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Chicago. Impediré que el viento salga

Exposición / Tabacalera Promoción del Arte / Embajadores, 51 / Madrid, España
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Cuándo:
13 jun de 2013 - 25 ago de 2013

Inauguración:
13 jun de 2013

Comisariada por:
Antonio J. Sánchez Luengo, Begoña Torres González

Organizada por:
Tabacalera Promoción del Arte

Artistas participantes:
Raúl Urbina

       


Descripción de la Exposición

Una exposición fotográfica con la que se inaugura La Fragua, un nuevo espacio de Promoción del Arte en Tabacalera. En ella, Urbina plantea una serie de cuestiones sobre la imagen preconcebida que tenemos de las ciudades, mostrándonos una Chicago oculta, alejada de nuestra idea de esta gran metrópoli, centrada en rincones inexplorados, personajes comunes, paisajes periféricos y visiones mágicas. OpenPhoto 2013.

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Chicago. Impediré que el viento salga de Raúl Urbina, muestra una Chicago oculta, alejada de nuestra idea tradicional sobre esta gran metrópoli, centrada en rincones inexplorados, personajes comunes, paisajes periféricos y ensoñaciones mágicas. Captada mediante instantáneas cotidianas, se nos revela la faceta menos conocida de Chicago, marcada por el aspecto tremendamente dinámico del devenir urbano. Los protagonistas, no son ni las personas influyentes, ni su arquitectura icónica y placemaking, si no los ciudadanos comunes, de diversa tendencia y condición social y los espacios y lugares que contribuyen a codificar la visión oculta de la ciudad, su cara B, que fomenta el carácter heterogéneo de esta gran urbe.

 

Esta forma de observar lo cotidiano, reivindica una historia o historias marginales, en la que las cosas, los edificios, las personas, los interiores, a pesar de que parezcan estar sometidos a una situación de inmovilidad y de aparente silencio, se constituyen en realidad en verdaderas redes hablantes.

 

Y aunque es verdad que una imagen puede valer más que mil palabras, también lo es que, estas fotografías de Chicago, conservan un potencial narrativo, que yace en los rastros que la vida cotidiana ha ido dejado en los espacios urbanos.

 

Porque, como dijo W. Benjamín, 'habitar significa precisamente dejar rastro', estas imágenes intentan captar el lugar de los gestos cotidianos, el día a día y sus rituales. Tratan, en definitiva, de retener algo meticulosamente, de conseguir que algo sobreviva, dejar en alguna parte un rastro, una marca, un signo o algunos signos.

 

Así, el trabajo de Urbina se desarrolla a partir de unos planteamientos racionales iniciales, donde la cámara o el resultado formal fotográfico no es el único objetivo final, sino un medio para conseguir establecer una narración abierta, repleta de diferentes puertas interpretativas: la reivindicación de lo real, entendido como red de relaciones y la ciudad como objeto fundamental de investigación y práctica artística.

 

Hemos nacido y crecido en ciudades, respiramos en ciudades y, como bien decía George Perec en su increíble libroLa vida, instrucciones de uso: 'No hay nada de inhumano en una ciudad, como no sea nuestra propia humanidad'

 

Ese territorio urbano, aparentemente caótico, es una síntesis organizada de las cosas, objetos, personajes, historias; es una reunión de todos los fragmentos de la ciudad, donde cabe todo, donde se relaciona todo, pero donde todo es relativo; es en realidad una metáfora del mundo.

 

Raúl Urbina es de esa clase de hombres que colecciona sus propios sueños y todo aquello que nunca se mira, porque estamos, o creemos estar, demasiado acostumbrados a verlo; es decir, lo infraordinario, el ruido de fondo de cada instante de nuestra cotidianeidad. No parece en absoluto una aventura desdeñable, ni tampoco inútil. Se trata de saber ver, de obligarse a ver con sencillez. Descubrir un ritmo interior en la actividad urbanística, los coches, la circulación, las vías del loop, el paso de los trenes, las personas.... descubrir un trozo de ciudad, deducir evidencias. La gente de la calle, ¿de dónde vienen, a dónde van?¿quiénes son?,.... pequeñas historias, en las que, realmente, no pasa nada. Una mínima partícula de existencia.

 

Es el espacio cotidiano y familiar de nuestro hábitat urbano el que adquiere, a través de estas fotografías, estatus y categoría de protagonista, el que se convierte en objeto de elucubración. Pero, para ser capaz de captarlo, es necesario tener 'el valor' de ir en su busca, es necesario dejarse llevar, sin brújulas o planos; perderse en la ciudad sin miedo, sin prejuicios, convertirse en un andarín, mimetizarse, pasear, callejear.... Es evidente que Urbina se atreve, le gusta ir a la deriva, no anda a toda prisa, sabe bien qué mirar, dejándose atrapar por un rostro, un recuerdo, una emoción.

 

Parece que se esfuerza por imaginar, con la mayor precisión posible, bajo la red de calles, el embrollo de cloacas, el paso de las líneas del metro, la proliferación invisible y subterránea de conductos (de electricidad, gas, conducciones de agua del Chicago River, líneas telefónicas, etc.), que fluyen como la propia ciudad y sin las cuales sería imposible la vida en la superficie.

 

Fuera, quizás en Chinatown o en Ukranian Village, puede que brille un poco el sol y, en algunos cafés, casi vacíos, los habituales del barrio se reúnan alrededor de las mesas; puede que un viejo dormite detrás de la barra, mientras la camarera limpia la cafetera.... Se diría que el destino de algunos de estos espacios es permanecer allí, expectantes, a la espera de que, en cualquier momento, un desconocido como Raúl irrumpa en ellos.

