Descripción de la Exposición
Madrid, 2 de noviembre de 2021-. La Fundación Canal abre al público su nueva exposición Clifford. Vistas del Madrid de Isabel II, que se podrá visitar en su Sala Mateo Inurria 2 a partir del 3 de noviembre. La exposición, inaugurada por Paloma Martín, presidenta de Canal de Isabel II y consejera de Medio Ambiente, Vivienda y Agricultura de la Comunidad de Madrid, ha sido comisariada por Javier Ortiz-Echagüe, profesor de historia del arte en la Universidad Rey Juan Carlos (Madrid).
La muestra incluye una selección de casi un centenar de imágenes, préstamos de Patrimonio Nacional, la Biblioteca Nacional, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y otras prestigiosas instituciones, que están articuladas en cuatro secciones: Los placeres de la fotografía, El viejo y el nuevo Madrid, Al servicio de la monarquía y La construcción del Canal de Isabel II: una obra digna de romanos. La exposición permitirá entender cómo esta gran obra de ingeniería, la más ambiciosa en su época a nivel internacional, sienta las bases para la transformación de un Madrid muy diferente al que conocemos actualmente y abrirle las puertas de la modernidad. Así como realizar un recorrido sobre la evolución de la técnica y la historia temprana de la fotografía en España de la mano de uno de sus pioneros.
Clifford. Vistas del Madrid de Isabel II no pretende ser una exposición antológica de la carrera del fotógrafo, sino mostrar una selección de imágenes realizadas en Madrid, con especial atención al gran proyecto de ingeniería del momento, que es el Canal de Isabel II. Aunque en esa época no puede compararse con las grandes capitales europeas, Madrid se encuentra en los primeros momentos de proceso de fuertes cambios. Esto es lo que reflejan las imágenes de Clifford: una ciudad, atrasada en muchos aspectos, que está poniendo en marcha el proceso de transformación que conduce al siglo XX.
Charles Clifford, fotógrafo galés, vive en Madrid entre 1850 y 1863. Durante esa década mantiene abierto un estudio de retrato en la ciudad y también emprende un ambicioso proyecto de documentación de los monumentos históricos de los diferentes lugares de España, que desarrolla con distintos apoyos: el de las reinas Isabel II en España o Victoria en Inglaterra, el de familias nobles como los Montpensier o los Osuna, o el de instituciones como la recién creada Escuela Especial de Arquitectura.
La temática fundamental de la fotografía de Clifford en España son álbumes de ciudades y sus monumentos medievales, en los que destacan los aspectos históricos antes que la actualidad inmediata. No obstante, sus fotografías sobre Madrid y sus alrededores se centran en el presente y el futura y muestran el inicio de la evolución de la región, sobre todo gracias a la construcción del Canal de Isabel II y la llegada del ferrocarril a la región.
La exposición, que se podrá visitar de manera gratuita hasta el 13 de febrero de 2022, se complementa con diferentes actividades como conferencias, visitas guiadas, talleres familiares... Además de las visitas presenciales, la Fundación ofrece la posibilidad de visitar la exposición online. Para ello, se ha puesto en marcha un recorrido virtual por la exposición, donde detenerse y apreciar, desde un ordenador o dispositivo móvil, las fotografías que la componen, así como los textos explicativos de cada sección, y su llamativo montaje.
A través de sus proyectos expositivos, la Fundación Canal apela a la cultura como herramienta de divulgación del conocimiento, principalmente a través de la obra de los grandes maestros del arte moderno y contemporáneo. Sus dos salas, Mateo Inurria 2 y Castellana 214 han acogido más de 70 exposiciones por las que han pasado cerca de cinco millones de visitantes.
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Con motivo del 170 aniversario de la creación de Canal de Isabel II, la Fundación Canal ha organizado la exposición Clifford. Vistas del Madrid de Isabel II, en la que a través de un centenar de piezas se hace una aproximación al Madrid de mediados del siglo XIX.
Charles Clifford, fotógrafo galés, vive en Madrid entre 1850 y 1863. Durante esa década mantiene abierto un estudio de retrato en la ciudad y también emprende un ambicioso proyecto de documentación de los monumentos históricos de los diferentes lugares de España, que desarrolla con distintos apoyos: el de las reinas Isabel II en España o Victoria en Inglaterra, el de familias nobles como los duques de Montpensier o los de Osuna, o el de instituciones como la recién creada Escuela Especial de Arquitectura.
Todo esto dio lugar a un amplio archivo, del que hoy se conocen unas 800 fotografías. El conjunto de su trabajo se conoce como Voyage en Espagne y a lo largo de su carrera se publicaron diferentes álbumes con fragmentos de este compendio. Aunque la temática fundamental de estas fotografías son las ciudades y los monumentos españoles, en los que destacan los aspectos históricos antes que la actualidad inmediata, sus fotografías sobre Madrid y sus alrededores tienen una aproximación diferente en el conjunto de su obra y muestran un importante proceso de modernización de la región gracias a la construcción del Canal de Isabel II y la llegada del agua en cantidad y de calidad.
Clifford. Vistas del Madrid de Isabel II no pretende ser una exposición antológica de la carrera del fotógrafo, sino mostrar una selección de imágenes realizadas en la capital y sus alrededores, con especial atención al gran proyecto de ingeniería del momento, que es el Canal de Isabel II. Aunque en esa época no puede compararse con las grandes capitales europeas, Madrid se encuentra en los primeros momentos de un proceso de fuertes cambios. Esto es lo que reflejan las imágenes de Clifford: una ciudad secularmente atrasada en muchos aspectos, que está poniendo en marcha el proceso de transformación que conduce al siglo XX.
