Descripción de la Exposición Nunca hay que preguntar qué quiere decir un libro, significado o significante, en un libro no hay nada que comprender, tan solo hay que preguntarse con qué funciona, en conexión con qué hace pasar o no intensidades, en qué multiplicidades introduce y metamorfosea la suya, con qué cuerpos sin órganos hace converger el suyo. Un libro solo existe en el afuera y en el exterior. (Deleuze y Guattari, Rizoma, 1977). Un rizoma no es una raíz. Un rizoma es una antigenealogía. Frente a la idea del libro y pensamiento raíz que durante más de veinte siglos ha dominado la cultura y el pensamiento occidental, Deleuze y Guattari, proponen la figura del rizoma como ese nuevo espacio en el que las intensidades y el devenir de un nuevo mundo nos harán olvidarnos de la trascendentalidad. Ante las pinturas de Antonio Villa Toro, en más de una ocasión he creído otear ese horizonte, el de un territorio en el que las formas del pasado se retuercen y contraen mientras el color y los trazos se expanden en un imposible laberinto de mesetas que vibran sobre sí mismas como las de Bateson, buscándose en el interior y descubriéndose en el afuera. Todo está permitido. Dejad vía libre a las panteras. Al igual que en el libro, en la pintura de Villa Toro no hay nada que comprender. Por más que intentemos abordarla desde una postura histórica y genealógica, Villa Toro la convierte en histérica y transgenealógica, descubriéndonos que la gran enfermedad de la cultura europea ha sido la búsqueda del orden y la razón última, cuando todo pensamiento es giróvago y todo deseo derviche que huye hacia lo desconocido. Intensidades, vibraciones, líneas de fuga. Las pinturas de Villa Toro, hurgan en el cadáver de la Historia para descubrir el devenir de un tiempo futuro. Los tiempos se solapan. Las imágenes supervivientes aparecen sobre el expoliado yacimiento de la experiencia. No hay espacio para la melancolía. El futuro no es lo que era. El pasado aún está por llegar. Y el presente, un eslogan de relojes más. Algún historiador podría decir de él que si durante los años ochenta practicó una pintura de marcado carácter primitivo y neoexpresionista, durante la década de los noventa se dejo de nuevo seducir por la maquinaria de la abstracción, combinando ambos territorios, a su antojo y deseo. De las mujeres jirafa a los abstractos omeyas, de los inmensos laberintos a la Princesa de Éboli, de Trafalgar a Beirut, recalando en un restaurante de lujo en Santander, buscando las respuestas ante el cadáver de una sepia. Como la avispa y la orquídea en los pensamientos de Deleuze y Guattari, la de Villa Toro es un devenir-pintura, una ruptura de código, una fractura de la línea recta, una invitación a la desterritorialización. Desde que en 1992 realizara una serie de dibujos de gran formato titulados Serie Habana, a lo largo de la última década del siglo pasado se fueron sucediendo distintas variables de un lenguaje formal inestable, polidimiensional, descentrado, irregular, que rompía con toda suerte de narratividad para componerse como ficciones del natural, como células de pensamiento o impulsos con los que huir de cualquier taxonomía estética. Desde esos años hasta la actualidad, en la pintura de Villa Toro se han venido sucediendo diversos movimientos sísmicos, recuperaciones y relecturas, huidas hacia delante y flash-backs, en los que la figura ha devenido en extraños signos que se centran y se concentran, mientras a su alrededor el éxtasis y la tormenta del color amenazan al espectador con retenerlo en un abismo del que sólo él parecer saber la salida. Pero volviendo al rizoma, para hablar de la obra de Villa Toro, deberíamos acordarnos de los cuatro puntos que definen todo rizoma. El primero y segundo, los de conexión y heterogeneidad según los cuales cualquier punto del rizoma puede ser conectado con cualquier otro y debe serlo. El tercero, es el principio de multiplicidad, una multiplicidad que no tiene ni sujeto ni objeto, sino únicamente determinaciones, tamaños, dimensiones que no pueden aumentar sin que ella cambie de naturaleza (las leyes de combinación aumentan, pues, con la multiplicidad). Y en cuarto lugar el principio de ruptura asignificante, según el cual cuando se produce una ruptura, se traza una línea de fuga, pero siempre existe el riesgo de que reaparezcan en ellas organizaciones que re-estratifican el conjunto, formaciones que devuelven el poder a un significante, atribuciones que reconstituyen un sujeto. Estos cuatro principios definen las pinturas de Villa Toro como construcciones rizomáticas, estratificaciones libertarias en las que el autor decide zafarse de todo orden y medida. Como la mística sufí que pareció dominar cierto periodo de su pintura, podríamos recuperar a Yalal Al Din Rumi para terminar con alguno de sus versos. No soy de oriente ni de occidente/ ni del mar ni de la tierra/ni de los cielos superiores/ni de las profundas minas de la tierra./ Mi lugar es precisamente carecer de él; /mi signo es no tenerlo.
Premio. 09 sep de 2024 - 13 oct de 2024 / Madrid, España
Exposición. 27 sep de 2024 - 17 feb de 2025 / Museo de Bellas Artes de Bilbao / Bilbao, Vizcaya, España
Formación. 15 oct de 2024 - 30 jun de 2024 / Museo Nacional Thyssen-Bornemisza / Madrid, España