Descripción de la Exposición Mi primer cuadro importante, y lo llamo así porque fue portada de un precioso catálogo prologado por Gerardo Diego, representaba unos palomares. Creí conseguir una correcta composición, distribuyendo muy bien las casetitas donde las palomas irían a guarecerse, pero para mi pasmo, una niña surgida de no se sabe dónde, se coló dentro y aunque de espaldas al espectador, adquirió un gran protagonismo . Nunca fue mi intención contar anécdotas con mi pintura y desde mis principios, intenté evitar a toda costa que figuras humanas tomasen alguna importancia en la composición. Buscaba ante todo, apoyándome en el color, resolver espacios, líneas, formas y procurar que las estructuras apareciesen con rigor y limpieza. Pero ya en mis primeros paisajes urbanos de París, aparecieron de pronto, viejecitas con negros sombreros adornados con cerezas o algún transeúnte que surgía por una esquina sin que nadie le hubiese dado permiso. Eran seres, contra los que me resultaba muy difícil pelear y echarlos del cuadro y muy tozudamente hice el propósito de no cejar en mi empeño. A veces había oído comentar a algunos amigos escritores, que un personaje con el que no contaban, se les colaba en su novela y acababa adquiriendo tanta fuerza que les resultaba imposible sacarlo fuera del relato. Algo parecido me estaba sucediendo y a mi manera, intenté luchar contra esa curiosa intromisión. Pensé con bastante alivio, que había dado con la solución, cuando comencé a pintar paisajes sobrios y terrosos, muy matéricos, franjas de color donde 'ellos' no tenían cabida ni sentido. Pero algún tiempo después ,justo después de esta etapa, como si hubiesen estado esperando, planeando su venganza, escondidos detrás de cada lienzo, volvieron con tal ímpetu, que sin que yo pudiese hacer nada para evitarlo se adueñaron de toda la superficie del cuadro. Y ahí estaban de nuevo, pero esta vez, haciendo alarde de sus rabietas y sus tragedias, contando historias en las que muy a mi pesar me implicaban. 'Seres cubiertos, encubiertos, subterráneos, encombrados, camuflados, apareados, siameses, desgajados, recién sembrados; seres con un centón de luces y retales meteorológicos de hilvanados colores...' escribió Ignacio Aldecoa que con su bellísimo estilo literario supo interpretar como nadie mi obra de aquel momento. Luego vino lo que yo pensaba, ingenua de mí, que era la abstracción total. Y me recreé en enormes planos blancos, ejecutados con mucha materia, como en los anteriores paisajes, pero todo más grande, mucho más diáfano. Fue el tiempo de mi gran Exposición en la Biblioteca Nacional, coincidiendo también en que me llevaron por aquel entonces a la Bienal de Venecia y la de Sao Paulo. Creí seriamente que en aquellos cuadros en los que me había empeñado tanto en la claridad de los espacios y en la síntesis, no podían tener cabida los irritantes personajes. Y de nuevo me había equivocado, hasta el punto que yo misma sin saber muy bien lo que hacía, les puse unos títulos que tenían que ver con sus actitudes insolentes: 'Hombres ignorándose' 'Dos hombres contemplando la misma flor', pues surgían de dos en dos, como estatuas vivientes, discutiendo entre sí, dándose la espalda y observándome con desafío una vez el cuadro terminado, como diciéndome: ¿Y ahora, qué? Fui entendiendo a partir de entonces, que en el Arte es inútil luchar contra lo que subyace en el fondo de nuestro inconsciente. Y que hay que dejarlo brotar, pues de otra forma, el resultado es frio, la obra queda relegada al puro oficio. Por eso, los que adquieren alguno de mis cuadros, me suelen llamar una y otra vez para decirme que el contemplarlos les proporciona una sensación de alegría, bienestar y ganas de jugar con la vida y entonces me imagino que 'ellos', los duendes traviesos y descarados, que me invaden sin piedad, tienen mucho que ver con que esto ocurra. Por eso en este momento, los incorporo al cuadro como un elemento plástico más. Unas veces toman la apariencia de un robot, otras de una mesa desparramándose, otras son un montón de palitroques. Los espectadores los ven o no los ven: según como observen el conjunto y ese es mi juego. Incluso han llegado a inspirarme tanta ternura que les he dedicado una serie, poniéndoles corbata. Pues al fin y al cabo, mi pintura siempre ha tenido un toque infantilmente lúdico y siento que, al menos en este momento 'ellos' que durante tanto tiempo, me han causado tantos quebraderos de cabeza, se han convertido por fin en mis cómplices. Si quieren seguirlo siendo en un futuro, el tiempo lo dirá. Trinidad Fernandez Septiembre de 2010
Exposición. 19 nov de 2024 - 02 mar de 2025 / Museo Nacional del Prado / Madrid, España
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España