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De la vida doméstica. Bodegones flamencos y holandeses del siglo XVII

Exposición / Fundación Juan March / Castelló, 77 / Madrid, España
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Cuándo:
08 feb de 2013 - 03 mar de 2013

Inauguración:
08 feb de 2013

Organizada por:
Fundación Juan March
Etiquetas
Pintura  Pintura en Madrid 

       


Descripción de la Exposición

Continuando con el modelo de exposiciones de pequeño formato como las dedicadas durante los últimos años a Giandomenico Tiepolo o Giorgio Morandi, la Fundación Juan March presenta en febrero una pequeña muestra integrada por 11 bodegones flamencos y holandeses del siglo XVII, de los artistas Osias Beert, Pieter Claesz, Willem Claesz Heda, Floris Claesz van Dijck, Jan Davidsz de Heem y Clara Peeters. Se trata de algunos de los artistas más renombrados de entre los que hicieron de la equívocamente denominada naturaleza muerta uno de los géneros más característicos de la pintura del norte de Europa. Acompaña la muestra un pequeño catálogo que incluye, además del análisis de las obras y de los perfiles biográficos de los artistas, un ensayo -titulado La mesa con arreglo de objetos y alimentos . Una tipología de bodegón flamenco y holandés- a cargo de Teresa Posada Kubissa, conservadora de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte del Museo Nacional de Prado.

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EN ARTÍSTICO DESORDEN

 

Se trata de mesas sobre la que sus autores han dispuesto, 'en artístico desorden' -como explica Teresa Posada Kubissa en el ensayo que articula las páginas de la publicación-, todo un repertorio de alimentos -a menudo exquisitos y exóticos- y de objetos valiosos. En todas las obras seleccionadas los pintores han dejado constancia de su maestría en la descripción y recreación de las texturas, de los efectos y reflejos de la luz en la plata y el cristal, de las sombras: del aire de estos reducidos escenarios, en los que la vida doméstica parece remansarse, calmada y pacífica. Estas composiciones son conocidas, de modo muy inexacto, como 'bodegones' o 'naturalezas muertas', haciendo fortuna la equívoca traducción española de la errónea traducción francesa de stilleven, el término holandés original con el que se las denominó a partir de mediados del siglo XVII. Se trata, en realidad, de representaciones de la 'vida quieta o inmóvil' -traducción literal de stilleven, que sí respeta el inglés still life- de las cosas, tras las que se ocultan verdaderos mundos de significado, y que al mismo tiempo aspiran a transmitir sentimientos morales y a evocar sensaciones para los sentidos.

 

Estos 'bodegones' comenzaron a pintarse a principios del siglo XVII en todos los territorios de los Países Bajos; sin embargo, la división política llevada a cabo en 1581 provocó que, en el nuevo estado independiente de Holanda, donde la iconoclastia del reformismo calvinista impulsaba a los artistas hacia una pintura más descriptiva y doméstica, se produjera una mayor evolución del bodegón en todas sus tipologías. Las obras que conforman esta muestra consiguen, a pesar de su reducido número, cubrir esa evolución: desde Osias Beert, el iniciador de este tipo de composiciones (aquí con una obra fechada en torno a 1610), pasando por dos cultivadores de su estilo -la misteriosa Clara Peeters y Floris van Dijck-, hasta Jan Davidsz de Heem (una de sus obras data de 1651), que continuaría la tradición de las llamadas 'mesas monocromas', inaugurada, a finales de la década de 1620, por Willem Heda y Pieter Claesz.

 

La esencial colaboración de Teresa Posada Kubissa, autora del ensayo, del análisis de las obras y de los perfiles biográficos de los artistas, incluidos en la publicación, ilumina la intrahistoria de unas obras muy desconocidas, muy ricas en significados -en ocasiones paradójicos- y de una más que evidente y discreta belleza.

 

 

A continuación reproducimos un extracto del texto de Teresa Posada Kubissa:

 

La 'mesa con arreglo de objetos y alimentos', una tipología del bodegón flamenco y holandés

 

La representación de mesas con valiosas platos de peltre, cuencos de porcelana, vasos de plata, lujosas copas de cristal o de plata sobredorada y sofisticados alimentos colocados en un artístico desorden e iluminados de forma precisa es una de las diversas tipologías de naturaleza muerta o bodegón que empezaron a cultivarse en los primeros años del siglo XVII en Flandes y Holanda.

