Descripción de la Exposición
El sociólogo estadounidense Zygmunt Bauman construyó la idea de "modernidad líquida" desde mediados del siglo XX. Esta categoría sociológica le sirve para definir la sociedad actual. El teórico enfatiza en la fugacidad y el cambio constante por encima de la permanencia y las estructuras sólidas de la tradición, la modernidad y la Historia. Dicho concepto profundiza en el hecho que la sociedad contemporánea globalizada ha dinamitado el sistema estático, y la transitoriedad se ha adueñado de todos los campos en los que se desarrolla el ser humano, así como el diálogo de éste con "el otro" (de extraño a extraño). Esta tendencia al cambio incesante conduce a la inconsistencia de las relaciones humanas en todos sus ámbitos (el afectivo, el laboral, etc.), y también a la inconsistencia y escasa perdurabilidad de los escenarios en los que dichas relaciones se producen: la ciudad. Así pues, según Bauman, la transitoriedad se erige como soberana tanto en la vida como en los espacios, generando una angustia existencial y una incertidumbre en la que los cambios son cada vez más rápidos, explotando así una realidad líquida.
Richard Sennett definía la ciudad como el?asentamiento humano en el que los extraños tienen probabilidades de conocerse?. Afín a las teorías de Bauman, se asimila la urbe contemporánea como un lugar donde todo fluye, cambia, se desborda y jamás mantiene su forma, un espacio en el que se desarrolla la sociedad hiperacelerada, repleta de variaciones constantes. Los elementos y los escenarios que conforman la ciudad como un todo, son desechados rápidamente para, después, ser sustituidos con gran celeridad y, en ocasiones, ser olvidados.
La fluidez esbozada a partir de las ideas de Bauman y Sennett y su vinculación en el escenario contemporáneo por excelencia (la ciudad) nos lleva a reflexionar sobre la idea de la ciudad líquida. Podemos concebir como tal las urbes que han dejado de atarse a una forma sólida o estática que las defina. Son aquellas que van diluyendo su identidad en un panorama globalizado. El ritmo vertiginoso que las altera y modifica, hace que se dé una ruptura de la concepción del espacio y el tiempo. Como consecuencia, se advierte la deconstrucción de los lugares que generan el todo urbano, así como también de los elementos que los conforman. Este proceso conduce a la imagen de una ciudad impersonal en algunos aspectos y en muchos de sus espacios, tanto en lo físico como en su esencia.
La exposición recoge cuatro modos de representar la ciudad. Las reflexiones sobre la "modernidad líquida" sirven para conectar a los cuatro artistas presentados, quienes conversan sobre la dimensión urbana, los lugares de flujo constante o los rincones marginales en los que el tiempo parece detenerse. Si bien es cierto que las teorías presentadas sintéticamente no son abordadas de un modo directo y claro por los cuatro pintores (con esto tampoco decimos que se desmarquen de ellas), consideramos que el concepto de ciudad líquida los relaciona de una manera especial y, por ello, lo desarrollamos como hilo conductor de la muestra sobre el que reflexionar. Observando sus planteamientos pictóricos en un mismo espacio expositivo se establece un diálogo entre ellos que parece perseguir un mismo objetivo: plasmar la atmósfera de una ciudad que se construye y destruye con celeridad sea por el motivo que sea: del uso al desuso, mediante la destrucción, a través la modernización, por el juego de contrarios marginalidad - hegemonía, etc. El cambio constante de las estructuras urbanas producido por la vida moderna genera un interesante y atractivo resultado estético. En las cuatro firmas, el ser humano ha pasado y se ha ido para a veces luego volver o, en muchos casos, tan solo ha dejado un rastro, una huella que permanece en el espacio de manera atemporal.
De todas las partes de la ciudad líquida, destacamos los “no-lugares”, definidos por el antropólogo francés Marc Augé. Es una de las temáticas desarrolladas en la exposición. Se trata de lugares de tránsito y de flujo constante, lugares que son abandonados por los actores urbanos rápidamente y en los que, a duras penas, se da la interacción. Sin duda, esta categoría de espacio urbano invade y prolifera las ciudades de la contemporaneidad. El transporte público, las carreteras, los parkings, cualquier rincón marginal y de paso que conforma la urbe, los aeropuertos, las habitaciones de hotel son “no-lugares”. En ellos, la conexión entre extraños es prácticamente nula y, cuando se establece, casi siempre es puntual, simplificada y limitada, y se ejecuta de un modo artificial y mecánico. La fugacidad de la experiencia en estos espacios y el vacío de casi cualquier tipo de subjetividad, dotan a los “no-lugares” de impersonalidad, según Bauman, Augé y otros teóricos afines.
No obstante, la fugacidad generada en el plano urbano y el desarrollo de la ciudad está presente desde el siglo XIX. Personalidades como Edgar Allan Poe, Oscar Wilde o Charles Baudelaire reflexionaban al respecto. Para ellos, la fugacidad no implica soledad e impersonalidad únicamente, sino que representa un modo de interrelacionarse en el mundo moderno, donde la apariencia y la máscara son esenciales para que se dé la conexión que apuntábamos anteriormente: de extraño a extraño. Son mecanismos que construyen y definen quienes somos a ojos del que nos observa tan solo un instante fugaz en un lugar de tránsito. Así, aunque estos espacios de flujo pueden ser entendidos como lugares despojados de cualquier identidad e historia, ya sea de historia general (?Historia? en mayúsculas) o de historias o relatos particulares, no siempre es así. Y es que en ningún caso deben asimilarse como parte de una sociedad necesariamente fría y apocalíptica, pues son escenarios en los que también se generan encuentros y desencuentros cargados de personalidad, conexiones que, aunque casi siempre fugaces, pueden estar dotadas de calidez y dejar rastros únicos.
Exposición. 31 oct de 2024 - 09 feb de 2025 / Artium - Centro Museo Vasco de Arte Contemporáneo / Vitoria-Gasteiz, Álava, España