Descripción de la Exposición
Un proyecto pictórico en torno a la estética del hiperrealismo donde a través de sus dibujos de carboncillos y óleos de gran formato explora principalmente la figura del Caballo además de pasar por la figura y el paisaje de un modo academicista y de ensoñación y trascendentalidad.
Blanco. Negro. Y cuerpo. Otra constante en la obra de Sergio es el cuerpo humano, el espíritu de un hombre representado en la dualidad de su naturaleza. El hombre s cuerpo y es espíritu. Es presente y es futuro. Tiene apego a la tierra y aspira a los cielos. Un hombre que expira es síntesis de una vida. Sobre el lienzo y la madera, dos materias para una sola existencia. Unas veces lo representa mirando a los cielos. Otras, con ojos cerrados posados en el suelo. Pero siempre captando la máxima expresión del más fugaz instante. Toda una vida pasa por unos ojos que miran al cielo que pretenden alcanzar, aunque los pies se aferren a la tierra. Una vida que puede ser del color que todavía vive en unos ojos o del negro de un cuerpo ya fundido. Fundido en negro. Ascensiones y muertes corporales y espirituales. Toda la curva a la que Gaudí atribuía origen divino da forma a un cuerpo estilizado, sintético, ascéticamente delgado, con cadera al aire que recoge la mejor tradición del Barroco en pleno siglo XXI. Síntesis de una vida y la síntesis de una tradición de siglos. No hacen falta cruces a hombres que son su propia cruz y que simbolizan la mejor y más naturalista simplificación de la iconografía cristiana. Cuadros humanos y divinos que son el triunfo de la vida aunque se enmascaren de muerte
Blanco. Negro. Paisaje. Cuerpo. Mirada. Piel. Rojo como forma de velar al modo clásico, filtros al modo barroco en el tiempo de los filtros de las cámaras en un móvil. Mujeres que se hacen monocromías rojas. Azules que se hacen dueños y señores. Y un silencio que se convierte en parte de cada una de las obras. Si hubiera que pensar en el silencio como elemento que conforma un cuadro nos vendría pronto a la mente la obra de Francisco de Zurbarán, la escena de San Hugo ante el Papa en una entrevista en la que no hay más que hablar, las miradas bajas de los cartujos en un refectorio en el que la carne es un elemento del que prescindir: todo es mirada, todo es silencio, todo es el blanco de las telas cartujas. Hay silencio en las miradas de los retratados por Sergio Romero como hay silencio en el orden de un cuadro de Giorgio Morandi. El silencio de miradas que parecen cargar con el poso de una sabiduría de siglos, con la aceptación del propio yo y de las propias circunstancias. Rostros y paisajes silenciosos sabedores de que la trascendencia está por encima del diálogo superfluo, de la palabrería barata. Silencio de cartujos que sólo se rompía en saludos ocasionales: “Hermano, morir tenemos”. Y una respuesta de aceptación concisa: “Ya lo sabemos”. No puede haber más trascendencia.
La obra de Sergio Romero bebe de esa trascendencia. Huye de los superfluo. Hace poesía de lo cotidiano, hace meditación de la pincelada. Nada a contracorriente. Choca con unos tiempos narcisistas y superficiales. Hace espíritu en sus anatomías, en sus carnes, en un tiempo de siliconas, de implantes y de retoques fotográficos. Crea arte condensado en tiempos de fuegos fatuos, elabora personalidades profundas en tiempos de vanidades perecederas, crea realidades en tiempos de apariencias. Es vanguardia que bebe y aprende de los clásicos para mirar hacia un futuro donde reinará la belleza, captando el alma de las cosas en un tiempo que se queda en las pieles superficiales. Su reino, su pintura, no es de este mundo. Afortunadamente.
Exposición. 17 nov de 2024 - 18 ene de 2025 / The Ryder - Madrid / Madrid, España
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España