Descripción de la Exposición
Chagall. Un grito de libertad presenta por primera vez la obra del gran artista ruso en el marco del complejo contexto histórico y biográfico que determinó su existencia. Las dos guerras mundiales, la persecución nacionalsocialista al pueblo judío y el exilio son, sin duda, los acontecimientos que más marcaron al pintor, y su obra se hace eco de la postura que adopta ante tales circunstancias.
Impulsado por un fuerte compromiso sociopolítico de cariz humanista, el trabajo de Marc Chagall (1887-1985) se ofrece desde esta nueva perspectiva que muestra su pintura como un conmovedor testimonio de su tiempo; un tiempo cuya convulsión sigue estando presente en el nuestro.
BIOGRAFÍA
Nacido en 1887 en Vítebsk (en la actual Bielorrusia) como Moshe Segal, Marc Chagall fue el mayor de nueve hermanos. Desde pequeño recibió una educación judía tradicional.
En 1906 comienza su formación artística con Yuri Pen, en la escuela de dibujo y pintura de su ciudad. Un año después viaja a San Petersburgo, donde asiste a la Escuela Imperial de Dibujo para el Fomento de las Artes. Continúa sus estudios en San Petersburgo hasta que en 1911 marcha a París, y allí se impregna de las modernas tendencias artísticas europeas. A través del poeta Guillaume Apollinaire, conoce a Herwarth Walden, fundador de la galería Der Sturm de Berlín, donde el pintor celebra en 1914 su primera exposición individual con 240 obras. El estallido ese año de la Primera Guerra Mundial, cuando se encuentra de visita en Rusia, le obliga a permanecer en el país los siguientes ocho años.
En 1917, tras la Revolución de Octubre y el ascenso al poder de los bolcheviques, obtiene el estatus de ciudadano ruso de pleno derecho después de años de discriminación por su origen judío. Un año más tarde, Anatoli Lunacharski, Comisario del Pueblo para la Educación, invita a Chagall a fundar la Escuela Popular de Arte de Vítebsk y lo nombra Comisario de Bellas Artes de la ciudad. A la escuela son invitados como docentes artistas de la talla de El Lissitzky o Kazimir Malévich. Este último, que gana adeptos tras promover el arte abstracto frente a la figuración, sustituirá a Chagall en la dirección de la institución.
En el verano de 1920, Chagall se traslada a Moscú. Es invitado a realizar la decoración del Teatro Nacional Judío de Cámara de Moscú (GOSEKT) y participa activamente en la vida artística judía. Abandona definitivamente Rusia en 1922 y, tras pasar unos meses en Berlín, se instala en Francia un año más tarde.
En 1931 asesora la creación del Museo de Arte Judío de Tel Aviv y pasa casi tres meses en Palestina. Con la llegada al poder del régimen nazi en Alemania, sus obras son descolgadas de los museos del país y tres de ellas se presentan en la exposición Arte degenerado en 1937, año en el que el artista obtiene la nacionalidad francesa. El estallido de la Segunda Guerra Mundial y la invasión alemana de Francia extiende la represión antisemita en el país, por lo que finalmente, en 1941, emprende su camino al exilio en Estados Unidos.
En 1948 regresa a Francia y recibe importantes encargos para realizar escenografías teatrales, ilustración de libros, pinturas y obras monumentales entre las que se cuentan vidrieras para distintos lugares. A partir de este momento trata de transmitir un mensaje de paz a través de su obra. Durante las últimas décadas de su vida se le dedican destacadas exposiciones en el Musée National d’Art Moderne de París o en la Fondation Maeght de Saint-Paul-de-Vence, y en 1973 se inaugura en Niza el Musée National Marc Chagall para albergar el ciclo de diecisiete cuadros del Mensaje bíblico. Marc Chagall fallece la noche del 28 de marzo de 1985 en Saint-Paul-de-Vence, donde está enterrado.