Esta exposición muestra al fotógrafo Charles Clifford como testigo de las grandes transformaciones de la zona, como maestro y pionero de la técnica fotográfica del siglo XIX en España y como fotógrafo de la corte de Isabel II.
La exposición
Clifford. Vistas del Madrid de Isabel II está compuesta por una selección de casi un centenar de imágenes articuladas en cuatro secciones: Los placeres de la fotografía, El viejo y el nuevo Madrid, Al servicio de la monarquía y La construcción del Canal de Isabel II: una obra digna de romanos. La exposición permitirá realizar un recorrido sobre la evolución de la técnica y la historia temprana de la fotografía en España de la mano de uno de sus pioneros, ser testigos del intenso proceso de modernización de Madrid en la segunda mitad del S.XIX, y entender cómo la construcción del Canal de Isabel II, la obra de ingeniería más ambiciosa en su época a nivel internacional, logra transformar un Madrid muy diferente al que conocemos actualmente y abrirle, gracias al acceso al agua, las puertas de la modernidad.
Gracias a los relevantes préstamos de Patrimonio Nacional, la Biblioteca Nacional, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y otras prestigiosas instituciones la Fundación Canal ha podido reunir una gran cantidad de fotografías de Charles Clifford que bien por su fragilidad o por estar habitualmente custodiadas en sus álbumes originales, son difícilmente visibles por el público.
1. LOS PLACERES DE LA FOTOGRAFÍA
Clifford pertenece a la generación de pioneros que se formaron en el empleo de los métodos fotográficos más antiguos: el daguerrotipo francés, que se presenta en público en 1839 y que permite obtener una imagen positiva y única sobre una placa metálica, y el talbotipo (o calotipo) británico, que genera una imagen negativa sobre papel, a partir de la cual se pueden realizar múltiples copias positivas, también en papel. En esta exposición se muestra un ejemplo muy significativo de este procedimiento, el álbum llamado de “copias talbotipias” que Clifford regala a Isabel II en 1852.
Sin embargo, el proceso fotográfico con que están realizadas la mayor parte de las imágenes que se muestran en la exposición es el colodión húmedo, que Clifford adoptó hacia 1855. En esta sección se recogen algunos de los objetos y grabados que ilustran su realización y ayudan a entender el aspecto que tienen las fotografías resultantes. Desde dos cámaras fotográficas de la época, materiales y soportes utilizados para el revelado, así como el libro Photographic Pleasures que narra la labor de los fotógrafos de mediados del siglo XIX.
La exposición muestra dos cámaras de época, una de estudio y una de exteriores. Para las fotos en exteriores era necesario transportar un laboratorio portátil. Por eso, fotografiar en excursiones o viajes es algo técnica y físicamente muy exigente, sobre todo teniendo en cuenta lo voluminoso de las cámaras, lo frágil que eran los negativos de cristal, y las partículas de polvo en suspensión contra las que había que luchar.
Esta sección narra también la pintoresca y misteriosa llegada de Clifford a Madrid. Se produce en septiembre de 1850, en compañía de Jane, su mujer, y de Arthur Goulston, propietario de un globo aerostático llamado Royal Cremorne. Los tres firman un convenio con Antonio Hernández, el empresario que gestiona la plaza de toros, por el que se comprometen a realizar una serie de espectáculos aerostáticos en los meses siguientes.
EXPOSICIÓN | CLIFFORD. VISTAS DEL MADRID DE ISABEL II
La biografía de Clifford antes de 1950 es un misterio, no se conoce nada de su vida. El periódico La España anuncia la llegada de un “aeronauta de caballería”, que pretende hacer una ascensión en globo a caballo desde la plaza de toros y realizar un proyecto pionero de fotografía aérea: “Tuvimos entonces el placer inefable de encontrarnos en un cielo azul y sereno”, sobre un mar de nubes, comparable al “océano helado de las regiones polares”. Sin embargo, este espectáculo natural les hizo perder el paisaje urbano que pretendían fotografiar: “Mucho hemos sentido no haber podido tomar con el daguerrotipo la vista de Madrid” (La Patria, 17 enero 1851).
Al poco de su llegada a Madrid, y mientras se preparan estas aventuras aerostáticas, Clifford se anuncia en la prensa como fotógrafo que realiza retratos al daguerrotipo según el método inglés y muestra su trabajo en el número 4 de la calle Alcalá, donde se ubicaba su primer estudio.
La prensa habla de Clifford como un fotógrafo innovador, que ha desarrollado junto a Goulston un “nuevo método de retratar al daguerrotipo” (El Clamor Público, 14 noviembre 1850). Las claves de este método son su precisión y rapidez. “Hemos visto a Mr. Clifford hacer estos retratos con una ligereza prodigiosa”, hasta el punto de que “la persona retratada no ha tenido tiempo para cansarse en la inmovilidad que es preciso mantener y el semblante ha podido parecer natural” (La Patria, 9 noviembre 1850). El establecimiento del “Daguerrotipo inglés” se traslada desde la calle Alcalá al número 11 de la Puerta del Sol y, desde allí, al pasaje de Murga (calle Montera 45-47) a finales de 1851, Caballero de Gracia 31 en 1853, carrera de san Jerónimo 39 en 1854, Cava Alta 1 en 1857… y, finalmente, a la calle Isabel la Católica, donde Clifford fallece en 1863. De estos establecimientos el que mejor se conoce es el de Montera 45 porque se conserva una fotografía de Alonso Martínez y Hermano, presente en la exposición, que ocupó el local unos años después. Clifford trajo la innovación en el ámbito de la fotografía, realizó una reforma en su estudio para permitir la entrada de luz natural y construyó una galería de cristal, trajo la innovación en cuanto a máquinas y materiales desde Inglaterra y Alemania y fue innovador en la atención al cliente habilitando salones cómodos y lujosos para sus clientes y amigos.
