Pintar es hoy un acto contra corriente. Vemos en los museos y galerías obras que no demuestran talento ni inteligencia, y que además se jactan de su mínima factura y su usurpación del término arte. A pesar de eso, hay pintores que crean al margen de este oportunismo devastador. Martiza Morillas está en este camino. Su pintura se ha arriesgado entre la línea del horror y la belleza. Trata con virtuosismo el animal con vida o convertido en un despojo. Nos enfrenta con ese encanto seductor que significa presenciar una escena dramática tratada en una obra llevada a sus límites estéticos. Maritza Morillas pinta peces en aguas fantásticas, con arquitecturas sumergidas, tonos azules y platas. Deja de lado la fatalidad de otras de sus obras para llevarnos a la plenitud de estos peces que nadan en la profundidad, ajenos a lo que sucede en la superficie. Así ... crea Morillas, ajena al vandalismo de la moda, crea contra corriente.