CLAVES
Testigo de su tiempo. La obra de Marc Chagall refleja constantemente los acontecimientos políticos y sociales que le tocó vivir; es su testimonio pictórico, que, unido a sus escritos, permite abarcar la actualidad del momento y tener una visión de la compleja historia del siglo XX. Las obras que realiza en los años veinte y treinta están impregnadas del clima de tensión y antisemitismo que invadía Europa. El deber de recordar y testimoniar para que «la barbarie» no vuelva a producirse está también en el centro de su producción de posguerra. Buen ejemplo de ello es El éxodo, que rememora la huida de Egipto del pueblo de Israel, una alegoría de la expulsión de los judíos de Alemania y de la Shoah.
Vítebsk. A caballo entre Rusia, Francia y Estados Unidos, los distintos lugares en los que vivió Marc Chagall no borraron sino que acrecentaron el amor y la nostalgia que sentía por su ciudad natal. A lo largo de su trayectoria, tanto Vítebsk como la comunidad judía allí asentada aparecerán bien como protagonistas, bien como fondo de sus composiciones. Chagall parte del lubok —ilustración tradicional rusa— y de la imaginería popular para conjugarlos con distintos motivos de su familia y su tierra natal. En su obra representará no solo Vítebsk, también al tratante de ganado, al barbero, a los músicos itinerantes, a los mendigos o al rabino errante inclinado sobre la Torá. Igualmente, se representa a sí mismo y a su esposa Bella en escenas que simbolizan el eterno desarraigo y el desamparo, al tiempo que la esperanza indefectible.
Crucifixiones y calvarios. En 1912, Chagall pintó por primera vez un calvario cuyo protagonista era un Jesús judío, y no cristiano, que llevaba un talit o paño de oración alrededor de las caderas en lugar del paño blanco y la corona de espinas. También, por primera vez, el artista identificó el sufrimiento de este Cristo con el de toda su comunidad. No fue el único pintor en representar un Cristo judío, pero sí será el primero en repetir este mismo motivo una y otra vez, al menos a partir de 1938, tras la «noche de los cristales rotos», para expresar el dolor por la persecución nazi a su pueblo. Para el pintor, estas representaciones son muestra no solo de una actitud filosófica y espiritual, sino también de una postura política y de una voluntad de restablecer la verdad ante lo que está aconteciendo.
Luftmensch. Es habitual, a partir de 1910, encontrar en las pinturas de Chagall distintos personajes voladores o suspendidos en el aire. Ya sean animales o individuos, se trata de seres volantes que, en su condición viajera de un lugar a otro sin permanecer en ninguno de forma estable, se relacionan íntimamente con el proceso de desarraigo y exilio que el propio Chagall sufrió a lo largo de su vida.
Estos motivos se han identificado con lo que se conoce como el Luftmensch, una palabra yidis que en sus orígenes designaba a un soñador, alguien con la cabeza en las nubes, desprovista de raíces; imágenes, en definitiva, del cuestionamiento de la identidad. El violinista verde u Hombre-gallo sobre Vítebsk, por citar dos ejemplos, encarnarían así al propio artista como expresión del deseo vital de superar las fronteras y los límites impuestos.
EXPOSICIÓN
A lo largo de su vida, Marc Chagall atravesó algunos de los acontecimientos más traumáticos del siglo XX, entre ellos, las dos guerras mundiales, que le obligaron a experimentar el desarraigo y la migración, condición encarnada por las figuras que pueblan tantas de sus pinturas. Desde su infancia en Rusia, donde nació, pasando por Francia, Alemania, Palestina y Estados Unidos, hasta su vuelta a Francia después de un exilio de siete años, la exposición que presenta Fundación MAPFRE hace un recorrido cronológico y temático por su obra tomando en consideración la postura del artista ante las convulsiones del siglo que le tocó vivir.