La publicidad del estudio de Clifford no suele hablar de un autor individual, sino de algo más amplio, que se denomina “Clifford y compañía”. El misterioso aeronauta Arthur Goulston es uno de estos primeros socios. Pero, sobre todo, hay que mencionar a su esposa, Jane Clifford, de quien la prensa dice que “tomaba parte activa” en los trabajos fotográficos (El Clamor Público, 3 enero 1863) y que, de hecho, continuó con las actividades del estudio tras el fallecimiento de Charles. De los otros ayudantes o artistas (los que se dedicaban, por ejemplo, a colorear retratos) no nos han llegado los nombres.
2. EL VIEJO Y EL NUEVO MADRID
“Al llegar a Madrid, uno se sorprende en seguida del aspecto poco español de la capital; las tiendas, las calles, los carruajes, el modo de vestir… todo, menos el idioma, es francés”, escribe Clifford en su Photographic Scramble. Esta impresión es la que ofrece el Salón del Prado, que para él tiene un referente parisino: “El Prado es los Campos Elíseos de los madrileños, el mismo nombre del cual parece avivarles tanto como el retintín de sus castañuelas”.
Así como en el resto de España Clifford fotografiaba el pasado, la España medieval, en las fotografías de Madrid, la intención del fotógrafo es mostrar el progreso, el desarrollo y el futuro. Su enfoque en la capital evidencia esa vocación de modernidad donde plasma el espíritu de una ciudad que decide entrar en la liga de las capitales europeas, hasta entonces muy atrasada en cuanto a arquitectura e infraestructuras.
En las fotografías de Clifford está bien representado el Madrid de Carlos III, desde la Puerta de Alcalá al mencionado Salón del Prado. Y también el de Isabel II, que a veces conecta directamente con el del siglo anterior, pues muchos edificios se restauran, completan o acondicionan en esos años. Así ocurre con el Museo del Prado o el Observatorio Astronómico de Juan de Villanueva, que quedaron muy dañados tras la Guerra de la Independencia y fueron intervenidos en distintos momentos por el arquitecto de moda de la época, Narciso Pascual y Colomer.
Entre los edificios más emblemáticos del periodo isabelino que observamos en las fotografías de Clifford destaca el de las Cortes, obra del mismo Pascual y Colomer inaugurada en 1850. En la imagen que dedica a la carrera de San Jerónimo, este edificio se ve en primer plano, y, al fondo, la iglesia de los Jerónimos, en medio del proceso de restauración. En esta sección lo fundamental no es la arquitectura. También es un momento de proyectos urbanísticos, como el de la Plaza de Oriente, diseñada por el omnipresente Pascual y Colomer, que trató de organizar un espacio surgido de los derribos de José Bonaparte, abandonados tras la guerra. Este espacio enlaza con el otro gran proyecto cultural de la época, el Teatro Real. Desde 1841, el edificio había servido como sede del Congreso de los Diputados, hasta que en 1850 se inaugura el nuevo Palacio de las Cortes.
Es interesante ver estas fotografías como documentos de la época en que se hicieron y no solo como imágenes tópicas de lugares ya conocidos. Así, la Puerta de Alcalá aparece como una verdadera puerta, inserta en la muralla y por la que circulan carros con mercancías.
En otros casos, las fotografías documentan el propio proceso de construcción, una práctica que empezaba a ser habitual. Este es el caso de la reforma de la Puerta del Sol, proyectada por el ingeniero Lucio del Valle y realizada entre 1854 y 1862, que Clifford fotografía en dos fases. Se conservan tres vistas anteriores a la intervención, con una gran farola de gas en el centro y algunos edificios ya derribados en la parte oriental de la plaza. De paso, la nueva disposición rectifica el trazado irregular de algunas calles como Preciados y acoge en su centro una gran fuente que es también la culminación del otro gran proyecto de Lucio del Valle: el Canal de Isabel II, cuyas obras dirigió.
En esta serie de imágenes madrileñas cabe mencionar dos fotografías bastante especiales dentro de la producción de Clifford. Se trata de dos retratos de Gertrudis Enríquez de Sequera, viuda de Loftus Charles Otway, un diplomático que fue secretario de la Legación Británica en España, e hijo de un célebre general que combatió en España durante las guerras napoleónicas. Otway falleció en Madrid
en 1861 y fue enterrado en el Cementerio Británico, tumba ante la que aparece fotografiada su mujer. Las imágenes, claramente posadas, son un documento sobre la vida de la comunidad británica en Madrid, vinculada a este lugar donde el propio Clifford sería enterrado dos años después, tras su prematuro fallecimiento a los 43 años.
El Madrid de Clifford
Cuando Clifford comienza a trabajar en España, la fotografía es un invento relativamente reciente y Madrid es, en expresión de Galdós, un “pueblo grande y revuelto”. Mientras que Londres había superado ya los dos millones de habitantes, la capital española no llega a los trescientos mil. La más célebre guía en lengua inglesa de la época, el Manual de viajeros de Richard Ford (1845), habla de una “residencia desagradable y malsana”. Para otros, sin embargo, todo esto tiene su atractivo. Otro libro británico de esos años, La Biblia en España de George Borrow (1843), describe la vida madrileña como un espectáculo constante, sobre todo por sus habitantes: “Cercados por un muro de tierra que apenas mide legua y media a la redonda, se agolpan doscientos mil seres humanos que forman, con toda seguridad, la masa viviente más extraordinaria del mundo entero”.