 

Algunas fotografías, aunque elaboradas con gran sencillez de medios, recuerdan a un relato cinematográfico de cine negro, con sus efectos de luces y sombras. Otras tienen tratamientos formales más propios del documental, donde parecen haber prendido los argumentos sociales y se caracterizan por la aproximación directa a la realidad y la aparente espontaneidad de las composiciones.

 

Muchas escenas tienen algo de surrealistas, una sensación enfatizada por la irrealidad de los lugares reales y de los hombres que los habitan, y que se consigue mediante la utilización de los ángulos no neutros de los encuadres -oblicuos y picados- que acentúan la sensación de extrañeza. Algunas tienen una composición escenográfica, donde la escenificación es evidente: la aparición de los cuerpos entre las sombras, las sugerencias narrativas, los escenarios vacíos de figuras humanas, como campos de soledad, la sobriedad de las formas. En otras ocasiones, son las cosas más cotidianas -como unos mugrientos urinarios- las que resultan, sin embargo, extrañas, esencialmente siniestras.

 

Un importante núcleo de imágenes recogen distintos lugares de la 'Terminal City', es decir de la ciudad periférica que, ahora, se convierte en protagonista y cuya soledad contrasta con el down town (Loop) y su aglomeración humana.

 

Recorrer una ciudad, surcarla, nunca será algo más que conocer unas áreas, vestigio, escalofríos de aventuras de las que nuestra memoria solo guardará unos detalles. Más allá de aquellas estaciones y de esas carreteras, de los montones de piedras y montones museos y de obras de arte, lo único que quedará, quizás, serán las siluetas de los árboles perfiladas en la cima de una colina, en un suburbio del sur, en los alrededores del Calumet River y, junto a todo ello, inmediato y tangible, el sentimiento de la concreción del mundo. Lo hostil, lo gris, lo anónimo, lo feo. Realmente se trata de lugares despersonalizados, peligrosos y marginales desde un punto de vista social y urbano, donde campa a sus anchas la suciedad, la fealdad y el abandono. Aunque también es verdad que podemos vislumbrar en estas sintéticas fotografías de los arrabales, de los suburbios de la E53rd St., W63rd St. y E130th St. algo realmente bello, que nos lleva a reconocer que, las afueras, tienen una fuerte tendencia a dejar de ser afueras.

 

· Al final de la sala, a ambos lados de la pared, como si miraran al visitante para contarle sus secretos, se dispone una potente galería de retratos. Son rostros que asoman abruptamente en primer plano- inequívocas identidades; amplio repertorio de seres humanos que circulan por la ciudad- y que parecen mostrarnos los estados psicológicos y sentimentales de los distintos sujetos. La metrópolis americana como receptáculo de los sueños que, en muchos casos, acaban frustrándose.

 

La nostalgia se refiere, como todos sabemos, a la falta de casa, entendida esta, no tanto como lugar físico, sino como dimensión de una memoria que ya no existe. En la actualidad, este sentimiento de lejanía y malestar se identifica con una ausencia de vínculos entre el individuo y la sociedad, con la ausencia de tradiciones, con la ausencia de un pasado y de una memoria común. Es una nostalgia que no se refiere a nada en particular, sino más bien a un sentimiento de añoranza, de desplazamiento.

 

Estos rostros tan humanos, ponen al descubierto la deshumanización de ese entorno, en el que el hombre ha perdido un protagonismo que siempre hubiera debido conservar, y que convierte a todos los habitantes del planeta en nómadas de sí mismos, de tierra y lugar, de tradiciones y modos del habitar, en nostálgico exilio permanente.

 

- Al otro lado de la pared, cuando ya retornamos para salir de la sala, impresiona la enorme fotografía con la imagen de una simple escalera de bajada al Chicago River, cerca de Madison Street, en pleno centro de la ciudad. Itinerarios que pasan y recorren distintos lugares, caminos que conducen de un sitio a otro, encrucijadas, vacías, negras... y aunque sabemos que todo es espacio u ocupa un espacio, la teoría de los agujeros negros ha demostrado que el vacío también ocupa su lugar, junto a lo demás... el lleno/vacío es la dinámica de un espacio siempre en transformación. Es un resumen perfecto, aquí no hay tiempo, ni personas, ni multitudes, ni movimientos, ni aceleraciones, es algo que parece que siempre ha estado ahí y en lo que nunca se fijaría un turista al uso que tratara de reconstruir la ciudad y sus experiencias en ella a través de unas cuantas fotografías.

 

Porque Urbina es un fotógrafo inusual, que utiliza la cámara como punto de partida para establecer sus particulares investigaciones poéticas sobre el territorio que habita el ser humano. Sabe ver y descubrir aquello que no se esperaba, lo que no se imaginaba, que no es, ni lo grandioso, ni lo impresionante, ni siquiera es lo lejano, lo extranjero...al contrario es, más bien, lo familiar recobrado, un espacio casi fraternal.

 

Hacer el inventario de lo que vemos. Mirar lo que ocurre cuando la ciudad se para... Piedra, cemento, cristal, asfalto, muchedumbre ¿hormiguero? Desconocidos, monumentos, un mundo petrificado en el que solo podemos acumular sin tregua preguntas sin respuestas.

 


Imágenes de la Exposición
Raúl Urbina

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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