Observando las luces y sombras en los bosques comencé a organizar las formas derivadas de las líneas horizontales y verticales para obtener rectángulos de color y materia, conservando todavía la sensación de perspectiva y profundidad. A partir de este momento, abandoné el concepto de figura y fondo dejando de lado mi preocupación por la perspectiva y situando todas las formas en el mismo plano pictórico. Eliminé la variación de colores y eliminé la materia hasta quedar con el lienzo en blanco... Volví a llenarme de imágenes, esta vez libres de todo concepto, pinté paisajes intuitivamente dejando entrar poco a poco de nuevo el juego intelectual. Como siempre, volviendo a los orígenes y empezando el mismo camino, pero ahora con una visión distinta adquirida a través de la experiencia y comprensión, y dejando constancia de este esfuerzo renovador con una obra de paisajes coloristas con un grado variable de abstracción.