En un desafío a los preceptos de sus raíces judías hasídicas, que restringían la representación de imágenes tridimensionales para evitar la tentación de idolatría, Chagall emprendió su carrera de artista muy temprano. Quizá fue esa restricción uno de los motivos por los que su pintura se mantuvo siempre en el terreno de la representación figurativa —a pesar de verse influido durante su estancia parisina por algunos de los movimientos más importantes de las vanguardias históricas como el cubismo, el fovismo o el futurismo—, al tiempo que se inundaba de elementos mágicos y ensoñaciones fantásticas, que le permitían huir de una realidad difícilmente asimilable. Marcada por las vicisitudes vitales, su obra se mueve en un mundo entre lo real y lo imaginario, mostrando, sin embargo, el hondo compromiso de su autor con el hombre y sus derechos, con la igualdad y la tolerancia entre los seres.
Chagall. Un grito de libertad incide así en algunas de las cuestiones que más preocuparon al artista desde un novedoso punto de vista. El trabajo de archivo y la profunda labor de investigación que se han realizado para este proyecto buscan abrir caminos a una nueva lectura de la obra de Chagall y poner de manifiesto su fe inamovible en la armonía y la paz universal, mediante el establecimiento de miradas y diálogos cruzados con la historia que se estaba escribiendo.
Con un recorrido que supera las ciento sesenta obras, la exposición presenta, además, como novedad, un conjunto de más de noventa documentos, en su mayoría inéditos, procedentes del Archivo Marc e Ida Chagall. Asimismo, podrá contemplarse, por primera vez, una selección de los escritos del artista en yidis, su lengua materna, en la que expresaba preferentemente sus compromisos políticos y humanistas.
La muestra cuenta con el apoyo de importantes instituciones y colecciones particulares internacionales, entre las que figuran las siguientes: Fondation Marguerite et Aimé Maeght, Saint- Paul-de-Vence; Philadelphia Museum of Art, Filadelfia; Solomon R. Guggenheim Museum, Nueva York; Tel Aviv Museum of Art; The Art Institute of Chicago; Centre Pompidou. Musée National d’Art Moderne / Centre de Création Industrielle, París, o Musée National Marc Chagall de Niza.
La exposición ha sido coorganizada por Fundación MAPFRE, La Piscine - Musée d’Art et d’Industrie André-Diligent, Roubaix, y el Musée National Marc Chagall, Niza.
IDENTIDADES PLURALES: EL ARTISTA MIGRATORIO
Dentro de la obra de Marc Chagall, el género del autorretrato ocupa un lugar relevante. El primero del que se tiene constancia, fechado en 1907 y que podemos contemplar en la exposición, sienta las bases de una práctica que cambió poco a poco con el tiempo, pues el artista fue elaborando sus autorretratos a medida que iba construyendo su identidad. Se retrataba casi siempre con rostro juvenil, a menudo pintando frente al caballete o con la paleta, y con una mirada que interpela al espectador. En otras ocasiones, su autorretrato queda oculto y aparece en un lugar inesperado del lienzo, en medio de una iconografía más elaborada. A menudo utiliza para representarse distintos alter ego, como el ángel, el gallo, el asno, el macho cabrío o la cabra. Es el caso de Buenos días, París, La carretera de Cranberry Lake o El ángel de la paleta. Estas identidades híbridas están íntimamente ligadas a las experiencias de la migración y el desarraigo, pues con ellas el artista busca un mundo interior estable, un anclaje y una protección ante los acontecimientos externos que sacuden su vida y su obra.
RUSIA. PRIMERA GUERRA MUNDIAL
En mayo de 1911, gracias a una beca, Chagall se traslada a París. En la capital se relaciona con artistas como Fernand Léger, Amedeo Modigliani, Alexander Archipenko o Chaim Soutine, y experimenta con los preceptos del cubismo y del futurismo. También entabla amistad, entre otros, con los poetas Blaise Cendrars, Max Jacob, André Salmon y Guillaume Apollinaire.