Este es también un tiempo de reformas urbanas, que llegan lentamente, al ritmo que permite la constante inestabilidad política y económica del país. En 1846 comienza la instalación de un sistema de alumbrado público mediante faroles de gas, que hasta entonces se limitaba a unos pocos lugares céntricos. En 1851 se abre la línea de ferrocarril Madrid-Aranjuez, a la que sigue Madrid-Alicante en 1858 y, en pocos años, muchas otras. Ese mismo año se pone la primera piedra del Canal de Isabel II, del que se hablará más adelante. Y en 1860 se proyecta el ensanche, que dará lugar a los barrios de Salamanca y Chamberí.
Lo que muestran sus fotos es una ciudad moderna, que se presenta a través de una serie de imágenes claramente seleccionadas. No aparecen monumentos medievales, ni la ciudad de los Austrias o los barrios periféricos. Los edificios más antiguos que se muestran son el Real Hospicio de San Fernando, la Iglesia de las Salesas o el Palacio Real, todos ellos de mediados del siglo XVIII. Pero lo que predomina es la arquitectura neoclásica y las construcciones contemporáneas, realizadas en el propio siglo XIX, con especial atención a los edificios más emblemáticos del periodo isabelino.
3. AL SERVICIO DE LA MONARQUÍA
El primer acercamiento de Clifford a la monarquía española se produce a través de un pequeño álbum que dedica en 1852 a la reina Isabel II. La ocasión es la presentación ante la Virgen de Atocha de la recién nacida infanta Isabel, princesa de Asturias. Un acontecimiento importante, pues se trata del nacimiento de la primera hija de la reina y futura heredera del trono. El álbum está firmado por “C. Clifford photografito inglés” y contiene siete fotografías que documentan los monumentos erigidos a lo largo del recorrido de la comitiva: el Palacio Real, Arco de la Villa, Monumento de la Puerta del Sol, Castillo de Ingenieros, Monumento del Prado, Congreso de los Diputados y Arco del Congreso.
Con este álbum como carta de presentación, Clifford realizó muchos trabajos para la Casa Real. Además de fotografiar varias residencias reales, se le encomendará la realización de los álbumes de los distintos viajes oficiales de Isabel II. Fruto de este trato frecuente es el encargo de otras fotografías que se conservan en la colección del Palacio Real. Durante el viaje a Cataluña de 1860, Clifford retrata a Isabel II vestida de condesa de Barcelona. En otras ocasiones, la propia monarca encargó a Clifford retratos de otras personas. Este es el caso de la reina de Inglaterra, a la que fotografió en el naranjal de Windsor en noviembre de 1861. El 23 de abril de 1862 Clifford fue invitado a una audiencia privada en Palacio en la que entregó este retrato a Isabel II. Además de este, de formato medio, se realizaron otras variantes, como el de tarjeta de visita, ligeramente distinto, con una cortina y una pared como fondo.
A estas imágenes oficiales se añaden otros retratos, relativamente informales, de la familia del duque de Montpensier, que se conservan en el Palacio Real. El duque, Antonio de Orleans, es un personaje muy emblemático de la época. Casado con la hermana de Isabel II, Luisa Fernanda, fue el eterno aspirante al trono de España y estuvo involucrado en muchas conspiraciones para conseguirlo. Al mismo tiempo, fue un gran coleccionista de fotografía y aficionado a las artes. Generalmente, estos retratos son serios y solemnes. Esto es así porque se trata de imágenes oficiales de personajes públicos, pero también porque las fotografías exigían un tiempo de exposición tan prolongado que era difícil captar un gesto espontáneo. “La inmovilidad –apunta Cuthbert Bede en Photographic Pleasures– resultaba bastante necesaria en un proceso en el que, si guiñabas el ojo, te quedabas sin él, y en el que, si estornudabas, ¡te volabas la cabeza!”
4. LA CONSTRUCCIÓN DEL CANAL DE ISABEL II:
UNA OBRA DIGNA DE ROMANOS
Para Mesonero Romanos (El antiguo Madrid, 1861), hay “dos sucesos clásicos verdaderamente decisivos para el Madrid del siglo XIX”: uno es la llegada del ferrocarril en febrero de 1851, y el otro la inauguración del Canal de Isabel II en junio de 1858. Clifford no llegó a tiempo para fotografiar la llegada del tren, pero sí se encargará, de fotografiar el proyecto de ingeniería civil del Canal de Isabel II, el más importante a nivel internacional de la época, que abastecerá de agua a la ciudad de Madrid.
Es Lucio del Valle, director del proyecto, quien encarga a Clifford fotografiar las obras del Canal, que comienzan con el Pontón de la Oliva y siguen hasta llegar a su final en los depósitos de agua, situados en lo que hoy es la calle de Bravo Murillo. El recorrido acaba en la gran fuente que se inauguró en 1858 entre la glorieta de San Bernardo y la Iglesia de Montserrat y que dos años después se trasladó a la Puerta del Sol.
De la misma manera que el progreso se va materializando en los avances técnicos e industriales la fotografía supone una “preciosa aplicación de la ciencia que cultivan a un mismo tiempo los sabios y los artistas, los industriales y los aficionados”, y que “marcha con un paso cada vez más rápido por la senda del Progreso” (Ilustración Industrial, octubre 1863).