 

Estas composiciones (en adelante, para facilitar la lectura me referiré a ellas como 'mesas') figuran en los inventarios flamencos y holandeses del siglo XVII como ontbijt [desayuno o comida ligera] o como banket [pasta o dulce] y formaban parte de los diversos tipos de pinturas mencionados por el pintor y tratadista Karel van Mander en el prefacio de Het Schilder-Boeck (1604) como 'animales, cocinas, frutas, flores...', que a partir de la segunda mitad del siglo XVII pasarían a ser denominados stilleven de forma genérica.

 

Los autores anglosajones, traduciendo la denominación neerlandesa, designan como breakfast-pieces estas 'mesas' con arreglos de objetos y alimentos. Sin embargo, nuestra literatura artística no ha llegado a acuñar para ellas un nombre específico. Decimos simplemente 'bodegón' o 'naturaleza muerta', a pesar de que no son lo uno ni lo otro. En primer lugar, nada en estas representaciones justifica su identificación con una bodega o cocina: los objetos son lujosos, los alimentos caros y exóticos, y la mesa está ante un fondo negro o ante una pared lisa y, como ocurre en Bodegón con copa sobredorada, tazza y melón, cuando en esa pared sobresale algún elemento arquitectónico, se trata normalmente de una columna, es decir, un elemento arquitectónico monumental propio de un espacio o entorno lujoso.

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Pero más inapropiado aún resulta hablar de 'naturaleza muerta', ya que los protagonistas son objetos y alimentos. Los primeros no pueden estar ni vivos ni muertos. Los segundos sí son perecederos; pero nunca decimos de un alimento que está muerto, aunque los arenques, cangrejos, langostas u ostras representados ciertamente lo estén.

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La 'mesa': origen y evolución

 

Como se decía al comienzo, la 'mesa' empezó a cultivarse en los primeros años del siglo XVII en Flandes y en Holanda, al igual que las diversas tipologías de naturaleza muerta o bodegón. Sin embargo, a lo largo de ese siglo, los flamencos continuaron pintando jarrones con flores y guirnaldas de flores y frutas, pero fueron los pintores holandeses quienes desarrollaron e hicieron evolucionar el bodegón en todas sus tipologías. De hecho se considera, junto con el paisaje, la contribución decisiva de esa escuela al desarrollo de la pintura europea.

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Pero, a pesar de todo, la división política y religiosa hizo inevitable que en poco tiempo la pintura holandesa y la flamenca siguieran derroteros distintos. Los Países Bajos meridionales (en adelante Flandes) continuaron ligados a la monarquía de los Austrias y, por tanto, en la órbita cultural de la Roma contrarreformística, mientras que las siete provincias del norte se constituyeron en estado independiente, las Provincias Unidas (en adelante Holanda), dirigido políticamente por una nueva y poderosa burguesía mercantil y adscrito culturalmente a la órbita del mundo protestante. Más en concreto, de la Iglesia Reformada.

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En efecto, la combativa iconoclastia de esta iglesia, con su definitiva prohibición de las imágenes de culto en iglesias y otros lugares públicos, obligó a los pintores holandeses a orientarse al paisaje y a las representaciones que llamamos de forma genérica bodegón o naturaleza muerta.

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Indudablemente, la orientación hacia estos géneros se vio favorecida por el hecho de que los pintores holandeses, en su afán por liberarse del sur católico, habían optado por vincularse a la tradición pictórica nórdica, que era también, y por lo mismo, la defendida por la Iglesia Reformada.

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Las 'mesas' presentan, desde el primer momento, unas características estilísticas concretas, que mantienen a lo largo del siglo y que son: una aparente simplicidad en la ordenación de los objetos; un tratamiento indiferenciado de esos objetos; la representación de cada objeto en toda su rotundidad volumétrica; la cuidadosa reproducción de los reflejos de la luz -procedente de una fuente externa al cuadro- sobre las distintas superficies; y, sobre todo, una pasmosa precisión en la reproducción de las distintas texturas, donde llegan a tal perfección que se entiende que no tardaran en surgir leyendas sobre técnicas cuyo secreto era celosamente guardado por los pintores especializados en este tipo de cuadros.

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Se considera que el iniciador de este tipo de composiciones pudo ser Osias Beert (c 1580-1623), con obras como Bodegón con nautilus y frutas en un plato Wan-li, fechada entre 1610 y 1615. En sus cuadros la mesa con los objetos llena la práctica totalidad de la superficie pictórica, sin apenas espacio alrededor, de forma que los objetos, colocados en el plano inmediato al espectador, se imponen como una repentina visión que emerge de la oscuridad. La posición de la mesa y de los objetos es frontal al espectador, pero este estatismo queda contrarrestado por la ordenación de los objetos sobre ejes diagonales que corren paralelos hacia el fondo, dotando a la composición al mismo tiempo de cierta profundidad espacial. Los distintos elementos representados están colocados unos junto a otros, sin apenas tocarse, sin superponerse ni interferir unos con otros, de manera que todos pueden ser vistos con plenitud.

