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De Granada a Nueva York

Exposición / Centro Cultural Caja Granada Puerta Real / Acera del Casino, 7 / Granada, España
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Cuándo:
21 dic de 2006 - 28 feb de 2007

Organizada por:
Centro Cultural Caja Granada Puerta Real

Artistas participantes:
José María López Mezquita
Etiquetas
Pintura  Pintura en Granada 

       


Descripción de la Exposición

Resulta casi imposible iniciar una aproximación a la vida o el arte de José María López Mezquita (Granada 1893, Madrid 1954) sin que se suscite el tema del artista precoz, del joven prodigio con unas dotes excepcionales para la pintura que tuvo una ascensión sorprendente. Su primera formación tuvo lugar en Granada, en el taller de José Larrocha, donde comenzó a dibujar y pintar a los nueve años. Mas tarde, contando trece años, la familia se trasladó a Madrid desarrollando su aprendizaje en la Escuela de Bellas Artes, y completando su formación en el taller del pintor valenciano Cecilio Pla, que fue su maestro más directo e influyente en esos años. A la temprana edad de dieciocho años, caso insólito, conseguía López Mezquita una medalla de primera clase en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid de 1901 con su lienzo Cuerda de presos. Una pintura en la que se imbricaba el tema de la conflictividad social con la anécdota de tipo familiar. Pero al mismo certamen había presentado otras obras de no menor entidad, como Reposo (también conocido como La siesta) o el hoy denominado Granadina; pinturas con las que manifiesta, desde posiciones muy personales, una obsesión luminista ampliamente compartida en la plástica española de ese momento. Granadina es un lienzo vitalista en el que aborda la imagen de una feminidad amable y gozosa con su ámbito, que entronca con la línea que había desarrollado su maestro Cecilio Pla, aunque atento también a las aportaciones de Joaquín Sorolla y Ramón Casas. Mezquita asimila, con una capacidad extraordinaria, los ejemplos de los maestros o referentes de su tiempo para situarse a su mismo nivel. Paralelamente a esta pinturas, oscilantes entre la inquietud social y el tipismo de espíritu regionalista, comienza a desarrollarse el retratista mundano y elegante con obras La Inglesita (1901) o el ya emblemático retrato de su amigo el pintor José María Rodríguez Acosta (1902). La Inglesita figura entre los más atractivos retratos femeninos de López Mezquita, siendo una pintura donde quizás ya se puede hablar de una temprana aproximación hacia el espíritu de los retratos de Whistler y Sargent. El retrato de Rodríguez Acosta pertenece al capítulo del retrato de artista, o a la serie de lo que se podría denominar “El retrato de artista como retrato elegante”.

En 1902 López Mezquita marchó al extranjero pensionado por la Infanta Dª Isabel de Borbón. Nogales dice que estuvo cuatro años recorriendo Francia, Bélgica. Holanda e Inglaterra, estudiando la pintura de dichos países y visitando sus museos. El centro de su residencia fue París, donde tuvo diversos estudios en los distinto años que residió allí, pero dada también su participación en las exposiciones nacionales hay que pensar que esa estancia fue intermitente. Entre 1903 y 1910 López Mezquita envió sus obras tantos a los salones internacionales como a los certámenes nacionales, llevando en ocasiones las mismas pinturas a uno u otro lugar. En 1903 obtuvo uno de sus primeros éxitos internacionales, al conseguir una tercera medalla en el Salón de París con su cuadro Reposo. Una pintura donde desarrolla con sutileza extrema el efecto de un contraluz; una obra sintética, de moderna concepción, que sorprende por la singularidad de su encuadre. En estos primero años realizó también paisajes tan significativos como Patio de los Arrayanes (1904), El Embovedado (1904) o Patio de la Reja (h.1905). Composiciones llenas de armonías y sugerencias casi musicales, con las que se aproxima al espíritu poético y esteticista del fin de siglo. Como Venecia, Florencia, Brujas o Toledo, Granada era un lugar que ofrecía innumerables encantos y atractivos a los artistas, siendo visitada por pintores e intelectuales de todas las procedencias, que se sentían fuertemente atraídos por sus rincones y parajes. Pero no es la Alhambra del nocturno o la del atardecer la que le ve, sino la de la luz radiante y el cielo azul limpio, cual afirmación plena del paisaje del sur frente al del norte.