Esta exposición sobre el Madrid de la época de Isabel II presta especial atención a la serie de fotografías que Clifford realizó sobre la construcción del Canal de Isabel II, una canalización de más de 68,10 kilómetros. para traer agua desde el Pontón de la Oliva hasta el centro de Madrid.
En 1856, cuando el proyecto lleva ya cinco años en marcha, Clifford emprende el trabajo de documentación de las obras del Canal de Isabel II de la mano del ingeniero Lucio del Valle. De entre las fotos realizadas, Clifford seleccionó 28 para crear el álbum de Vistas del Canal de Isabel II. Varios de estos ejemplares del álbum se conservan aún. En la exposición se muestra completo el de la Academia, en la misma secuencia que decidió el artista, y se puede mostrar en pared gracias a ser el único completo localizado que no está encuadernado. Este álbum se complementa en la exposición con otras interesantes fotografías. Un trabajo espectacular tanto por el contenido, ya que la obra en sí es faraónica, como por la calidad técnica de las imágenes, teniendo en cuenta las dificultades de fotografiar en exteriores en la época, cómo llegar hasta allí, coreografiar a todos los presentes, tiempo de exposición largo o realizar el revelado allí mismo en los siguientes 15 minutos a la toma.
La sección comienza con la presa del Pontón de la Oliva, que se encontraba en reparación después del descubrimiento de unas filtraciones. Varias de las fotografías muestran el proceso de trabajo, tanto desde el interior como el exterior de la presa, que parece un auténtico hormiguero, lleno de personas, carros e instrumentos de trabajo. Lo que más llama la atención es el detalle con el que se puede percibir a los personajes, que contrasta con las sombras borrosas que se ven en las fotografías que Clifford realizó en Madrid. Este interés por los trabajadores llega a su cumbre en la fotografía del exterior del Pontón de la Oliva, en la que pueden distinguirse a cientos de personajes dispuestos en orden para la fotografía. Conseguir algo así implica una puesta en escena deliberada, pues implica que todo el mundo debe pararse a posar inmóvil durante varios segundos. Los ingenieros aparecen dispuestos en primer plano a la izquierda y sigue el resto de los trabajadores uniformados sobre el puente, con las cargas sobre el hombro, detenidos con las carretillas o cruzando el laberinto de pasarelas que van de un lado a otro de la obra. Una imagen impresionante, que se ha comparado con las masas de actores de las películas primitivas de Cecil B. de Mille, pero que en realidad sigue el procedimiento inverso: en la fotografía, los personajes no deben actuar, sino mantenerse en una inmovilidad absoluta durante el tiempo de la toma.
El resto de la serie desarrolla este mismo planteamiento. La composición suele ser similar: las construcciones al fondo y una serie de personajes posando en primer plano o situados sobre las propias obras. La secuencia continúa con los diferentes canales, túneles, acueductos y sifones hasta llegar al depósito de Madrid y a la inauguración de la fuente en San Bernardo. Los ingenieros son un colectivo siempre presente. A veces, aparecen algunas mujeres elegantemente vestidas y se ha especulado si alguna de ellas podría ser Jane Clifford. Para el observador actual, estos personajes no sirven solo para dar la escala: constituyen todo un repertorio social, que va desde los ingenieros y sus familias hasta los vigilantes de la obra, diferentes gremios de artesanos y presidiarios.
En muchas fotografías se ve un carro con el escudo de la reina, que bien puede ser el laboratorio portátil necesario para fotografiar al colodión. Este detalle indica en qué condiciones se realizó el trabajo, que aparecen evocadas también en el Photographic Scramble: “Las dificultades de un fotógrafo no son pocas, mientras se viaja en un país donde se desconocen las comodidades del transporte”, escribe Clifford, que añade otros elementos como la aridez del suelo, el polvo, la dificultad de encontrar agua destilada. Y, sobre todo, el voluminoso equipo, que implica transportar cientos de placas de vidrio, además de un laboratorio lleno de frascos. “Todo este tinglado, balanceado y atado a los lomos de las mulas”, provoca “una emoción nerviosa constante”: cada tropiezo puede destruir todo el trabajo.
A pesar de estas dificultades, las fotografías de Clifford mantienen un nivel de calidad extraordinario, que hace de esta serie una de las obras maestras de la fotografía del siglo XIX. Un proyecto fotográfico épico, acorde con el carácter faraónico de la obra de ingeniería que documenta. Un artículo de la época describe el Canal como una “gran obra, digna de los romanos, que está destinada a regenerar a Madrid” (La Iberia, 4 julio 1858). Efectivamente, el acceso al agua de calidad y en cantidad es uno de los factores que permite explicar la expansión posterior de la ciudad. En 1860 se plantea por primera vez el ensanche, y ocho años después las murallas de Felipe IV son derribadas para facilitar el proceso de expansión urbana. Para entonces, las aguas del Lozoya son ya un elemento familiar para los madrileños. “¿De qué agua quieren ustedes?… ¿Progreso o Lozoya?”, pregunta doña Casta en Fortunata y Jacinta (1887), una novela ambientada en estos años. A continuación, sigue una discusión sobre las cualidades de cada una de las aguas, tan sabía que Galdós la considera un completo y popular “tratado de las aguas de Madrid”.
Charles Clifford, el personaje.
La vida de Charles Clifford antes de su llegada a España es totalmente misteriosa, no se conoce nada de su pasado anterior a 1850. Ni donde aprendió fotografía, ni si tiene obra anterior a esa fecha, ni si tenía otro oficio... Sin embargo, durante los 13 años que vivió en Madrid su trabajo está documentado a través de la repercusión en los periódicos de la época, así como a través de anuncios donde ofrecía servicios fotográficos en su estudio de retratos.
