Descripción de la Exposición De su particular estilo, el crítico de arte Eric del Búfalo ha dicho recientemente que "Cristina Núñez ha puesto al color a decir su esencia humana. El color está en la esperanza de nuestros ojos, pero, y no en menor medida, deshumaniza los criterios con los cuales pretende ceñirse a nuestros cuerpos. Por ello, los colores no rebasan cierta tendencia monocromática. La tendencia que, más que en la piel, está en los vestidos. Todo es rojizo u ocre, marrón o naranja; incluso el azul, el blanco o el verde devienen en esta obra tonalidades de un rojo suspendido en una honda presencia. Por esto sus cuadros son intimistas. El color del interior nunca es el mismo que el color del descampado. Todo ocurre siempre entre paredes cuando se trata de figurar esos cuerpos humanos conformados por colores. Colores secretos. A cada color en la superficie del lienzo corresponde un color recóndito. Se trata de una alquimia. La alquimia siempre ocurre protegiendo a los pigmentos de la voracidad de la luz: los verdaderos colores sólo ocurren en la oscuridad". En Oswaldo llega a su casa [Óleo y carboncillo sobre lienzo. 185 X 145 cm. 2004.] podemos apreciar una ventana por donde entra no el sol sino la oscuridad íntima de lo exterior. La casa es un lugar doblemente interior. Por una parte es el refugio de una luz artificial, de un arder, por la otra, es un espacio circunscrito por la figura humana. Los límites de la casa coinciden con la disposición de esa persona allí representada. El centro del cuadro está ocupado por un gato que induce al espectador a sorprenderse sobre la calidad de esta extraña morada. Si Oswaldo llega, el gato ya estaba allí. Este animal "domestico" esta representado de un modo casi rupestre. Es un gato pero su hocico puede ser el de un perro o incluso el pico de un ave. Por esta razón, se nos da por recordar aquí, con Georges Bataille, que el arte es ante todo la invención de un morar. Al pintar una cueva el hombre primitivo creo un ‘interior”. Así, es ese gato, como un jabalí o un bisonte interiorizado, quien está rodeado de un cuerpo humano y de la casa que aquél ocupa. En Juego [Óleo y carboncillo sobre lienzo. 130 X 100 cm. 2005] se desfigura la medida antropométrica en un redil de signos y estructuras. La carta cerrada bajo dos pliegos y arrojada sobre la cama, el juego de damas, el reloj de arena, y un péndulo inmóvil, sujetado por una mano demasiado firme, fragmentan la certeza de lo que se ve. El cuerpo humano tiene en esta obra mucha más objetividad que el rostro. Quizá es por ello que se guarda tanto a la mirada bajo su excesiva vestidura. Como allí, en casi toda la obra de la artista, la figura humana se guardan bajo capuchas y ropas que recuerdan los hábitos de los frailes. Porque se trata, por sobre todas las cosas, de pintar un color secreto, celosamente guardado desde el origen de nuestra humanidad y en cuya latencia se produce la atmósfera de una representación que no se representa, de una figura que no se ve, de una obra que no oculta su misterio.
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España