Descripción de la Exposición
La Galería Yusto/Giner presenta la primera muestra individual de Gabrielle Gaessle en su espacio de Marbella.
Lo que propone el trabajo de Gabrielle Graessle es un regreso a esa intuición pura y libre de artificio que se encuentra en la inocencia que residía antes de ser lo que hemos llegado a ser. Como hizo Joan Miró a lo largo de toda su vida, se trata de decrecer sin cesar hasta buscar la verdad que se encontraba en el niño que pintaba libremente, interpretando las cosas más cercanas, sin un orden, la que traducía los sentimientos primarios sin necesidad de teorías o discursos; se trata de la búsqueda de una pureza que los años te obligan a perder si cualquier persona quiere desarrollarse a través de las pautas de este o cualquier otro mundo civilizado.
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En 1967 se estrenó la película El graduado, donde un joven Dustin Hoffman encarnaba a un joven estudiante seducido por la madre de su chica. Simon and Garfunkel, los cantautores más famosos de su época, escribieron para la ocasión la canción "Mrs. Robinson" donde aparece en su estribillo este Coo Coo Ca Choo que da título a esta exposición y que no es otra cosa que una expresión muy asociada a la eclosión hippie de aquel entonces y que puede significar muchas cosas pero esencialmente algo así como "todo ok" o "todo esta bien". Una onomatopeya primaria que nos recuerda a ese da-da que los luego llamados dadaístas adoptaron para dar nombre a su bella anarquía; ahora Coo Coo Ca Choo, esa expresión extraña y abierta a muchos significados, es la presentación que esta artista suiza afincada en el sur de España ha escogido para dar nombre a su primera gran exposición individual en Andalucía. Un título que sin duda da las claves para un primer acercamiento a estas obras, una palabra ambigua, libre, no adscrita a ninguna lengua concreta pero cargada de un significado abierto, como lo es la obra que aquí se presenta. Y es que, posiblemente, hay que echar para atrás y toparse con el lenguaje antes del lenguaje, con los balbuceos de los niños y, en general, con los sonidos puros que comunicaban sin la necesidad de esas palabras tan pulidas y esas estructuras sintácticas que componen nuestros idiomas.
Lo que propone el trabajo de Gabrielle Graessle es un regreso a esa intuición pura y libre de artificio que se encuentra en la inocencia que residía antes de ser lo que hemos llegado a ser. Como hizo Joan Miró a lo largo de toda su vida, se trata de decrecer sin cesar hasta buscar la verdad que se encontraba en el niño que pintaba libremente, interpretando las cosas más cercanas, sin un orden, la que traducía los sentimientos primarios sin necesidad de teorías o discursos; se trata de la búsqueda de una pureza que los años te obligan a perder si cualquier persona quiere desarrollarse a través de las pautas de este o cualquier otro mundo civilizado.
¿Alguien conoce algún niño o niña que en su primera infancia pinte mal? Es difícil encontrarlo. Todos hemos estado ahí y todos hemos ido perdiendo esa verdad absoluta que no precisaba de normas y que, sin embargo, hemos olvidado a medida que hemos aprendido lo que tanta estructura social nos ha enseñado. Por eso nos seduce lo que encontramos en el trabajo de esta artista, pues nos reconforta saber que ese estadio primario es compartido pues todos lo hemos vivido también y lo reconocemos como un mundo perdido que en lo más profundo de nosotros añoramos. Nos encontramos ante la pureza de interpretar las cosas más simples y convertirlas en la magia paralela que es toda imagen.
Todas estas grandes telas que ahora encontramos en la galería son además fruto de años de continuo trabajo centrado en el dibujo, en una reflexión sobre elementos sencillos y cotidianos donde ella representaba al propio cuerpo humano, con formas esenciales intuitivas o asociadas a diferentes elementos de la naturaleza. Todo desde la espontaneidad y sin la intención concreta de construir un discurso cerrado. Y es ahora, a una edad madura, como ha ocurrido con otros tantos artistas, casi siempre mujeres, como Louise Bourgoise, que llegamos a un estadio que siempre había estado dentro pero para el que ha sido necesario recorrer años y años para encontrarlo.
Gabrielle de esta forma llega a la niña que fue y libremente interpreta cosas de aquí y allá, sin orden y sin miedo, cosas de diferente índole que a ella le han movido en su vida. Vemos un gran cuadro con una casa, toda perfecta y ordenada, con su puerta, su ventana y su jardín y allí no parece pasar nada pero, sin embargo, está todo. Es la casa de la familia Lisbon, los protagonistas de la novela de Jeffrey Eugenides Las Vírgenes Suicidas (1993) que pocos años después magníficamente convertiría en película Sofía Coppola; vemos tumbadas en un árbol a la adolescente Cecilia, la más pequeña de las hermanas suicidas, a la que vemos después en otro cuadro parcialmente tumbada con sus piernas rodeada de flores. La tensión de esa narración convertida ahora en estos grandes cuadros que posiblemente nos quieren decir que la vida es mucho más de lo que parece a simple vista y que tras la aparente placidez y orden de una estancia puede esconderse una absoluta tragedia. Como ese Benjamín seducido por la señora Robinson donde colisionan dos mundos, dos edades en principio difíciles de conjugar. O ese inmenso rostro de Naomi Campbell o ese Mohamed Alí que suponen un particular homenaje a esos personajes tan icónicos. Pero no busquemos demasiadas explicaciones a estas obras, sería absurdo y contraproducente cargar de literatura algo que es pura intuición, pura vida, pues lo que al fin y al cabo pretende la autora es comunicar las cosas que le han atraído del mundo y nos las muestra en estas paredes de la misma manera que una niña lo haría dándonos un dibujo que acaba de pintar. Para entender este trabajo no necesitamos nada más que dejar que ese niño o niña que fuimos lea con la libertad primaria lo que se le ofrece y olvidar lo demasiado aprendido, pues de otra forma dificultaría llegar a ver la verdad de este mundo inocente e inmenso que nos ofrece la libertad de ser lo que fuimos y que nunca debimos haber olvidado.
Rafael Doctor Roncero
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