1819. Nace en Gales del Sur (Gran Bretaña).
1850. Ya casado con Jane Clifford y con un hijo de dos años figura como residente en Madrid. Se anuncia en la prensa madrileña como aeronauta protagonista de ascensiones en globo en la plaza de toros de Madrid, y como fotógrafo daguerrotipista con estudio en la calle Alcalá, núm. 4, donde ejerce como retratista según el “método inglés”.
1851. En diciembre, los señores Clifford habían establecido su residencia y laboratorio en Puerta del Sol, n.º 11. Posteriormente se trasladan al Pasaje de Murga de la calle de la Montera, n.º 45 donde Clifford empieza a utilizar el proceso calotípico.
1852. Publica un álbum que se conserva en el Palacio Real de siete fotografías dedicado a la reina Isabel II con el título: Copia talbotípica de los monumentos erigidos en conmemoración del restablecimiento de S.M. y la presentación de S.A.R. la Princesa de Asturias en el templo de Atocha, el día 19 de febrero de 1852.
1853. Se establece en la calle San Jerónimo, nº 39. Es nombrado “Fotógrafo de la Real Casa”. Realiza un amplio reportaje de Madrid, El Escorial, Segovia, Toledo y Burgos, que expone en el establecimiento madrileño La Corona de Oro. En Madrid fotografía la Fuente de la Cibeles.
1854. Conoce a Antonio de Orleans, duque de Montpensier, uno de sus mejores clientes y patrocinadores.
1856. Inicia un extraordinario reportaje de las obras del Canal de Isabel II.Fija su residencia y laboratorio en la Cava Alta, n.º 1, c/v a la calle Toledo. Abandona el calotipo y comienza a experimentar con el colodión, lo que le facilita divulgar su obra por toda Europa.
Entra formar parte de la Societé Française de la Photographie. Participa en la Exposición Fotográfica de Bruselas de este año obteniendo una mención honorífica. Publica en París el álbum Voyage en Espagne con 400 fotografías.
1857. Participa en la Exposición General de Agricultura celebrada en Madrid con 24 vistas de las obras del Canal de Isabel II, logrando una mención honorífica. Igualmente, sus fotografías se exponen en los salones de la Société Française de París.
Realiza una serie de vistas de la madrileña Puerta del Sol con una considerable atención a sus reformas.
1858. Traslada su residencia y laboratorio a la Carrera de San Jerónimo, n.º 16 de Madrid.Con una selección de 28 fotografías positivadas en papel albúmina a partir de negativos de colodión confecciona el álbum cuyas imágenes había tomado años atrás titulado Vistas de la presa y demás obras del Canal de Isabel II fotografiadas por Ms Clifford.A partir de este año empieza a colaborar en el periódico El Museo Universal, donde se reproducen en xilografías sus fotografías del Canal de Isabel II. Otros cinco grabados de las fotos del Canal se publican en El Mundo Pintoresco.
1861. El 28 de julio, El Museo Universal publica que Clifford acaba de regresar de Londres trayendo consigo “la mayor máquina fotográfica construida hasta el día, con la cual se pueden sacar vistas hasta de metro y medio en cuadro”. Así mismo, reseña que se encuentra en Alemania en busca de material fotográfico moderno.
Recibe el encargo de la Reina de Inglaterra de un álbum, de unas seiscientas láminas, que represente los principales monumentos de España. Por otra parte, la Reina de España le encarga dos retratos, uno en traje de Condesa de Barcelona y otro en el de Reina.
1862. Actúa como proveedor del material fotográfico que adquiere en Londres y como instructor de Rafael Castro Ordóñez para fotografiar la expedición al Nuevo Mundo de la Comisión Científica del Pacífico.Publica el catálogo de su obra sobre los monumentos de España con reseña de 171 imágenes titulado A Photographic Scramble trough Spain (“Peripecias fotográficas por España”). La obra fue patrocinada por sus majestades la Reina de Inglaterra, la Reina y el Rey de España, el Emperador y la Emperatriz de los Franceses, el Emperador de Rusia, y el Duque de Montpensier.
1863. Fallece el 1 de enero, siendo enterrado en el cementerio británico de Madrid.
Su esposa Jane Clifford se hace cargo del estudio fotográfico donde permanecen los mismos operarios que trabajaban en el establecimiento desde hace diez años, además de su hijo, que también hacía de representante. El museo South Kensington de Londres (actualmente Victoria and Albert Museum) adquiere una Colección de vistas fotográficas de España de Clifford. Jane realiza un reportaje de unas 66 fotografías del Tesoro del Delfín (conservado en el Museo Real de Madrid procedente de la herencia de Felipe V) para el museo South Kensington de Londres.
1864. Jane Clifford, su viuda, traslada, el estudio fotográfico a la calle Mayor, n.º 18-20, donde vende y distribuye el fondo fotográfico de su marido, así como copias de cuadros, grabados y planos.
Técnica fotográfica de mediados del siglo XIX
El inicio de la técnica fotográfica se asocia al daguerrotipo y el calotipo, los dos procedimientos fotográficos primitivos, que compitieron en los primeros años de la fotografía y se siguieron usando en sus primeras décadas, hasta ser sustituidos por el sistema colodión-albúmina.