El estallido de la Primera Guerra Mundial le sorprende en Rusia, adonde había vuelto en 1914 movido por la esperanza de encontrarse con Bella, con la que contrae matrimonio al año siguiente; finalmente, permanece en Rusia hasta el final del conflicto. Entre las obras que realiza durante este período destaca la serie de dibujos a tinta china que plasman la dramática realidad de la guerra: la marcha de combatientes y a los soldados heridos. En pinturas como El vendedor de periódicos o La gaceta de Smolensk, el artista profundiza en la representación de las vivencias cotidianas de los habitantes de su ciudad natal durante la contienda, alejándose del tono más lírico de sus características composiciones.
RUSIA, ESE PAÍS QUE ES EL MÍO
En un poema de los años cuarenta, Chagall escribió: «Solo es mío / El país que está dentro de mi alma / Entro en él sin pasaporte / Como en mi casa». Ese «país» era su ciudad natal, Vítebsk, que el artista tendrá siempre presente a lo largo de su trayectoria. En sus pinturas incorpora figuras familiares y personajes de la vida popular y campesina de su juventud, imágenes de su shtetl (comunidad judía), con los campanarios y las cúpulas de las iglesias, las colinas e isbas nevadas y las orillas del río, el Dviná, como se muestra en La casa gris.
En 1917, Chagall acoge con gran entusiasmo la revolución bolchevique. Un año más tarde, el Comisario del Pueblo para la Educación, Anatoli Lunacharski, le nombra Comisario de Bellas Artes de la región de Vítebsk. Tras realizar los decorados para la celebración del primer aniversario de la Revolución de Octubre, se vuelca en la fundación de una escuela popular de arte y un museo, entidades de las que será director. El enfoque es el de la enseñanza libre y el estudio de todas las corrientes artísticas del momento, y en este desempeño el arte hebreo descubrirá su modernidad. En mayo de 1920, tras acaloradas discusiones, Kazimir Malévich sustituye en la dirección de la escuela a Chagall, que se marcha a las afueras de Moscú; allí traslada su labor docente a la colonia de huérfanos de los pogromos de Malájovka, en la que desarrollará su compromiso educativo y pedagógico a lo largo del año 1921.
LA MODERNIDAD YIDIS. EL TEATRO NACIONAL JUDÍO DE CÁMARA DE MOSCÚ
En noviembre de 1920, Chagall fue invitado a colaborar con el Teatro Nacional Judío de Cámara de Moscú (GOSEKT) por su director, Alexis Granowsky. Recién trasladada a Moscú desde su sede anterior en Petrogrado, esta institución era el vehículo de un enfoque escénico revolucionario, en el que todas las obras se interpretaban íntegramente en yidis, lengua de los judíos originarios de la Europa central y oriental. Para las paredes del teatro, Chagall realizó siete paneles sobre el tema de la proyección universal de las artes y la modernidad yidis: la Introducción, largo friso de más de siete metros, cuatro alegorías de las artes (La danza, El teatro, La música y La literatura), El amor en escena y El banquete de bodas.
Estos paneles que decoraban el interior del teatro, de los que se presentan en la exposición varios estudios preparatorios, formaban una obra integral que llegó a conocerse como «la cajita de Chagall». La interacción entre los decorados, los actores y el vestuario constituía un espectáculo de arte total. El artista pintó también un telón, que no se conserva, y su colaboración con el teatro se completa con la creación de bocetos para los decorados y el vestuario de las obras Mazeltov, Los agentes y La mentira, de Sholem Aleijem, interpretadas por Solomón Mijoels como actor principal.