También comienza ahora a presentar sus retratos en las exposiciones internacionales, llevando al Salón de Otoño de París de 1904 los retratos de su madre y el de Alice Munford. El de La madre del pintor es una excelente confirmación de sus dotes como retratista dentro de una concepción muy depurada en la línea de Whitsler. López Mezquita ha estudiado los retratos de a los grandes maestros de la pintura española y, los de los modernos maestros internacionales gracias a sus estancias en París y Londres, constando la presencia y consagración del retrato moderno en todo tipo de exposiciones.

Una orientación más contenida y realista se estaba abriendo camino en la obra del artista. Desde sus primeros años en Madrid Lopéz Mezquita manifestó en sus cartas la profunda admiración que le despertaron los retratos de Velázquez, Ribera y Goya, así como las obras de Tiziano y Rubens. La lección velazqueña fue decisiva en la conformación del retrato moderno, Manet, Withsler, Rosales, Sala, Sorolla o López Mezquita son unos cuantos nombres ilustrativos de esa fascinación. Con respecto a su generación y al tipo de arte por el que se inclinó, López Mezquita fue un nombre destacado en uno de los períodos más ricos de la historia de la cultura hispana, y en tal sentido reconocieron su aportación eminentes críticos y escritores del momento como Ramón Pérez de Ayala, José Francés, Francisco Alcántara, Margarita Nelkén, Miguel de Unamuno o Blasco Ibáñez entre otros. El conjunto de esos treinta primeros años del siglo XX fue un mosaico de personalidades muy contrastadas que trazaron distintas direcciones en la encrucijada del fin de siglo; mientras uno grupo destacado de artistas españoles se insertaron pronto en el corazón de la vanguardia internacional (Picasso, Gris, Gargallo) abriendo unos nuevos horizontes en el arte contemporáneo, que tardaron un tiempo en difundirse e incidir con amplitud entre sus colegas nacionales. Hay que destacar también la existencia de un nutrido número de artistas que buscaron su guía en el arte de los museos, en la gran tradición de la pintura española del Siglo de Oro. A los pertenecientes a esta facción, desde otra perspectiva, también hay que considerarlos como piezas representativas de la renovación del arte español de principios del siglo XX, con Zuloaga como referente principal. Las obras de éstos significaban una oposición al academicismo dominante. Sin embargo, desde 1906 esta pintura había comenzado a afirmar su ascenso y triunfo, cuestionando otros magisterios o influjos potentes como el de Sorolla y el tipo de pintura que el representaba.

En 1906 se produce una primera crisis del modernismo coincidiendo precisamente con el momento de su máxima expansión y recepción. Entre 1906 y 1910 tiene lugar una serie de realizaciones que con distinta intensidad manifiestan intentos de rupturas con el fin de siglo. Dominando ahora una fuerte voluntad de estilo y una doble atracción entre lo autóctono y lo cosmopolita. Tanto El arte español de espíritu vanguardista como el no vanguardista alcanzaron en estos momentos una innegable personalidad. Es por ello bastante complejo sistematizar o estructurar este arte manejando compartimientos estancos que no atiendan a las oscilaciones e incursiones de tan variada índole que tienen lugar, que no son sólo, como en ocasiones se ha dicho, signo de desorientación sino de inquietud

Al margen de lo oportuno de las clasificaciones y denominaciones hechas para este arte -modernismo, generación del 98 y regionalismo-, que a veces confunden más que aclaran, lo cierto es que parte de estos artistas, entre los cuales hay que situar a López Mezquita, representan ante todo el anhelo de una tradición renovada que evoluciona desde el espíritu del fin de siglo hacia una pintura más novecentista. Una pintura que en un momento de crisis, incertidumbre y reflexión sobre la identidad nacional, pretendía dar respuestas ofreciendo unas imágenes contundentes que expresaran de un modo profundo el carácter del país y de sus gentes. Los modelos preferidos para ello fueron los tipos más incontaminados que habitaban las ciudades muertas y los pueblos detenidos en el tiempo. Las ciudades inspiradoras en este sentido fueron para López Mezquita Ávila y Salamanca.

Tras sus primeros éxitos, que lo situaron en la cumbre de los nuevos talentos de la joven pintura española, se orientó a partir de 1906 hacia otros derroteros temáticos más acordes con las inquietudes del momento. La llamada pintura de tesis casi desaparece de su producción, caminando el artista hacia una pintura de espíritu más casticista, noventayochista si se quiere, que se identifica preferentemente con tres géneros: la temática regional, el paisaje y el retrato. En la monografía que José Francés le dedicó al pintor escribe entre los primeros párrafos que “nadie como él, entre los pintores actuales, tenga tanto derecho a ser considerado como el legítimo heredero de los grandes maestros de la pintura clásica española.”

