada que ver con los llamados marranos o judeoconversos). De la misma manera que para los japoneses en la ceremonia del té se intenta perfeccionar cada movimiento, por insustancial o intrascendente que le parezca a los que no comulguen con este ritual, optar por la conversión de lo superfluo en importante es la solución para dar un sentido a las nimiedades. Que tropezar con alguien pueda transmutar en un acto comunicativo improvisado, o que unas televisiones viejas y apiladas con una intervención sugerente puedan transformarse en una obra de arte, etc. Intentar alejarse de la idiotez es, además de un paso obligado, un camino para aquellos que pretendan progresar en el autoconocimiento. Mudar lo superfluo, que inevitablemente conforma secciones de nuestra cotidianidad, en algo que importe es una parte sustancial de este camino. Con hambre también se comen los bordes de la pizza.
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España