LA MODERNIDAD YIDIS. LETRAS, PALABRAS E IMÁGENES
El escritor y dramaturgo judío Isaac Leib Peretz, considerado uno de los autores clásicos en lengua yidis, se convirtió, desde comienzos del siglo XX, en mentor de la renovación de esta lengua y su cultura. Tras la Revolución de octubre de 1917, este renacimiento cobró empuje; el yidis llevaba en sí el ardor de toda una generación de artistas judíos, así como sus esperanzas de asistir al nacimiento de un nuevo mundo.
A esta renovación contribuyó a partir de 1918 la Kultur Lige, una asociación nacida en Kiev que desempeñó un papel de primer orden en la difusión de la cultura yidis y alentó la ilustración de libros por parte de artistas de vanguardia, desde el interés por modernizar la cultura judía, siempre en una dicotomía entre tradición y modernidad. A partir de 1920, Chagall participará como miembro de la sección de arte de la Lige y durante estos años colaborará en un gran número de publicaciones en yidis, como el libro de poemas Troyer [Luto], del escritor Dovid Hofstein, o las revistas literarias Shtrom Heftn [La Corriente] y Khaliastra [La Banda].
NO SON TIEMPOS PROFÉTICOS
Tras pasar una temporada en Berlín en el verano de 1922 junto con su esposa Bella y su hija Ida, Chagall y su familia se trasladan en otoño de 1923 a París, donde retoman el contacto con amigos artistas e intelectuales como Ambroise Vollard. El marchante le encarga al artista la ilustración de algunos libros, entre los que se cuentan Las almas muertas de Gógol y las Fábulas de La Fontaine, una de las obras clásicas de la literatura francesa. Este encargo será el origen de una importante oleada de críticas basadas en el origen ruso de Chagall y que suponen un síntoma más del ascenso del antisemitismo en casi toda Europa. El 21 de septiembre de 1925, en una carta dirigida al crítico de arte Leo Koenig, el pintor escribe: «el tiempo no es profético, reina el mal».
Durante estos años, antes y después de su viaje a Palestina en 1931, Chagall realiza una serie de retratos de rabinos y personajes portando la Torá que traslucen la incertidumbre ante el destino de un pueblo amenazado.
LA PINTURA COMO ACTO MILITANTE
En 1933, tan solo unos meses después de que Hitler hubiera ascendido al poder, el partido nacionalsocialista quemó, en una ceremonia pública y tras llevarlo en procesión por la ciudad de Mannheim, la pintura de Chagall El rabino. Se hacía real la amenaza al pueblo judío que el artista llevaba años anunciando, tal y como se puede ver en otras obras de estos años entre las que se encuentran Soledad o El buey desollado.
A su llegada al poder, el partido nazi puso en marcha en Alemania una política cultural basada en la «purificación» del país. Una de las manifestaciones de esta persecución que se hicieron más populares fue la exposición Entartete Kunst [Arte degenerado], inaugurada, en su primera edición en Múnich, el 19 de julio de 1937. Se presentaban setecientas treinta piezas de un centenar de artistas, muchos de ellos judíos, entre los que no faltaba Chagall, con la intención de mostrar de forma pedagógica la «putrefacción» del arte moderno y la de sus autores, culpables de un atentado contra la germanidad y la cultura del pueblo alemán.
Si bien en un primer momento, y a pesar de la situación, el artista se resistió a abandonar Francia, las noticias llegadas desde Alemania lo llevaron a replantearse su decisión. Así, en 1941, gracias a la intervención del periodista Varian Fry y del Emergency Rescue Committee, Chagall zarpó de Marsella rumbo a Lisboa para sumarse después al grupo de artistas exiliados en Nueva York.
A LOS ARTISTAS MÁRTIRES: ESCENAS DE LA GUERRA Y CRUCIFIXIONES
El 21 de junio de 1941, Marc y Bella Chagall se instalaron en el número 4 de la East 74th Street de Nueva York; daba comienzo un largo período de exilio. Durante este tiempo, la conciencia política de Chagall frente a las atrocidades cometidas contra el pueblo judío se manifiesta de modo más intenso si cabe, tanto por medio de su participación en diferentes asociaciones como a través de la representación de los horrores de la contienda en obras como La guerra.
