Descripción de la Exposición
De cara a los meses de noviembre y diciembre de 2020 y enero de 2021, Cultural Rioja ha previsto la organización de la exposición “Cuidado y peligro de sí”, comisariada por Fernando Castro Flórez, profesor titular de Estética y Teoría de las Artes de la Universidad Autónoma de Madrid, crítico de arte y miembro de la Comisión Asesora del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.
“Cuidado y peligro de sí” es una exposición colectiva que traza una meditación sobre los modos del “vivir juntos”. Trabajos performativos, video-instalaciones, esculturas, dibujos, fotografías y cuadros articularán esta muestra que tiene voluntad de ser un ensayo filosófico sin deslizarse hacia cuestiones crípticas o desplegar una erudición académica, abriendo cuestiones y diseminando problemas.
Entre los artistas seleccionados se encuentran consagradas como Esther Ferrer y Concha Jerez, ambas Premio Velázquez de Artes Plásticas; artistas de relevancia internacional como Bernardí Roig, Liliana Porter, Ana Tiscornia, Eugenio Merino, Teresa Margolles o Regina José Galindo, estas últimas premiadas en la Bienal de Venecia; la artista nacida en Logroño Maite Centol; y artistas de media carrera ascendente como Rocío Garriga, Santiago Talavera, Diana Larrea, Avelino Sala, Abigail Reyes, Almudena Lobera, además de dos creadores inclasificables como el dramaturgo Rodrigo García o Domingo Sánchez Blanco.
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Texto del comisario
Cuidado y peligro de sí es una exposición colectiva que toma su título de la fusión de dos ensayos: El cuidado de sí de Michel Foucault y Pureza y peligro de Mary Douglas. Esta aproximación de la historia-genealógica de la sexualidad y el análisis de la contaminación y el tabú sirve (estratégicamente) para trazar una meditación sobre los modos (sintomatológicos) del “vivir juntos”. En una perspectiva (todavía)-pandémica (sin recurrir a planteamientos literalistas) se presentan obras de artistas que llevan años planteando la cuestión del sujeto más allá de los estereotipos.
Trabajos performativos, video-instalaciones, esculturas, dibujos, fotografías y cuadros articulan esta muestra que tiene voluntad de ser un ensayo filosófico. Eso no supone deslizarse hacia cuestiones crípticas o desplegar una erudición académica, sino asumir, como ha planteado Zizek, que el problema es que, aunque la vida vuelva a la normalidad, no será la misma normalidad que antes del brote: “Las cosas a las que estábamos acostumbrados como parte de nuestra vida diaria ya no se darán por sentadas, tendremos que aprender a vivir una vida mucho más frágil con amenazas constantes. Tendremos que cambiar toda nuestra postura ante la vida, ante nuestra existencia como seres vivos entre otras formas de vida. En otras palabras, si entendemos ‘filosofía’ como el nombre de nuestra orientación básica en la vida, tendremos que experimentar una verdadera revolución filosófica”.
Esta exposición tiene carácter “temático” sin pretender ofrecer una “tesis conclusiva”, prefiriendo abrir cuestiones o diseminar problemas. Tal vez evitar las simplificaciones sea el único modo de hacer justicia a la complejidad de lo que nos pasa. En cierto sentido, las obras de estos artistas nos permitirán pensar la comunidad/inmunidad, siempre que tengamos presente que “lo inmune –apunta Roberto Esposito- no es enemigo de lo común, sino algo más complejo que lo implica y lo requiere”.
Replegados en la cuarentena, des-movilizados por la pandemia del covid19, hemos tenido que aprender a vivir juntos de otra manera. Hemos escuchado hasta la saciedad discursos que balbucean ante el horizonte que califican de “vuelta a la normalidad”, usándose de forma extremadamente confusa el término desescalada cuando acaso solamente se esté alegorizando un batacazo tremendo o, peor, una incapacidad para empezar a afrontar lo que nos pasa. La ceguera frente a un planeta inequívocamente enfermo, paralizado por lo vírico (hechizado desde hace tiempo por la “viralización” de lo insustancial) no es meramente manifestación sintomática de un deseo de no saber (una suerte de sublimación de lo peor) sino que nuestro velamiento del colapso del Capitaloceno es una consecuencia de la incapacidad para pensar lo común.
Hace tiempo que estamos en el búnker o en la cripta, donde podríamos encontrar más que una alegoría o materialización de la libertad, una indecisión o, para ser más (psico)físico, una claustrofobia intolerable. Virilio ha apuntado que, en época de globalización, todo se juega entre dos temas que son, también, dos términos: forclusión (Verwefung: rechazo, denegación) y exclusión o locked-in syndrom. Otra alternativa es cavar una madriguera, un lugar en el que estar cobijado y, sin embargo, expuesto. El confinamiento pandémico ha convertido a los balcones y a las ventanas en los espacios fundamentales de la “expresión pública” (los aplausos ritualizados de agradecimiento a las “cadenas de cuidados” o la expresión del desacuerdo político en forma de charivari-cacerolada) pero también puede que haya generado una singular idiorritmia (en el anómalo “monacato” global) que, como propusiera Roland Barthes, podría llevarnos a pensar en la necesidad de reinventar la delicadeza.