El caso es que a partir de estas fechas los grandes retratos se suceden grajeándole un notable reconocimiento entre el público y la crítica si bien son simultaneados con grandes composiciones de temática casticista. Los cuadros Mis amigos (1906) y La juerga (1906) marcan un periodo nuevo en la obra del pintor granadino. La visión más folklórica de la España blanca da lugar a otra mucho más dura y expresiva que podría encuadrarse en lo que se denomina la visión de la España negra, magistralmente plasmada en cuadro como La juerga o El velatorio. Como señaló Henares Cuellar: “Su propia pintura populista muestra un aliento diverso, pese a dominar el russonianismo idílico no deja de percibirse su sensibilidad hacia lo acre y un fondo crítico en determinadas escenas.”

Mis amigos fue una de las obras del granadino más apreciada internacionalmente por la crítica, consiguiendo con él una Medalla de Oro en la Exposición Internacional de Munich de 1909. Max Nordau en su libro Los grandes del Arte Español, destacó, entre otros, el significado de Mis amigos: “Títulase así un cuadro en el que reprodujo a un grupo dispuesto con mayor holgura, de personas jóvenes y de edad que lucen con garbo andaluz sus capas y sombreros y cuyos elocuentes retratos traslucen sus diferencias de espíritu y carácter. La exuberante vivacidad de éste, la confiada familiaridad de aquel, la ecuánime flema de aquel otro, de suerte que nos parece leer en sus almas como en un libro abierto”.

López Mezquita retrató con frecuencia a sus amigos y allegados convirtiéndolos con en modelos y protagonistas de sus obras. Mi amigo don Segundo (1908) fue un cuadro muy particular en este sentido, que presentó también en diversas exposiciones nacionales e internacionales, obteniendo con él otra Medalla de Oro en la Exposición de Buenos Aires de 1910, y similar galardón en Bruselas con La juerga.

El retrato se convierte de nuevo con Mi amigo Don Segundo en un documento de los contrastes de la realidad del país, confrontando la imagen dos tipos opuestos, el urbano y el rural. Vestido con toda pulcritud el notario Don Segundo va montado en un asno acompañado de un pastor o guía va con alpargatas, zamarra de cordero y sombrero. Mientras Don Segundo mira con cierta altivez al espectador, con un aire de hidalgo que lo presenta como eslabón de una casta, su acompañante aparece sumido en la sombra que proyecta su sombrero y concentrado en apurar un cigarrillo liado. Tanto el guía como el asno denotan por sus atavíos y arreos la pertenencia a una misma geografía, formando ambos casi una unidad en el cuadro. Don Segundo viaja, pero viaja hacia el pasado, hacia los lugares del tiempo detenido donde no ha llegado la sombra del progreso.

1910 fue un año de plenitud para López Mezquita en el que el pintor vio colmados sus esfuerzos tanto en las citadas exposiciones internacionales como en Exposición Nacional de Madrid donde ha conseguido una nueva primera medalla con el Retrato de la familia Bermejillo. Un retrato del refinamiento y la elegancia mundana de la alta sociedad capitalina que iba acompañado al certamen de un lienzo de espíritu completamente opuesto, El Velatorio. Una ambiciosa obra de inspiración popular en la que reflejaba una página intensa de la España más primitiva, estableciendo un agudo contraste con el retrato de la otra familia burguesa. Una imagen de la España negra sólo comparable a algunas pinturas de Zuloaga o de Gutiérrez Solana. La imagen mundana y cosmopolita de la sociedad española quedaba confrontada a esta otra de la España profunda, ajena al progreso, que mantenía vivas sus tradiciones más ancestrales. La caracterización de tipos se tornaba aquí en análisis antropológico. Retratar con realismo a un grupo de gitanos conllevaba irremediablemente la impronta de lo étnico y racial, y el baile como una expresión que brota de lo más hondo de su ser. La tragedia hecha fiesta; la alegría y el llanto se hermanan de un modo sorprendente en esta obra singular. Una pintura de contrastes donde se confrontan vida y muerte, alegría y dolor. López Mezquita ha pintado aquí muchas cosas, es un cuadro denso y tenebroso con algo risueño a la vez. Pinta la fealdad de la vejez y la belleza seductora de la juventud encarnada en la joven bailaora. Pinta la atmósfera oscura de una cueva del Sacromonte en la noche; una caverna que huele a humo, sudor y muerte. Pero López Mezquita pinta aquí algo realmente difícil de expresar y transmitir como es el ruido.

