Descripción de la Exposición
Se conoce como cantes de ida y vuelta a un grupo de palos flamencos directamente emparentados con diferentes formas del folclore americano. La aparición de este conjunto de géneros se originó por el intercambio marítimo de artistas que llevaron a adaptar aquellos palos más “jondos” a inspirarse en las melodías más dulces de los cantes tradicionales. Las guajiras, rumbas, vidalitas y milongas y las colombianas.
La relación directa que Andalucía occidental mantuvo con las Indias durante el Siglo de Oro debido al florecimiento comercial se materializó en un legado cultural que aún hoy en la actualidad se mantiene. Arquitectura, fiestas, música, costumbres, lengua... atrajo un intercambio constante que con sus sombras y luces especialmente referido a lo referido a antropológico.
La Milonga del forastero que interpretó Carmen Linares sobre versos de Jorge Luis Borges, habla de una serie de campañas militares que se produjeron en los años 1811 y 12 en las provincias del Río de la Plata y que sirvieron para liberar del dominio realista español en la Banda Oriental.
Doctor en Bellas Artes, nace en Sevilla en 1940. Inició sus estudios artísticos en la Escuela de Artes y Oficios. Mientras estudió el Bachillerato superior, se inició en el dibujo comercial en un taller de fotograbado familiar. Vivió en Madrid en el año 61, asistiendo a clases de dibujo a la vez que trabaja en un estudio de publicidad. De vuelta en Sevilla, ingresó en la Escuela Superior de Bellas Artes, sin dejar de dibujar para agencias y estudios de grabado; creó su propio estudio de gráfica. Hasta 1971 alternaría su actividad de grafista con la de pintor, año en el que entra como profesor en la Escuela Superior Bellas de Artes al cargo de la materia “Dibujo del Antiguo y Ropajes”. A partir de entonces, abandona paulatinamente su dedicación a la gráfica publicitaria, para dedicarse íntegramente a la práctica de la pintura y la enseñanza. En el año 2011 se jubiló.
La relación de Antonio Agudo con Latinoamérica se fijó desde su primera visita a Guatemala en 1977. Fue un flechazo y esta primera experiencia le serviría para enamorarse de la exuberancia del mundo indígena. Los continuos viajes que el artista ha ido realizando, han trascendido más allá de lo pictórico y evolucionando desde su inicial visión romántica para profundizar sobre lo verdaderamente importante. Su obra debe entenderse como un verdadero compromiso cultural, cuyo eje principal gira en torno a lo humano.
Sus estancias le han permitido sumergirse con mayor profundidad en lo antropológico, tal como indicaba Elías Zamora (artículo publicado en Sevilla 92, N8). (Para dejar paso a toda una gama de sensaciones que iba a permitir entrar y conocer el verdadero corazón, la realidad de la vida del indio). (Ahora los mercados no eran solo belleza y murmullo. En los tejidos no descubrió solo la belleza si no que reparó en que tal prodigio artesanal cubría el cuerpo enjuto de una mujer indígena, maltratado tanto por la naturaleza, como por los hombres). Esta nueva visión humana le llevó a una transformación en su pintura.
Raúl Chávarri escribió, “Agudo significa el magisterio y un ejemplo dentro de nuestro realismo de vanguardia, una vuelta a la pintura de ayer realizada por un hombre absolutamente actual, una recreación del humanismo propio de la época, desde los postulados de una personalidad a la vez tradicional y revolucionaria” CHAVARRI, R. (1974) Antonio Agudo y el realismo de los años 70, Ed Instituto de Cultura Hispánica, Madrid.
El artista describe su pintura como una constante y desesperada búsqueda, no del realismo como tendencia, sino del realismo como contacto con la realidad y aunque su obra requiere una sólida técnica el artista no se siente esclavo de la misma. La exposición reúne dos temas principales el paisaje y la figura humana.
El artista, con un dominio fuera de lo común, prefiere la sobriedad del dibujo para abordar la figura humana, el virtuosismo de su dibujo atmosférico, huye de los contornos definidos potenciando el carácter vital de sus personajes.
Sus actitudes están cargadas de nostalgia, desnudas de lo decorativo. Parecen ausentes, mostrando la profundidad de la mirada de un alma siempre melancólica. El artista es capaz de dibujar el silencio que le precede a un diálogo íntimo.
El paisaje mantiene una paleta sobria cargada de matices y transparencias que a modo de superposiciones veladas van adquiriendo una complejidad cromática basada en la gestualidad. La quietud del paisaje tradicional aquí nos lleva al dinamismo con el que el espectador se enfrenta a la naturaleza. Su paleta etérea huye del falso artificio de la luz, ahonda en lo esencial y se distancia de la propia realidad, no es un pintor impresionista. Su visión es romántica y recreada. El paisaje es una extensión de lo humano, entorno que coloniza para hacerlo suyo. El silencio vuelve a aparecer como tema principal, nos traslada a la contemplación de la grandiosidad de la naturaleza hacia lo íntimo y contemplativo.
En esta exposición el espectador disfrutara de 15 piezas entre dibujos y pinturas, donde podrá desgranar la estrecha relación humanística que la obra del artista tiene. Una cuidada selección de obras de diferentes formatos y épocas. Una ocasión ideal tanto para conocer la trayectoria del reconocido maestro, como para poder adquirir alguna de las piezas expuestas, que ya forman parte de la historia del realismo contemporáneo Andaluz.
Exposición. 19 nov de 2024 - 02 mar de 2025 / Museo Nacional del Prado / Madrid, España
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España