José Otero vive y trabaja desde 2003 en Berlín, Alemania. Su obra es fundamentalmente pintura.

La exposición, titulada “Cuadros de formación” hace ecos de la llamada Bildungsroman, la novela que narra un proceso en donde los personajes principales pasan por un aprendizaje que los transformará definitivamente.

Si entendemos que buena parte del arte contemporáneo actual se nutre del vaivén efímero de las tendencias y la feliz ocurrencia puntual, Otero plantea un tipo de pintura que entiende el arte como una carrera de fondo, un recorrido estético y ético que modificará nuestra mirada y modelos de deseo.

Los cuadros de Otero muestran distintos puntos de vista que se encadenan entre sí bajo la forma de constelación: deben ser entendidos en conjunto y no leídos en serie. El caleidoscopio conceptual que se ... muestra en la sala, parte de una cotidianeidad a la que se le han inyectado ideas con raigambre en la historia de nuestra cultura, que nos atañen a todos, o a casi todos. Así, la vida privada, al haber sido expuesta y comprendida desde lo que nos es común, se hace pública.

Podemos hablar de “cuadros abiertos”. La importancia de la interpretación, las estrategias de significación desplegadas y el énfasis en el aspecto representativo son las vías por donde el arte le da paso a la palabra, saliéndose de sí mismo, como un resorte que activa la conversación. Las formas, aparentemente anecdóticas, han sido construidas con sumo cuidado, minimizando la improvisación desde el nacimiento hasta el final, siendo casi cuadros de laboratorio. Sin embargo, no encontramos en los temas representados una excesiva o asfixiante sobrecodificación. Se trataría de mantener en el filo la naturalidad de las cosas del mundo, dotándolas por medio de la ficción de un contenido histórico que las haga entendibles para que, como en la novela de formación, podamos aprender de ellas.