Descripción de la Exposición
El artista asturiano presenta en el Museo de Bellas Artes de Asturias su nuevo proyecto específico, compuesto por tres instalaciones de gran formato que reflexionan en torno al ser humano, el azar y el control político-económico.
Esta tarde, a las 19 horas, se inaugura en el Museo de Bellas Artes de Asturias la exposición 'Cuco Suárez. Crónicas geopolíticas', proyecto específico del artista para el patio y salas de exposiciones temporales de la planta baja del Palacio de Velarde.
Se trata del octavo proyecto específico de un artista contemporáneo que se realiza en la pinacoteca bajo la dirección de Alfonso Palacio, tras los desarrollados por Ramón Isidoro (Fulgor, 2013), Tadanori Yamaguchi (Negro silencio, 2014), Avelino Sala (Darkness at noon, 2014-2015), Eugenio López (Confluencia, Acople, Núcleo. Tres geometrías para el Palacio de Velarde, 2015), Vicente Pastor (Nuevo Paraíso, 2015), Carlos Suárez (El vaciado de la huella belga, 2016) y Francisco Fresno (Hacia la luz. Hasta la ausencia, 2016-2017).
El trabajo de Cuco Suárez (Pola de Laviana, 1961) ha estado desde sus inicios vinculado a la experiencia traumática del cuerpo. Para él la corporalidad, el dolor, la enfermedad y, en último término, el sujeto y la propia identidad, resultan algo socialmente construido, que es necesario interrogar, en su caso a través del arte. Cuco Suárez se sirve también activamente de las tecnologías para construir con ellas sus reflexiones acerca del cuerpo y su disposición, aunque suele mezclarlas con elementos tradicionales del entorno rural.
Basada en sus investigaciones previas y con el referente de otros proyectos del artista como Inútil (1998), Misterio y evolución (2002) y Miedo total (2004), la exposición Crónicas geopolíticas es un proyecto específicamente diseñado para el patio y salas de exposiciones temporales del Palacio de Velarde, una de las sedes históricas del Museo de Bellas Artes de Asturias. A través de tres instalaciones de carácter muy diferente (Damocles, Aquí de nuevo y Muro), el artista vuelve a interrogarse sobre el uso y la instrumentalización del cuerpo humano, así como sobre la responsabilidad política en la gestión del mismo.
Damocles, la primera pieza, consiste en un conjunto de más de 140 botijos artesanales a los que se suma un grabado de grandes dimensiones. Algunos de los botijos han sido rotos aleatoriamente y todo el espacio de la sala en la que se encuentran armónicamente repartidos cuenta con un tratamiento lumínico específico que contribuye a enfatizar la instalación. A través de Damocles se sugiere no solo la fragilidad, sino también lo azaroso del destino que a cada uno nos ha tocado en suerte, pues unos botijos han sido destruidos y otros no. El artista afirma que la pieza remite a la incapacidad de permanencia, a la precariedad e inseguridad y al robo del estatus y de los derechos del ser humano.
La segunda obra, instalada en el centro del patio del Palacio de Velarde, se titula Aquí de nuevo. Se trata de un contenedor militar cuyo macabro contenido son los féretros en los que se transportan, de vuelta a su país de origen, los cuerpos de los soldados muertos en acto de servicio en el extranjero. Estos se expanden incluso más allá de las paredes del contenedor, invadiendo el patio de Velarde. La instalación puede aludir tanto a los soldados norteamericanos retornados muertos de la guerra de Vietnam como a los españoles fallecidos en Irak. Junto al contenedor se reproduce además un vídeo de unos cuatro minutos de duración, titulado Oriente Medio, en el que se ve cómo unas manos juegan con unas fichas de dominó, alusivas éstas a los países del petróleo, en un reflejo del carácter azaroso de los conflictos y las muertes y de la existencia de un ente invisible que mueve los hilos.
Quizás la tercera instalación de esta exposición, la titulada Muro, pueda arrojar algo más de luz sobre el sentido de las otras dos. Presenta la imagen de un muro tradicional de piedra de mampostería, utilizado como pantalla de proyección para dos tipos de programas informáticos diferentes: uno de juegos y una hoja de cálculo. El juego y el cálculo aparecen así representados sobre el muro, con una peculiaridad. Aparentemente el espectador puede jugar o calcular con ellos. Sin embargo, los agujeros negros sobre el muro terminan haciendo imposible un control total sobre el programa, frustrando las ilusiones lúdicas o matemáticas del espectador. Con esta pieza el artista sugiere un discurso sobre la imposibilidad que tiene el ser humano de entenderse.
Toda la exposición juega con la idea de azar y la necesidad, pero en todos los casos aparecen sin embargo, y en contraste con lo anterior, las nociones de dominio, control, programa, en una crítica alusiva a los intereses geoestratégicos de las multinacionales que operan como verdaderos sujetos de la historia.
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