En la Exposición Nacional de 1915 lleva estudios de tipos Segovia y Ávila, junto a otros memorables retratos que dejan ver la plenitud y evolución de su estilo: La Infanta Isabel y la Marquesa de Nájera, José Francés, El torero Machaquito, Pérez de Ayala y Carmen Bermejillo. Pinturas que lo confirman como uno de los más destacados especialistas en el género. El escritor Ramón Pérez de Ayala, que fue uno de sus más fieles admiradores consideraba a “Mezquita particularmente como un gran pintor de retratos. Lo que equivale a decir que es un pintor del auténtico linaje español. Los pintores españoles son pintores de retratos, la poderosa representación autónoma de personalidades vivientes con real e imaginaria biografía. Todos los cuadros de Velázquez, El Greco, Zurbarán, Murillo, Ribera y Goya, aunque sean numerosas las figuras de ellos, cada uno es un retrato independiente, una personalidad real, un pequeño universo de carne y espíritu.”

La escritora Margarita Nelken incidió también en el valor de los retratos de López Mezquita presentados a la Exposición Nacional de 1915, destacando en concreto dos de ellos, el la Srta Bermejillo y el de Ramón Pérez de Ayala, que los considera los dos cuadros más interesantes de toda el certamen y un ejemplo de lo que debía ser un retrato: “Caso raro he dicho, y en verdad merece que en él se repare detenidamente, pues el arte del retrato tan eminentemente español y tan floreciente en la historia artística de España, ha caído en el verdadero cliché fotográfico”. La escritora no encontraba en España, modelos ejemplo potentes que contraponer a los retratos de autores extranjeros como Sargent o Blanche. El retrato moderno español era más una representación que una aproximación real, ni siquiera una copia vulgar. Pero López Mezquita había conseguido dar al género un aliento más personal y profundo: “Y, sin embargo, un retrato puede, sea cual sea su modelo, ser tan personal, tan de su autor, como cualquier composición o pintura decorativa; puede y debe tener tanta originalidad. Esto es lo que sucedía con los antiguos maestros y esto es lo que no sucede ya casi nunca”. En los años veinte los retratos de López Mezquita siguen siendo excelentes muestras del género tal como lo evidencian los lienzos Dama pálida (1920), Retrato de Carolina Bermejillo (1921), Dos hermanas (1922) o Pedro de Répide. Cronista de Madrid (1923).

Las murallas de Ávila son desde 1912 fondo y paisaje de numerosas composiciones con algo bucólico que agrupan figuras de distintas edades con sus vistosos trajes regionales, impregnadas de cierto bucólismo. Un universo plástico integrado, según José Francés, por las “mozas de perfil puro como el de las vírgenes primitivas, las viejas magras y apergaminadas, los hombres enjutos. Los cacharros de cándida traza y tosca ornamentación, las telas y bordados de arcaica tradición en los colores y los temas”. Pero López Mezquita fue también el retratista de rostros femeninos contemporáneos, muy seductores e insinuantes, que componen una de las vertientes más sensuales y eróticas de su pintura. Aborda distintos tipos de mujer contemporánea con un planteamiento ajeno a cualquier idea de estilización e idealización, y si algo de esto hay es porque de natural lo tiene la modelo. Imágenes de mujeres de su tiempo a las que pone un cierto tipismo el mantón, la pequeña peineta, la flor o su misma sonrisa y mirada. La prostituta, la monja, la odalisca o la flamenca cautivadora dan lugar a una particular galería de rostros femeninos .

En 1926, al años siguiente de su ingreso como académico de Bellas Artes de San Fernando, López Mezquita vio coronado su prestigio con una exposición en las galerías Reinhardt de nuevo Nueva York, una exposición bajo el patrocinio del Rey Alfonso XIII que luego recorrió Chicago (Galería Anderson) y Boston (Galería Robert C. Vose). El catálogo de la muestra llevaba textos sobre el pintor granadino de Unamuno, Blasco Ibáñez y Pérez de Ayala. El viaje a los Estados Unidos tendría una trascendencia, que seguramente el artista ya intuía. Mezquita se encontraba en un momento culminante de su trayectoria, con un prestigio sólidamente labrado aunque quizás ya había casi tocado techo en España dentro de lo que era su mundo de posibilidades y ambiciones. Tras casi ocho años de trasiego europeo el artista se movía ahora entre Madrid y Ávila, pero a partir de 1926 esta relativa estabilidad de residencia toca fin. Sus centros de actividad se multiplican, así como sus estudios. En buena medida López Mezquita se convierte en un artista viajero que se mueve desde diversos frentes.

