Existe en nuestra naturaleza humana una voluntad incesante de relacionarnos con un mundo mejor, un mundo sin crisis, ni corrupciones, sin maldad o sufrimiento, sin codicia o egoísmo, pero, acciones diversas habrán sido instituidas de modo a garantizar la extinción de todas estas prácticas negativas, fomentando las costumbres contrarios.
Estas acciones, este sistema, fallan constantemente en su misión, y nos obligan a poner nuestra fe profunda en lo bueno de la naturaleza humana, y a anclar esta fe en algunos principios universales de ética.
Éstos incluyen un reconocimiento del valor precioso de la vida, una comprensión del equilibrio de la naturaleza y el uso de esta necesidad como faro para la dirección de nuestros pensamientos, acciones y sobretodo la necesidad de garantizar la compasión como motor de nuestro emprendimiento.
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La naturaleza humana combina una clara percepción más amplia de estas acciones, con sus consecuencias a largo plazo.
La obra de Eduardo Bragança representa estas oposiciones entre lo que la naturaleza humana reclama y los errores que comete. El artista pone en escena sin cesar una armonía de todos estos esfuerzos, yuxtaponiendo sus mensajes positivos, y la fuerza contradictoria de sus personajes.
Entrada actualizada el el 26 may de 2016
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