Descripción de la Exposición Contemplata aliis tradere significa contemplar y llevar a los demás lo contemplado. He escogido este lema, escrito en latín, como título a mi exposición de mis últimas pinturas al temple sobre tabla, por varias razones: - Define muy bien cual es el trabajo al que se debe volcar quien hay decidido por ser, artista. Y cuando digo trabajo hablo en su totalidad, antes y después del cuadro. Y cuando digo decisión, digo amor. Decidir por el amor es arder para iluminar el camino que has decidido andar. - La mirada de la contemplación no es frívola, no se apoya en la ironía, ni es destructiva. Cuenta con lo cotidiano, con lo próximo e incluso lo ya hecho. No es una mirada que excluya, pues mira al mundo aceptándolo como algo que pertenece a su intimidad. Es la mirada de quien se reconoce en su entorno como persona, antes que como género. Asume la realidad, pero desde su identidad, única y no versátil, a la que es fiel. - Llevar, que si me lo permitís, se traducirá por exponer. Exponer es dar, llevar hasta la presencia del espectador. A esa primera conversación entre el objeto y el artista le falta incluir al público. Que sea un miembro más de ese diálogo inefable. El artista es el que se expone, el que se hace ver, el que enseña a los demás lo que ha hecho. Es el que convoca. Necesita de la mirada de los demás para su plena realización. Sin los demás se queda a la mitad. - Dar implica generosidad. A pesar de que vivamos bajo las inclemencias de fuertes movimientos económicos, e insistan con vientos huracanados en arrancar a la obra su honda raíz de don y regalo, el objeto creado nos remitirá siempre a una intención de dar, sin más. Pues el artista está ávido de enseñar, vender sería secundario. El arte como verdadero artículo de regalo. Vender, como hecho natural, está en el orden de lo secundario respecto al dar. Miremos los escaparates. ¿De qué está disfrazado lo expuesto de regalo o de mercancía? - Enseña y se expone al juicio y comentario de los demás. Pues el artista se la juega o no lo es. Y la vida así sí que vale la pena. Vale la pena cuando implica un riesgo. Vale la pena cuando se nos pide algo más que lo puramente inteligible y razonable. Vale la pena cuando se es fiel contra el ritmo de los renegados, oportunistas y los que trabajan con modelos estéticos ya establecidos, seguros y mediocres. - Es en latín porque reconozco el arte como herencia. La vanguardia no rompe con el pasado, sino que lo prolonga. El pasado no es ninguna lengua muerta, es el pulso de las lenguas que hablamos ahora. El tiempo es constantemente un presente único y perdurable. No se puede dividir ni separar. Tiempo que por ser un presente continuo, que se rememora y actualiza proyectándonos a un futuro, siempre es diferente, nunca es igual. Trascender hacia ese futuro es lo natural de la vida, no sólo del artita, sino de toda persona. El artista con su ojo contempla alrededor para buscar la verdad. Y, de la misma forma que se la donaron a él, la ofrecerá a los demás en forma de regalo, en pos de ser una persona más.
Lo primero fue el ver. Y no sólo se contenta el artista con dar un vistazo, sino que espera la respuesta del objeto, espera que le mire. Y en ese diálogo de miradas, entre artista y objeto, que aviva el contenido de la obra, proporcionándole sentido a la vida del artista, se da la contemplación.
La mirada de la contemplación pertenece al ojo del artista que está cansado de que el arte sea cada vez más sinónimo de lucro. Al ojo del que ve con la mirada del que busca lo absoluto, la verdad. Su mirada es contraria al ojo superficial y de mirada rápida. Consumidora compulsiva de imágenes. Mirada apagada, sin luz.
La mirada encendida es aquella que busca límites, pues sabe que así sí que tendrá espacio para volar. Hay que marcar los límites, hay que enmarcar.