Descripción de la Exposición ------------------------------------------------------- ------------------------------------------------------- El afán de coleccionar viene ya de antiguo, como antiguos son los motivos que nos llevan a adquirir y reunir obras de arte. Para algunos coleccionistas, poseer objetos artísticos es un signo de riqueza, de autoridad, de prestigio personal o institucional. Comprar obras de arte también es un buen modo de invertir el capital. Otras personas viven el coleccionismo como un camino de sabiduría, un modo de investigar y conservar el patrimonio, una voluntad de conocimiento y una manera de preservar la memoria. Investigación, inversión, conservación o pasión son ingredientes del coleccionismo, un impulso sobre el que muchos han reflexionado. «A veces digo que coleccionar es una especie de obsesión. Cuenta mucho el deseo de perpetuar la memoria de un cuadro. Es como salvarlo del peligro del olvido. Salvarlo para que permanezca con nosotros y que todos podamos disfrutarlo y aprender de lo que el artista nos ha querido decir», declaraba el Barón Hans Heinrich von Thyssen-Bornemisza unos meses antes de morir, en una entrevista en prensa. Hay quien siente el coleccionismo como una experiencia emotiva, un objetivo vital: «lo que el arte me ofrece no lo puedo explicar. Solo sé que es mi vida y que esta se quedaría totalmente vacía si lo excluyera de ella. Vengo de Kirn an der Nahe, cerca de Idar-Oberstein. Allí hay una tienda de piedras preciosas detrás de otra. Los talleres donde se pulen estas piedras arrojan el material inservible a los márgenes del río. Cuando era pequeña coleccionaba estos restos. Así fue cómo conseguí formar una maravillosa colección de piedras. Más tarde, en mis viajes a través de Sudamérica, iba con mi marido a las minas y me traía piedras. Mi camino hacia el arte abstracto pasa a través de las piedras. La naturaleza es abstracta. Las piedras tienen en sí y para sí formas abstractas. En una colección de piedras se aprende a reconocer formas. La aguamarina, por ejemplo, es diferente del cuarzo rosa. Durante años he sentido fascinación por los colores, las estructuras y las formas de las piedras. El ser humano es coleccionista por naturaleza. Si el arte no se hubiera interpuesto en mi vida, quizá habría seguido siendo una coleccionista de piedras». Con estas palabras describe Helga de Alvear, una de las coleccionistas más destacadas en el ámbito del arte contemporáneo internacional, su pasión. El coleccionista, guiado por una fina intuición, busca la pieza, la mejor, la única; así va conformando su selección, admitiendo unas obras y rechazando otras, dando forma a un cosmos propio y de este modo pasa de ser un mero recolector para convertirse en creador. Las colecciones importantes, promovidas habitualmente por un poder político o económico, exhiben sus obras en un deseo de mejorar su imagen pública, al tiempo que devuelven a la sociedad testimonios de sus genios más insignes. Cumplen así dos objetivos muy diferentes pero complementarios, la rentabilidad, por un lado, y el amor al arte, por otro; entendiendo el arte como un bien que debe ser universalmente compartido; cumpliendo así una función social imprescindible y hermosa. De Goya a nuestros días. Colección Ibercaja pretende dar a conocer una pequeña selección de la pintura y escultura de la colección patrimonial de Ibercaja, tomando como punto de partida a Francisco de Goya (Fuendetodos, 1746 - Burdeos, 1828), artista que sobresale en el panorama internacional, ya que rompe con cualquier limitación estética e iconográfica establecida. «Goya iluminó nuestra época», declaraba Antonio Saura en una entrevista; «onirismo, sátira, crueldad y expresividad son las zonas de Goya precursoras del arte del siglo XX». La profunda huella que deja Goya en el arte posterior es fácil de rastrear, «de ningún artista me habló tanto Picasso como de Goya», declaraba André Malraux en 1974. De la amplia colección de obras de este artista que posee Ibercaja y que habitualmente pueden visitarse en el Museo Ibercaja Camón Aznar, se presenta en esta exposición una breve selección: el boceto La Gloria o la Adoración del Nombre de Dios, El dos de mayo de 1808 en Madrid (o La carga de los mamelucos) y Baile de máscaras (o Danzantes enmascarados bajo un arco). Junto a ellos una selección de diez estampas extraídas de sus Caprichos, Disparates, Tauromaquia y Desastres de la Guerra, en las que Goya plasma sátiras, fantasías, horrores, crueldades y en la Tauromaquia el enfrentamiento entre el hombre y el toro. Junto a Goya, Corrado Guiaquinto, Antonio González Velázquez, Francisco Bayeu y Mariano Salvador Maella ofrecen una visión de la presencia de la pintura de la segunda mitad del