Uno de los motivos que más reiteró Chagall en sus obras de estos años, casi como si de una obsesión se tratara, fue el de la crucifixión. Cristos crucificados sin otra indumentaria que el talit (paño blanco de oración) alrededor de las caderas, representados como el símbolo del sufrimiento del pueblo judío, en respuesta de la llamada «noche de los cristales rotos», ocurrida en 1938. En estas imágenes, trágicas y violentas, se condensa todo el miedo del artista exiliado, que asistirá desde el otro lado del Atlántico a la devastación de Europa. Obra clave de este momento es el tríptico Resistencia, Resurrección y Liberación —que Chagall realiza a partir de una obra anterior titulada Revolución—, en el que se fusiona el simbolismo político y el religioso.
HACIA LA LUZ
A su vuelta a Europa en 1948 desde Estados Unidos, Chagall se instala en Francia, a orillas del Mediterráneo. Se embarca entonces en una serie de proyectos monumentales en torno al tema de la paz, como las vidrieras para la sinagoga del hospital Hadassah de Jerusalén (1962) o los tapices y mosaicos para la Knéset, el Parlamento israelí, en la misma ciudad (1967). Durante este período, el artista se erigió en el mensajero de una paz que es la esencia también de sus proyectos de vidrieras para la sede de las Naciones Unidas en Nueva York (1963-1964) y la capilla de los Cordeleros de Sarreburgo (1974-1976).
El pintor recurrió de nuevo a la Biblia para difundir mensajes de cariz más político, sin dejar de propugnar una espiritualidad y una paz universal. Este retorno se plasmó en los diecisiete cuadros del Mensaje bíblico (1956-1966), donados a Francia en 1966 para la creación del actual Musée National Marc Chagall de Niza, primer museo dedicado a un artista vivo.
El permanente diálogo que Chagall había iniciado en los años cincuenta entre técnicas diversas — como la escultura, la cerámica, la vidriera, el tapiz y el mosaico— le permitió explorar distintos materiales que le servirían para preparar su obra más monumental. Pero este diálogo también le ofreció la oportunidad de experimentar con otro tipo de técnicas, como el collage, al que no había vuelto desde los años diez. Dentro de este proceso de creación múltiple, el collage le sirvió para preparar obras de gran envergadura, como las ya citadas maquetas de las vidrieras para la sinagoga Hadassah (1960-1962), inspiradas en las doce tribus de Israel, y también los estudios de pinturas entre las que se encuentran El homenaje, Huida a Sils Maria / Maternidad / Sobre el gallo alado o los bocetos para La caída de Ícaro. En todas estas obras, el collage y sus texturas brindan a Chagall la posibilidad de crear una visión lúdica, de gran viveza y luminosidad, que transmite alegría y, más que nunca, la urgencia de vivir.
CATÁLOGO
El catálogo que acompaña a la exposición cuenta con un ensayo de Ambre Gauthier, comisaria de la muestra junto a Meret Meyer, así como de otros destacados autores: Grégory Couderc, Sofiya Glukhova, Itzhak Goldberg, Nathalie Hazan-Brunet, Tamara Karandásheva, Evgenia Kuzmina y Bella Meyer. Este conjunto de textos profundiza desde distintas perspectivas sobre las implicaciones sociopolíticas de la obra de Chagall, mostrando a un artista irremediablemente unido a los convulsos acontecimientos que le tocó vivir. Además de reproducciones de todas las obras expuestas, la publicación incluye una selección de cuarenta y tres documentos de archivo en su mayoría inéditos. Editado por Fundación MAPFRE en castellano, el catálogo cuenta asimismo con una edición en francés bajo el sello de Gallimard.
Exposición. 19 nov de 2024 - 02 mar de 2025 / Museo Nacional del Prado / Madrid, España
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España