Descripción de la Exposición
Con el título Cuestión de tiempo, Jose Ibarrola (Bilbao, 1955) presenta en Sala Rekalde un trabajo monográfico en que establece una aproximación al Quattrocento desde la contemporaneidad del hecho artístico y cultural. En la exposición se muestra alrededor de 125 obras entre pintura, escultura y dibujo de pequeño formato realizados en los tres últimos años.
Cuestión de tiempo es el resultado de un cruce de impresiones. Es una exposición compuesta por cuadros de mediano y gran formato, obras sobre papel y esculturas, que forman una serie temática interrelacionada cuyo eje y denominador común es un diálogo transversal con otras tantas obras de varios autores del Quattrocento. Es una confrontación entre esculturas y pinturas, entre su mutación dimensional y su variedad iconográfica, entre su permeabilidad temática y su relatividad temporal, un diálogo que bucea en las cambiantes aguas de la memoria discursiva. Son interpretaciones laicas y subjetivas de varias pinturas y autores reconocibles, contextualizados desde la contemporaneidad y el reconocimiento.
Aunque el grueso de mi trabajo ha sido fundamentalmente pictórico, la escultura marcó realmente el comienzo de mi actividad artística. Desde las primeras obras realizadas con madera y restos encontrados en la playa, a lo largo del tiempo he simultaneado en algunas de mis exposiciones esculturas o instalaciones escultóricas creadas a partir de elementos pintados en los cuadros: centauras, bañistas, barquitos de papel, paraguas... En estos últimos años he iniciado un proceso inverso en la relación que mantengo entre la escultura y la pintura. El mundo escultórico ha entrado en mis cuadros.
Si la utilización de “objetos encontrados o reciclados” en mis esculturas responde a una elección estética, sobre cómo el tiempo y el azar interviene sobre esos objetos destilados por el uso, la historia o los elementos naturales, la aproximación respetuosa y crítica a un tiempo artístico como el Renacimiento desde la pintura es una apuesta por el reconocimiento frente a la mímesis. Me interesan tanto o más los efectos que provocan la obra de arte y su capacidad para generar cadenas de razonamientos como el propio signo artístico. La relación que quiero establecer entre lo bidimensional y lo tridimensional es una confluencia natural en mi obra que -en este caso- la he ubicado en un tiempo histórico de profundas huellas culturales.
En tiempos de encrucijadas o de cambios es bueno mirar a los clásicos. Siempre he tenido presente que la madre de las musas es la memoria y aunque el arte utiliza muchas veces la ruptura con el pasado, también vuelve a ese pasado para inspirarse en él. Esa tendencia humana recuerda que somos también memoria, que necesitamos mirar las formas viejas con ojos nuevos para encontrar nuevos caminos, para saber a dónde vamos, reconociendo de dónde venimos.
La exposición es, por tanto, una mirada al Quattrocento desde la contemporaneidad del hecho artístico y cultural, una reivindicación del artífice politécnico, una aproximación al mundo renacentista, al mundo del nacimiento del individuo, que galvaniza las diferentes maneras con las que abordo mi trabajo creativo.