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César Paternosto. Pintura: la visión integral

Exposición / Guillermo de Osma / Claudio Coello, 4 - 1 izq. / Madrid, España
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Cuándo:
02 feb de 2010 - 26 mar de 2010

Inauguración:
02 feb de 2010

Organizada por:
Guillermo de Osma

Artistas participantes:
Cesar Paternosto
Etiquetas
Pintura  Pintura en Madrid 

       


Descripción de la Exposición

Selección de una treintena de obras realizadas entre 2008 y 2009

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LOS BORDES DEL CUADRADO o del rectángulo (que evocan la ventana o el espejo) constituyen la condición necesaria para la existencia del cuadro como tal. Señalan un recorte en el horizonte de las cosas que se abre a un espacio de otro tipo.

 

La mirada de Paternosto cae sobre el centro del lienzo como una gota de disolvente en agua grasa. Y la pintura escapa en todas direcciones. Se concentra en los bordes y pegada a ellos marca los límites, los subraya intermitentemente con gruesas bandas de color.

 

Estos bordes son un requisito que en la pintura moderna ha tenido un carácter tan conceptual como pictórico. Porque la pintura acontecía en su interior, empujándose y empujando, como púgiles en el cuadrilátero o danzarines sobre el escenario. Lo importante sucedía ahí, dentro, y exceder los límites era sinónimo de derrota o error.

 

No siempre fue así. En los tiempos en que 'se inventó' el cuadro, a lo largo de todo el siglo XVI, abundan los marcos pintados. Como si la pintura tuviera dificultades para establecer las fronteras con la realidad y necesitara redoblar su carácter ilusionista. Y encontramos también alacenas y puertas pintadas, que funcionan como encuadre, y tienen la misión de hacer realidad lo pintado, de dotarlo de verosimilitud.

 

Paternosto, al concentrar la pintura en los bordes, valga la contradicción, deja en medio un espacio en blanco, que sin embargo sigue siendo pintura. Centro huido, evaporado, centro como intervalo de silencio en lugar de como nota. Bien es verdad que lívido, bien es verdad que no más expresivo que una máscara mortuoria. Pero como ésta, cargado de presagios y memoria, de lo que fue y de lo que pudiera haber sido.

 

Cuadros con el centro vacío. Insistente y furiosamente vacío, encalado, como si estuviera castigado por su excesivo protagonismo.

 

Cuadros que son nietos de los de Mondrian, hijos de los de Barnett Newman. Con semejantes parientes no sorprende que en los cuadros de Paternosto la pintura haya hecho las maletas y se haya ido. Que abandone la escena o al menos su lugar preeminente. Culmina así la empresa que la familia emprendió muchos años antes. Pues una vez destrenzados los matices del color para quedarse con los hilos primeros, una vez reducida a plano la ilusión de volumen y a literalidad toda simbología, sólo quedaba ya empacar el pigmento de la forma más discreta y quedarse esperando en los bordes. En los bordes y, ya fuera de toda lógica -o no, dadas las imprudencias realizadas- rebasarlos y ocupar los cantos.

 

Si los bordes son, decíamos, un elemento metapictórico, los cantos son la miseria de la pintura. El sustento material prescindible del límite imprescindible del formato. Pero al pintarlos, lo que siempre fue objeto se ha convertido en cuadro. Aún es más, la mayor parte del cuadro está ahora en lo que antes era un enojoso rastro de realidad en la gran ficción de la pintura.

 

La rejilla del collage inaugural de Picasso sirvió para mostrar la planitud del cubismo. Frente a su alterada volumetría, la rejilla afirmaba: 'todo lo demás está pintado, sólo yo soy real'. Paternosto, frente a todas las ilusiones espaciales de siglos de pintura confiere a sus cuadros una tercera dimensión real: todo espesor está pintado, sólo yo soy real.

 

Y parece mentira que esta innovación genial ya la intuyeran los apolillados académicos franceses. En el Dictionnaire des Arts et des Sciences de la Academia Francesa publicado en 1694, 'tableau' era tanto la 'obra de pintura sobre una tabla de madera, cobre o sobre tela' como 'en la base de una puerta o de una ventana, la parte del espesor del muro que aparece tras el umbral'. Así pues, el hueco no sólo vale para atravesar la pared y ofrecer a la vista el otro lado, sino también para hacer accesible el espesor del muro y convertir su interior en exterior.

 

Si recordamos la metáfora de Alberti del cuadro como ventana, yo aconsejaría a los espectadores, como se hacía en los trenes de antaño, que 'no asomen la cabeza por la ventanilla' y en cambio se fijen en los bordes, porque ahora esa zona anónima y estéril es tan o más interesante que el paisaje que se ve al otro lado.

 

Encuentro asombroso que la pintura todavía nos depare sorpresas y que un cuadro pueda seguir siendo más que un cuadro.

 


Imágenes de la Exposición
Cesar Paternosto, Cuarteto Rojo y Negro lateral, 2009

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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