La letra, el verbo cómplice, es por igual el ovillo de hilo y el laberinto, en esta exhibición de obras recientes de dos sinceros artistas -Mariana Sellanes y David Guaraposimple-, cuyas vitalidades se trasiegan del uno al otro y de un asunto al siguiente.

Allí, donde la letra es la huella de un hierro candente o una revelación hilvanada o un trazo más entre los tantos trazos, surge el poema; y allí, donde la letra ha encontrado acomodo, está el cuadro. Tal es la imbricación del signo con el furor de líneas y colores aferrados a la urdimbre de los lienzos.

Además, mucho tienen en común ambos creadores, aunque cada uno posea un lenguaje tan diferente como prodigioso: Son resucitadores de aquello que habita en los objetos. Puertas y ventanas y desechos que ... esperan a la vuelta del paisaje saben que algo nuevo hay que contar.

A partir del rico acervo popular, también ambos han edificado, en sus vastas trayectorias, individuales propuestas colmadas de fantasía, con seres por cuyos ojos se adentra nuestra mirada. Esos personajes, interrumpidos cuando intentan ocultar una pena, cuando están a punto de confesarnos algo, alteran sus proporciones ajustándolas al discurso de la obra y calzan en el profuso ambiente, un tanto extravagante, que habitan.

Mariana y David han elegido exponer juntos, para fortuna nuestra, atendiendo el sonoro reclamo de sus propios demonios. Demonios que, como un especial presente, se obsequian entre ellos mismos. Demonios domesticados a fuerza de pasión y de letra.