Archer Huntington, el fundador y director de la Hispanic Society la encargó su retrato y el de su esposa, y lo que es más importante, continuar la labor de Sorolla en la institución neoyorkina. López Mezquita regresa con el encargo de emprender una serie de retratos de personalidades relevantes del mundo literario y político. El conjunto se inicia con los de escritores y eruditos españoles (Cotarelo, Palacio Valdés, Cejador) y continúa con un periplo de más casi un año por toda Suramérica que comenzó por Brasil en julio de 1927 y finalizó en Venezuela en junio de 1928. La serie española se completa a su regreso en 1928 con los de los Álvarez Quintero, Concha Espina, Asín Palacios, Gómez Moreno, Falla y María Maeztu, volviendo a abrirse en 1937 para incorporar el retrato del presidente Azaña. En 1934 López Mezquita había firmado junto a otros artistas e intelectuales las “Declaración sobre el proceso contra don Manuel Azaña” y en 1936 el “Manifiesto de la Unión Universal por la Paz.”

Entre 1929 y 1932 emprendió, por encargo explícito de la Hispanic Society, otro importante ciclo pictórico de carácter más etnográfico que retrataba a tipos regionales de las provincias de Granada, Málaga, Alicante, Valencia, Ávila y Murcia. El conjunto de las piezas cumplía sobradamente la orientación del encargo, imponiéndose una sensación de verosimilitud entre las figuras y la conjunción de los elementos de su entorno, Obras en las que se impone a veces el realismo fotográfico de rostros masculinos enjutos y severos con coloristas mantas o capas. El mundo del trabajo, la artesanía o la solemnidad de la fiesta religiosa inspiraba el conjunto de estas creaciones.

En 1937 se marchó a los Estados Unidos donde residió hasta 1944, año en que se marchó a La Habana, donde realizaría numerosos retratos de familias y empresarios cubanos. Desde allí viajó a Nueva York y Santo Domingo donde en 1946 retrata al presidente y familiares. En 1947 Hutington vuelve a adquirir algunos cuadros a López Mezquita (Cuquita y Tipos cubanos) y le encarga la realización de otra serie de valor etnográfico centrada ahora en Portugal. Un encargo que anima e ilusiona al pintor y a su cliente. Pinturas algunas de ellas de notable delicadeza en las que se sigue apreciando su extraordinaria habilidad técnica. Entre 1950 y 1951 estuvo en Méjico donde su salud se debilita notablemente. En 1953 regresa a España instalándose en la casa estudios que ahora tiene en Ávila, va de nuevo a Estados Unidos y en 1954 regresa de nuevo a España falleciendo en Madrid el 6 de diciembre de 1954.

LA EXPOSICIÓN
En 1985 la Caja General de Ahorros y Monte de Piedad de Granada en colaboración con la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Madrid, organizaron una importante exposición, López Mezquita 1883-1983, comisariada por Miguel Rodríguez-Acosta Carlström que conmemoraba el nacimiento del célebre pintor granadino. Con motivo de tal muestra se editó un importante catálogo con textos de Julián Gállego, Ignacio Henares Cuéllar y Mateo Revilla Uceda, que analizaban y renovaban la visión crítica de del pintor. En 1954 Antonio Nogales había publicado una biografía sobre López Mezquita, que a pesar de todas sus limitaciones historiográficas, ofrecía una valiosa información acerca de distintos aspectos de la vida del pintor. El libro era en realidad una imbricación de textos de diversos críticos y escritores de la época, que quedaron ahí recogidos por primera vez. Otras muchas exposiciones temáticas de carácter general han incluido obras de López Mezquita, pero quizás se deba citar ahora la comisariada por Eduardo Quesada Dorador de Ramón Pérez de Ayala y las artes plásticas, que contribuyó a ampliar también las fuentes para el estudio de López Mezquita, entre otros muchos artistas. En julio de 2006 se realizó una exposición sobre López Mezquita en el Museo Gustavo Maeztu de Estella . La que ahora se inaugura en Granada, para ser exhibida a continuación en Murcia, Sevilla, Alicante, Valencia y Ávila supone una revisión y actualización de la obra del pintor, poniendo un mayor acento en piezas menos conocidas, mostrando por primera vez en España una importante selección de la colección de la Hispanic Society de Nueva York, a quien agradecemos su valiosa colaboración y confianza depositada en el proyecto. Con motivo de esta exposición se publica un libro sobre López Mezquita en el cual se recogen y contextualizan las obras ahora expuestas.


Imágenes de la Exposición

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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