Descripción de la Exposición
Exposición de la obra de Manu Blázquez, ganador de la IV edición del Premio de Dibujo DKV—MAKMA, por un trabajo que toma como referencia la «Sinfonía Inacabada» de Schubert. Esta convocatoria trata de aproximar el arte contemporáneo al público en general y abrir espacios para el ocio cultural familiar, valiéndose de la potencia, atemporalidad, y valores inherentes a cuentos, relatos, e historias, realizando para ello una convocatoria anual de la cual sale un proyecto premiado.
En este caso, el acercamiento a la narración viene de la mano de Manu Blázquez (Valencia, 1978), con un proyecto conceptual que nos permite, a la vez, abordar detalles de la biografía de Franz Schubert, ya que se centra en una lectura plástica sorprendente de su mítica Octava sinfonía. (1)
Hay muchas teorías que intentan explicar si Schubert llegó a finalizar o no su trabajo en la denominada Sinfonía D-759: también conocida como La inconclusa. Una de las hipótesis sobre la legendaria composición, parece indicar que abandonó la labor al conocer el diagnóstico de la grave enfermedad que había contraído. Otra conjetura afirma que la pieza está concluida tal como la concibió y quiso dejar tal cual, siendo muestra de la propia mente innovadora del compositor; pero entre una y otra teoría, se baraja también la posibilidad de que desistiera a proseguirla debido al desvanecimiento de un amor que le habría dado la inspiración para componerla y que, obligado por su enfermedad, se vio moralmente comprometido a renunciar a dicho amor. Esto último tampoco está claro, pero diversas lecturas entre líneas de sus escritos tan románticos llevan a considerar los motivos por los que esta sinfonía «inconclusa» se llama frecuentemente La apoteosis del amor.
«Cuando cantaba mi amor, mi amor se convertía en dolor. Cuando cantaba mi dolor, mi dolor se convertía en amor. Mi dolor y mi amor se disputaban mi corazón».
Franz Schubert
Lo que sí parece indiscutible es que Schubert realiza el esquema de su octava en partitura para piano, finaliza y orquesta los dos primeros movimientos y empieza un scherzo (2) que no acaba, y tampoco deja ninguna información sobre el allegro final. Deja la obra en el mes de octubre de 1822, y el misterio empieza cuando le hace entrega de la misma (las dos partes terminadas, supuestamente la mitad), a su amigo Josef Hüttenbrenner de la Steiermärkischen Musikverein, sociedad Musical de Estiria en Graz, para dar gracias por su nombramiento como socio de honor, (verano de 1823), de donde finalmente llegaría a Johann Herbeck, que la interpretaría en Viena por primera vez pasadas cuatro décadas (1865).
Para Hüttenbrenner —según carta de su propio puño y letra— la obra es un tesoro musical de nivel excepcional, pero seguramente no la hace interpretar por considerar que le faltan los dos movimientos finales de los cuatro habituales, reforzando para sí ésta hipótesis cuando se halla el borrador de Schubert con algunos compases del mencionado scherzo que podrían haber servido para un tercer movimiento, aunque este hecho no resuelve tampoco el misterio.
Para descifrar el enigma en profundidad, no podemos hacer más que invitar a analizar los cambios bruscos en el estado de ánimo del compositor, que presenta grandes contrastes: inocencia, compasión, encanto, jovialidad y buen humor, pero también resignación, severidad, melancolía e incluso dolor y desesperación.
En 1828, Schubert dio el único concierto de su carrera con sus propias obras. Tuvo gran éxito, pero falleció tan solo ocho meses después.
Entre tanta incógnita, con un código de orden propio, inabordable para muchos y de acabado indiscutible para los demás, Blázquez manifiesta internarse en una serie de sucesiones numéricas establecidas siguiendo el orden progresivo de las notas musicales de la inconclusa sinfonía para generar las series de dibujos donde materializa gráficamente los valores de la misma.
«Mi única ambición es la creación de un mundo perfecto, un lugar donde no existe el caos, donde los números y las matemáticas me permitan refugiarme del ruido que nos rodea».
Elena Asisns
La historia de una sinfonía de tan abundantes matices y conjeturas, mítica desde su génesis, y de inconquistable final, entra aquí —por inconsciencia o bravura artística—, en zona de geometría, línea, luz y sombra. Un área plástica en la que se distinguen contornos de algunas huellas identificadas a lo largo del s. XX y hasta nuestros días, como las de Elena Asins, Antonio Calderara, Hanne Darboven, Hans Hartung, Giorgio Morandi, Sol LeWitt, o Eusebio Sempere.
«No es conveniente dar más pistas acerca del juego, lo importante es guardar cierto misterio y que el espectador componga su propia sinfonía»
Manu Blazquez, junio de 2018
Vicente Chambó, Comisario
(1) Se le atribuye clásicamente el nº 8 pero en las renumeraciones actuales es la nº 7.
(2) Nombre que se da a ciertas obras musicales o a algunos movimientos de una composición grande como una sonata o una sinfonía.
Actualidad, 12 dic de 2018
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