El daguerrotipo es un positivo directo: se expone en la cámara donde se genera directamente una imagen positiva. En los primeros años destaca (frente al calotipo) por su precisión y el nivel de detalle, aunque posee el inconveniente del soporte: la imagen se imprime sobre una lámina de plata muy pulida, que muestra una imagen positiva o negativa según el ángulo desde el que observe, pero, al ser una superficie metálica, llena de reflejos. Además, el soporte metálico no tiene ninguna transparencia, por lo que es imposible sacar copias: el daguerrotipo es una imagen única.
El calotipo es una imagen negativa impresa sobre papel. En principio, consigue un nivel de detalle menor que el daguerrotipo, y la imagen tiende a perder densidad. La gran ventaja es que el negativo de papel tiene algo de transparencia, por lo que, si se expone al sol en contacto con otro papel emulsionado durante cierto tiempo, genera un positivo. Esto quiere decir que, al contrario que el daguerrotipo, es reproductible, y esta es su gran ventaja: se pueden obtener muchas copias a partir de un negativo. Según avanza la técnica se empieza a recubrir los negativos de cera para volverlos más transparentes y usarlos para positivar, y ganar así bastante detalle. El positivo del calotipo es el conocido papel a la sal y se caracteriza por tener un tono rojizo-púrpura.
A mediados del siglo XIX la técnica o procedimiento más utilizado es el colodión. El soporte del colodión es una placa de vidrio sobre la que se aplica una emulsión viscosa, que se extiende uniformemente y luego se sensibiliza por inmersión en una solución de nitrato de plata. Durante la toma, la placa sensibilizada se expone a la luz en el interior de la cámara y da lugar a una imagen negativa capaz de registrar una gran cantidad de detalle, pero que también presenta algunas limitaciones. La principal es su baja fotosensibilidad, por lo que requiere de tiempos de exposición que pueden oscilar entre uno y varios segundos (dependiendo del tipo y cantidad de luz del tema a fotografiar, de la luminosidad de la lente y del mayor o menor formato de la placa). Para solucionar este problema, que depende fundamentalmente del acceso a la luz natural, los estudios fotográficos solían situarse en pisos altos, donde se instalaban grandes cristaleras que permitían una buena iluminación. Además, la emulsión es sensible sobre todo a los rayos ultravioleta –color azul–, por lo que los cielos suelen aparecer sobreexpuestos, planos y sin nubes. Y se va volviendo completamente insensible a medida que nos acercamos a los infrarrojos, por lo que, en los retratos, la piel de las personas presenta muchas veces una tonalidad más oscura.
El principal inconveniente del colodión es que la placa, después de ser emulsionada y sensibilizada, debe ser expuesta y revelada mientras la emulsión sigue húmeda, un estado en el que puede mantenerse solo unos minutos, dependiendo de la temperatura y la humedad ambiente. Esto no es un gran problema en la fotografía de estudio, pero implica que para realizar estas operaciones en exteriores es necesario un laboratorio portátil.
El soporte más frecuente para positivar el negativo de colodión es la albúmina, un papel cubierto en una de sus caras con una emulsión y luego sensibilizado con nitrato de plata. La imagen se obtiene mediante una exposición prolongada al sol de este papel preparado en contacto con el negativo de vidrio. El resultado es una nueva inversión de tonos: el negativo del vidrio genera un positivo en el papel. El hecho de que la imagen se obtenga por contacto tiene una consecuencia directa: el positivo final es del mismo tamaño que el negativo. Así que, para realizar imágenes de un formato aproximado de 30x40 cm, es preciso un negativo de idéntico tamaño. De ahí el volumen que tienen las cámaras de gran formato, que deben albergar estas grandes placas de vidrio durante la toma.
La superficie semibrillante de las copias a la albúmina da lugar a imágenes de aspecto satinado, con tonos púrpura o marrón, una tonalidad profunda y un nivel de detalle capaz de reflejar la gran cantidad de información contenida en los negativos de colodión. Esto es así, sobre todo, en las copias de gran formato, que se generan por contacto directo sobre un negativo del mismo tamaño. Estas fotografías piden una observación detenida en búsqueda de detalles significativos.
“Para examinar las imágenes fotográficas con un cierto grado de perfección, es aconsejable usar una lente de aumento, como la que suelen usar las personas mayores para leer”... Así, los objetos se amplían y aparecen “multitud de pequeños detalles que ni se advertían ni sospechaban”. Talbot en su libro pionero, El lápiz de la naturaleza (1844).
El Canal de Isabel II, 170 años
de agua en Madrid
A mediados del siglo XIX el agua para abastecer la ciudad de Madrid era insuficiente. Por eso, el 10 de marzo de 1848, bajo los auspicios de la reina Isabel II, el ministro Bravo Murillo se vio obligado a crear la Comisión Especial de Traída de Aguas. De ella salió elegida la revolucionaria propuesta de los ingenieros Rafo y Ribera: plantearon traer a Madrid el agua del río Lozoya a través de un canal de casi 70 kilómetros.
El 18 de julio de 1851 se aprobó la ejecución del proyecto y fue el punto de partida de lo que hoy se conoce como Canal de Isabel II. La primera piedra se colocó en el Pontón de la Oliva e inauguró una obra faraónica que abarcaba desde una presa, el canal de 68,1 kilómetros hasta el Depósito del Campo de Guardias, además de 4 sifones y 29 acueductos.
No sin dificultades, el 24 de junio de 1858, las aguas del río Lozoya llegaron a Madrid, exactamente a la calle San Bernardo, donde se erigió una fuente para la ocasión. Al ver la magnitud del chorro, el ministro de Gobernación, José Posada Herrera comentó a la reina: “Señora, hemos tenido la suerte de ver un río poniéndose de pie”.