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A partir de la década de 1620 parece que la 'mesa' se mantuvo principalmente en Holanda. Y allí evolucionó en la misma dirección que lo hizo toda la pintura del barroco: hacia la conquista de la atmósfera, la luz y el movimiento.

 

Esta evolución alcanza su mejor expresión en los 'bodegones monocromos', que constituyen una tipología específicamente holandesa. Vroom denominó así estas 'mesas' (monochrome breakfast-piece) por estar entonadas en una armonía monocorde de pardos y verdes, con algunos toques de blanco y del amarillo del limón -una constante de estas 'mesas'- como contrapunto.

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El conjunto que aquí se presenta es absolutamente representativo de este tipo de 'mesa', que apenas evolucionó a lo largo de más de una década: de Heda, Bodegón con copa sobredorada, salero y ostras, fechado en 1632; Bodegón con jarra de plata, reloj y arenques, fechado en 163(¿4 o 9?); Bodegón con copa Römer, panecillo y limón, que se puede fechar en torno a 1635-40 por su proximidad a la de Claesz. Bodegón con copa Römer, panecillo y ostras, fechado en 1643. Como es característico en estas 'mesas monocromas', el tablero está descubierto o medio cubierto con un mantel verde o blanco, y los objetos ya no están cuidadosamente colocados, sino que parecen abandonados, algunos incluso volcados, en un desorden que, sin embargo, es sólo aparente, ya que se trata de composiciones muy calculadas y equilibradas, en las que los objetos se van enlazando en un rítmico juego de curvas contrapuestas. Pero la innovación más trascendente es la utilización naturalista de la luz. En efecto, la luz, que entra por el ángulo superior izquierdo a través de una ventana situada fuera del cuadro y se refleja en la copa Römer a medio llenar con vino blanco, e ilumina el fondo al tiempo que se desliza sobre los objetos, modelando las formas y difuminando los contornos de manera que la mesa y los distintos elementos quedan integrados en un todo rodeado de una delicada atmósfera de sutiles luces y sombras. El fondo, que ahora ocupa más de la mitad de la composición, deja de ser un vacío y pasa a ser un elemento pictórico.

 

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El significado de la 'mesa'

 

Pero, qué finalidad tenían estas imágenes frías y objetivas, y perfectamente pintadas: ¿encierra su contenido un significado más allá de lo puramente estético o son sólo una invitación a recrearse en la exacta reproducción pictórica de texturas, brillos, formas y en el dominio de la perspectiva?

 

En la búsqueda de una respuesta a esta cuestión se han venido desarrollando desde mediados del siglo pasado diversas propuestas interpretativas, que cabe agrupar en dos tendencias generales: las de aquellos autores que parten del presupuesto de que la función del arte del siglo XVII era la comunicación de ideas; y las de aquellos que parten de una caracterización de la cultura holandesa como específicamente visual, donde la función de la pintura era la descripción de la realidad visible. En consecuencia, las primeras interpretan estas 'mesas' como imágenes significativas que remiten a una realidad externa a la pintura; las segundas, como imágenes paradigmáticas: son sólo y nada más que lo que vemos.

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Sin embargo, todos ellos dejan de lado lo que estas 'mesas' realmente son: cuadros hechos por pintores, que aspirarían al reconocimiento de su pintura y al consiguiente prestigio social y que, de hecho, obtuvieron. Y esto es, en principio, lo sorprendente, ya que estas 'mesas', en su quietud y fría objetividad, constituyen precisamente la negación de la esencia misma de la pintura del siglo XVII: la transmisión de emociones, de estados del alma, a través del movimiento de las figuras. Si es así ¿por qué fueron aceptados y admirados estos cuadros que, en buena lógica, tendrían que haberse visto, desde un principio, condenados al fracaso? La clave podría estar en que con estos cuadros sus autores defendían la posibilidad -y la dignidad- de otro tipo de pintura. De una pintura que, a diferencia de la de historia, no necesitaba de conocimientos eruditos para ser entendida (y pintada), ya que su finalidad no era trasmitir sentimientos, sino evocar sensaciones. Es decir, no era mover el alma del espectador, sino sus sentidos. Visto así, el significado de estas frías y objetivas representaciones de mesas con arreglos de objetos y alimentos podría residir simplemente en la evocación de los distintos sabores y texturas.

 


Imágenes de la Exposición
Jan Davidsz de Heem, Bodegón con frutas y empanada, 1651

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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