siglo XVIII en la Colección Ibercaja. El siglo XIX se inicia con un recorrido por la estela goyesca en el romanticismo reflejada en la iconografía de las dos escenas de guerra de Eugenio Lucas Velázquez. Continúa con una escena histórica: Marco Antonio Memmo Dux de Venecia, de Marcelino de Unceta, La vuelta del hijo pródigo, pintura de género muy poco frecuente en la obra del paisajista Jaume Morera, y un franco, al tiempo que sinuoso, retrato femenino de Cecilio Plá. Propone a continuación un viaje a través de los territorios en los que la creación plástica se movería a principios del XX, un viaje con un marcado hilo conductor, el paisaje. Santiago Rusiñol, Aureliano Beruete, Muñoz Degrain, o los aragoneses pensionados en la Academia de España en Roma: Francisco Pradilla Ortiz (1884-1921) con Niebla de primavera en Italia, escena ambientada en las Paludi Pontine, y Mariano Barbasán Lagueruela (1864-1924) con La Zampoña, paisaje en el que, con larga pincelada y colorido apastelado pero vibrante, capta la turbulencia del cielo nuboso, protagonista en este paisaje de Anticoli Corrado. El equilibrio de los distintos períodos y la adaptación al espacio expositivo ha obligado a hacer una selección muy limitada de obras, tratando de equilibrar períodos y tendencias estéticas. En el siglo XX, el conjunto más representado en la Colección se muestra mediante una selección de una veintena de obras, que se inicia con el Joven de la Margarita de Pablo Gargallo. Propone un paseo por los cerros castellanos por los que transitaban el mítico año 1927 Alberto Sánchez y Benjamín Palencia, con el deseo de poner en pie el nuevo arte nacional, en lo que se ha conocido como «Escuela de Vallecas». Caminos que retomará de nuevo Palencia con Francisco San José, entre otros, en la «Segunda formación de Vallecas» y que será el germen de la «Escuela de Madrid». Se acerca al inicio de la abstracción de posguerra con el Grupo Pórtico, representado por Santiago Lagunas y Fermín Aguayo. Ofrece una visión de la nueva realidad informalista de finales de los años cincuenta en sus focos catalán y madrileño, en el que destaca el Grupo el Paso, del que forman parte Antonio Saura, Pablo Serrano y Manuel Viola, representados en esta exposición. Y así, con distintas paradas en personalidades individuales -Juan Genovés, Carmen Laffón, Manolo Valdés, Carlos Franco o Lucio Muñoz entre otros- llega hasta José Manuel Broto, representado por Los Echos I, pintura creada por la acción de la artista y lo que el azar le devuelve, el eco, la naturaleza reinventada, volcánica, llena de energía. El texto de Alfonso de la Torre dedicado a este período explica bien la significación que los artistas aragoneses tuvieron en el desarrollo del nuevo arte en España. La selección de piezas, muy pensada, permite vislumbrar la relevancia del período. Al mismo tiempo, se subraya la necesidad de una muestra que revise la importancia de la obra de artistas aragoneses del siglo XX, presentes en la Colección Ibercaja, y que por las razones mencionadas no han tenido cabida en esta muestra. La exposición no hubiera sido posible sin el apoyo y entusiasmo de los responsables del Departamento de Patrimonio Artístico -equipo de gestión, documentación e investigación de la Colección- y del Museo Ibercaja Camón Aznar; ambos se han entregado totalmente en este viaje que hemos emprendido juntos por tres siglos del arte español. Para finalizar, sirva esta exposición como reconocimiento al espíritu del coleccionismo, vital para estimular la creación de los artistas y fundamental para la conservación del patrimonio. Un patrimonio que, bien difundido, nos ofrece la oportunidad de sentir el arte como algo tangible, único y necesario. Disfrutemos pues de los artistas, de sus obras, y del mérito de quienes siguen haciendo del arte un logro sublime al alcance de todos. Una pasión compartida.
Esta exposición pretende dar a conocer una pequeña selección de la pintura y escultura de la colección patrimonial de Ibercaja, con la que se realiza un recorrido por la historia del arte español de los últimos tres siglos: -El siglo XVIII y Goya. Entre tradición y modernidad: con obras de autores como Francisco de Goya, Corrado Giaquinto, Antonio González Velázquez, Francisco Bayeu y Mariano Salvador Maella. -Del romanticismo a las primeras vanguardias. Siglo XIX y primeros años del XX: con obras de Eugenio Lucas Velázquez, Marcelino de Unceta, Cecilio Plá, Mariano Barbasán y Santiago Rusiñol entre otros. -De las ciudades irreales a la búsqueda del espíritu nuevo: con obras de Pablo Gargallo, Santiago Lagunas, Fermín Aguayo, Antonio Saura, Pablo Serrano, Manuel Viola, José Manuel Broto...
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España