El sociólogo David Riesman, en 1950, se quejó en su famoso libro La muchedumbre solitaria de que en el mundo moderno cada persona se había convertido en un operador de radar de su propia vida. En el siglo XXI se ha amplificado el desasosiego en el seno de un mundo ligeramente paranoide dominado por la mutua sospecha, el engaño recíproco y la desconfianza generalizada. Según un ensayo de 1907 de Freud la obsesión es la repetición compulsiva de un ritual que no cumple con su objetivo. No dejamos de sentir, en la configuración de la sociedad, el temor a estar en contacto con el cuerpo que es siempre el cuerpo del otro, porque el propio cuerpo es otro en relación al yo interior. "Para que la masa conserve su cohesión -escribió Freud- es preciso que alguna fuerza la mantenga, y ¿qué otra fuerza podría serlo si no Eros, que asegura la unidad y la cohesión de todo lo que existe en el mundo?". Las impresiones inquietantes de ciertos procesos del arte contemporáneo tienen algo "trampas visuales" que funcionan como espejos deformantes, sedimentos en los que la identidad está alterada, pieles (materializaciones de la idea de Perniola del sujeto como una "vestidura extraña") que friccionan contra la superficie artística para transmitir un tono sombrío.
Tenemos claro que el "poder pastoral" no nos lleva a ninguna parte o, para ser menos impreciso, encamina a todos los "sujetos endeudados" al abismo en el que nada se puede saldar. Hay que ir, más allá de la imposición de la culpa y de la moral del miedo, en busca de lo que Nietzsche calificó como "segunda inocencia". "Sin duda -apunta Jacques Derrida-, hablar de estrategia significa tener en cuenta un "ahora irreductible. Hacerse cargo de la singularidad de este "ahora" no forzosamente quiere decir renunciar a lo que decía de la disyunción, y de lo inactual. Hay un "ahora" de lo inactual, hay una singularidad: la de la disyunción del presente".
Bulent Diken señala que en las ciudades contemporáneas el sitio de la no ley, lo que propiamente llama estado de excepción, dentro de la ley tiende a transformar el espacio urbano en un espacio biopolítico dislocado en el que las categorías políticas de la modernidad (tales como izquierda/derecha, privado/público, absolutismo/democracia) están entrando en una zona postpolítica de indistinción y por ende disolviéndose. La misma apología de la hibridación y del nomadismo no suele reparar en que el poder mismo se ha vuelto “rizomático”. Acaso el arte contemporáneo pueda ser algo más que el ornamento hiperbólico o la consigna patatera, generando preguntas críticas, ofreciendo otros puntos de vista. De nada serviría que fuera algo “maravilloso” o enigmático, pues todo lo que tiene esas características ingresa, rápidamente, en el olvido, como esa prehistoria neo-bunkerizada. Lo que necesitamos son operaciones metafóricas intensas, tenemos que contar historias que generen sitios. Contemporáneos del colapso del turbo-capitalismo financiero (sabedores de que su toxicidad tenía que ver con la condición “burbujeante” de los modelos urbanizantes que saquean las esperanzas de los ciudadanos), desplazados o abducidos por las dinámicas de gentrificación (empantanados, literalmente, en esa “ciudad revanchista” que describiera Neil Smith), no podemos meramente fantasear por una huida al campo (ese neo-transcendentalismo que es una resaca vergonzante del hipsterismo y sus pretensiones “curatoriales”) ni pretender que sabotearemos el sistema enladrillado desde “zonas temporalmente autónomas” (derrapando, en algunas ocasiones, hacia una patética estetización del “precariado”) cuando hemos sufrido una gran decepción ante la falta de proyecto del populismo indignado.
Tenemos que volver a pensar, tomando en cuenta radicalmente la excepcionalidad de lo que nos pasa (asumiendo que el “estado de alarma” es mayor que el que tenemos ahora viralizado), el espacio público, defender lo común y trabajar por una comunidad venidera. Nos va (no exagero) la vida en ello.
Fernando Castro Flórez
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Sobre el comisario
Fernando Castro Flórez, profesor titular de Estética y Teoría de las Artes de la Universidad Autónoma de Madrid, crítico de arte en ABC, Revista de Occidente, Arte al límite, entre otras publicaciones especializadas, además de director de la revista “Cuadernos del IVAM” y miembro del consejo de redacción de “Pasajes”. Ha formado parte del patronato del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y, en la actualidad, es miembro de su Comisión Asesora. Comisario de numerosas exposiciones, entre otras la Trienal de Chile, la Bienal de Curitiba o el Pabellón de Chile en la Bienal de Venecia del 2011. Es autor de numerosos libros y monografías de artistas como “Contra el bienalismo. Crónicas fragmentarias del extraño mapa actual” (Ed. Akal, 2012) o “Mierda y catástrofe. Síndromes culturales del arte contemporáneo” (Ed. Fórcola, 2014).
Artistas participantes: Arturo Cariceo, Maite Centol, Esther Ferrer, Regina José Galindo, Rodrigo García, Rocío Garriga, Concha Jerez, Diana Larrea, Almudena Lobera, Teresa Margolles, Eugenio Merino con Indecline, Liliana Porter y Ana Tiscorina, Abigail Reyes, Bernardí Roig, Avelino Sala, Domingo Sánchez Blanco, Santiago Talavera.