Con la llegada del agua del río Lozoya, la ciudad de Madrid experimentó una evidente transformación. Surgieron jardines y fuentes que adornaban el paisaje y la higiene mejoró notablemente entre la población, que pasó de los 200.000 habitantes de 1850 a los casi 300.000 de principios de la siguiente década.
Desde su formación como empresa, Canal se ve inmersa en una carrera para cubrir las necesidades de abastecimiento de una ciudad que no deja de crecer y para la cual las obras originarias son insuficientes. En las siguientes décadas se construye un depósito más grande y se levanta la presa de El Villar, la más alta de España en ese momento.
Ya en el siglo XX, Madrid continúa creciendo exponencialmente, y para abastecer a los nuevos ensanches de Chamberí y Salamanca se tiene que erigir un depósito elevado. Su enorme cuba, a 32 metros de altura, permite distribuir el agua a las zonas más altas de la ciudad. El Primer Depósito Elevado entra en servicio en 1911 y se convierte en un enclave singular por su originalidad arquitectónica.
Tras la Guerra Civil el consumo de agua se dispara, la población de Madrid aumenta hasta los 600.000 habitantes, muchas viviendas cuentan con baño propio y cada vez hay más parques y jardines. La necesidad pide nuevas obras y reanudar las que se paralizaron durante el conflicto. Con la ejecución del Canal Alto se garantiza la distribución del agua a la zona norte de Madrid. Con el Canal del Este, situado entre el Manzanares y el río Jarama, se cubren las necesidades del sur de
EXPOSICIÓN | CLIFFORD. VISTAS DEL MADRID DE ISABEL II
Madrid, que se encuentra en plena expansión industrial. En 1941 entra en servicio el Segundo Depósito Elevado en Plaza de Castilla, el más moderno de la época y de 28 metros de altura.
Los años 1944 y 1945, especialmente secos, sin lluvia y con los embalses prácticamente secos llevan a Canal a crear un nuevo embalse en el Lozoya, el embalse de Riosequillo. Ya en los años 60, el crecimiento de Madrid es imparable, y supera ya los 2 millones de habitantes. Este crecimiento inesperado supone para Canal un punto de inflexión para tomar decisiones a largo plazo para garantizar el abastecimiento de agua a toda la ciudad y a los municipios de la provincia a los que ya abastecía también. El principal proyecto es la construcción de la presa de El Atazar, la joya de la corona, con 134 metros de altura y una capacidad de embalsar 426 hectómetros cúbicos de agua. Se inaugura en 1972 y con este embalse el abastecimiento de la región se da por asegurado.
En 1977 Canal se transformó en una empresa pública dependiente del Ministerio de Obras Públicas, con patrimonio propio, administración autónoma y plena capacidad de obras. Dos años después, a Canal se le añadió un nuevo cometido: la depuración de las aguas residuales. En 1983 entra en servicio el primer Centro de Control de las instalaciones, un servicio único en España y uno de los más importantes del mundo. Un año más tarde, en 1984, pasa a depender de la recién creada Comunidad de Madrid.
Canal de Isabel II se ha convertido en una de las empresas punteras de la gestión del ciclo integral del agua. Una empresa que mira hacia el futuro verde de la Comunidad de Madrid y que tiene como objetivo de convertir la región en la primera Smart Region a través de su apuesta por la eficiencia energética y la energía verde.
La Fundación Canal
Hace 20 años, en el umbral de un nuevo siglo y coincidiendo con el 150 aniversario de la primera traída de aguas a Madrid, Canal de Isabel II decidió reforzar su compromiso con la sociedad mediante la creación de la Fundación Canal, una organización sin ánimo de lucro que contribuyese a mejorar la vida de las personas y la salud de nuestro entorno, haciendo accesible el conocimiento al mayor número de ciudadanos.
La Fundación Canal trabaja para una misión doble: la generación de conocimiento y el fomento del cuidado del agua. Dos décadas después de su creación, la Fundación ha contribuido a plasmar este compromiso en centenares de actividades sobre innovación, medio ambiente y cultura. A lo largo de esta andadura, mediante programas de investigación y la divulgación, ha ayudado a Canal de Isabel II a promover un uso más eficiente y sostenible del agua entre la ciudadanía. Desde entonces, millares de personas han participado en las actividades de la Fundación.
Para complementar la exposición
PUBLICACIÓN
La muestra se acompaña con la publicación Clifford. Vistas del Madrid de Isabel II, editada por la Fundación Canal y diseñada por Bruno Lara (This Side Up). En ella se puede apreciar a doble página y a página completa una amplia selección de las fotografías que forman la exposición. Las imágenes se acompañan de los textos de Javier Ortiz-Echagüe, comisario de la muestra, en los que profundiza y amplía la información de la exposición sobre Charles Clifford, la fotografía de mediados del siglo XIX y los relevantes cambios que experimentó el Madrid de la época con especial atención a la construcción del Canal de Isabel II, que posibilitó la llegada del agua a Madrid y su entrada en la modernidad. La publicación se completa con la lista integral de obra expuesta.
EXPOSICIÓN TAMBIÉN EN FORMATO VIRTUAL
Además de las visitas presenciales, la Fundación ofrece la posibilidad de visitar la exposición online. Para ello se ha puesto en marcha un site que permite hacer una visita virtual 360º interactiva por la exposición y detenerse y apreciar desde su ordenador o dispositivo móvil todas y cada una de las obras que la componen, así como los textos explicativos que completan la muestra y su llamativo montaje.
Exposición. 17 dic de 2024 - 16 mar de 2025 / Museo Picasso Málaga / Málaga, España
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España