Descripción de la Exposición Estoy seguro de no exagerar ni un ápice si digo que Luis Caruncho es una de las personalidades más completas y positivas del arte contemporáneo español. Efectivamente, este coruñés de pura cepa integra la formación del arquitecto, la audaz inventiva del experimentador y el tenaz entusiasmo -competente y juicioso- del promotor cultural. Pocos podrán exhibir tan brillante ejecutoria, por añadidura cumplida con armónica coherencia entre sus distintos aspectos. Situación y aspiración Ahora hablaremos un poco del Caruncho pintor. Dejando aparte otros factores coadyuvantes, al hablar de Caruncho han de aparecer inevitablemente varios nombres emblemáticos: Alexander Rodchenko, Vladimir Tatlin, Kasimir Malevich, Piet Mondrian, etc., lo cual quedó claramente explicado por el propio Caruncho en un ilustrativo texto (Vicisitudes del plano), escrito el año 1975 y publicado en 'Arteguía» (Madrid, marzo 1986). Allí quedaba puesta de relieve su relación con las vanguardias de raíz constructivista, supremista o neoplasticista, la parte más rigurosa y sobria del arte no representativo. Como es bien sabido, estas diversificadas orientaciones habían sido algo más que meros 'documentos' de una coyuntura histórica. Respondían al funcionamiento de los sistemas perceptivos y a su tendencia estructuradora, hasta convertirse en factores simbólicos de índole a la vez experimental y espiritual. Su resumen era lo geométrico en cuanto visualización lógica de nociones abstractas. Pero el sereno esplendor de la geometría, tan accesible al tipo de sensibilidad que se supone ha de poseer un arquitecto, estaría condenado a luchar contra corriente ante los auges irracionalistas y sus mitologías, fácilmente asimilables por los circuitos galerísticos. Dicho de otra manera: el arte sin anécdota debía ocupar un rango secundario en las relaciones de oferta y demanda, compartiendo ese territorio con episodios tan significativos como los pertenecientes a la inestable estirpe del arte contemporáneo, hasta la llegada de los planteamientos post-modernos y de los subproductos efímeros de la transvanguardia. Quiere esto decir que, entre los productos mercadológicos y la insolidaria situación espiritual tan claramente dominante desde la última guerra mundial, la voluntad artística de Caruncho y de su parentela geometrizante, ha debido poseer no poca firmeza para mantener viva la experimentación como fermento esencial superviviente contra viento y marea. Absurdo contrasentido, precisamente cuando las directrices de nuestra civilización están marcadas por la ciencia y técnica, aventuras medularmente experimentales. Por consiguiente, la tenaz investigación de Caruncho (tensiones y armonías en el plano, estados de quietud y de virtual dinamismo, realidades del espacio y simbolizaciones del tiempo, proyecto y proceso, formas en reposo e impulsos expansivos, elementos modulares y búsquedas en la escala exacta que exige cada configuración, etc.) es por su propia naturaleza, una propuesta de ordenada libertad, una aspiración vertida hacia el futuro, un remedio contra la ansiedad. Algo que se llama esperanza, lo que, según François ]acob (El juego de lo posible, Barcelona, 1982) 'da sentido a nuestro vivir' ofreciendo 'la perspectiva de lograr transformar algún día el mundo presente en un mundo posible que parezca mejor'. Palabras que debe a Peter Medawar, cuando decía que 'la investigación científica siempre empieza por la invención de un mundo posible, o de un fragmento de un mundo posible' ¿Acaso lo que se investiga en un cuadro no puede ser aceptado como uno de tales fragmentos? Desarrollos geométricos para espacios lúdicos Al menos en un punto, se asemejan los procesos científicos y los de cualquier arte. Tal coincidencia se refiere a cuanto hay de imprevisible, indeterminado o aleatorio en los caminos conducentes a cualquier resultado. Ya hemos visto lo que decía Jacob (tal vez sea oportuno recordar que fue Premio Nobel en 1965). Ahora, quizá convenga traer a colación lo que declaraba Arthur Kornber ('El País', 9 junio 1990), Premio Nobel con Severo Ochoa, cuando decía que la 'investigación científica de la naturaleza humana es un arte' y que,'el misterio es lo que inspira al artista y al científico'. Es decir: estamos en el terreno de lo aleatorio, con lo cual nos hemos situado a un paso del juego. De ese modo, los desarrollos geométricos, los eventos procesuales que no tienen apriorísticamente un resultado ineluctable, pueden estar directamente relacionados con el 'horno ludens', con el hombre que juega produciendo y con el hombre que contempla o 'habita' una propuesta geométrica incorporada a las formas del ambiente humano. También Huizinga ('Homo ludens', Madrid, edición de 1968), al entender el juego como fenómeno cultural, pudo afirmar que 'el moderno aparato de publicidad, con una crítica artística y literaria, con exposiciones y conferencias, propende a aumentar el carácter lúdico de las manifestaciones artísticas'. Sin embargo, esta especie de atribución de intrascendencia no nos interesa demasiado ahora. Lo que importa, en el caso que estamos considerando, es la capacidad del objeto creado para generar bienestar, serenidad o estímulos, lo que en ocasiones se llamó 'goce estético' y lo que algunos consideramos 'enriquecimiento de la experiencia estética'. Con lo cual, la actividad denominada 'arte' reingresa, incluso sin pretenderlo, en la controvertible esfera de función social. Experimentación, proceso y proyecto Mientras Caruncho -con algunos contados héroes- ha mantenido incólume su tenacidad investigadora durante años, se fue fraguando desde los sectores mercadológicos, una auténtica ofensiva contra la investigación. Tan curiosa campaña (no ajena al intento de controlar el comercio internacional de la pintura), hizo decir a Jean François Lyotard (Revista de Estética, nº 7, Buenos Aires 1988) que 'por doquier se nos invita a terminar con la experimentación, en las artes y fuera de ellas'. Naturalmente, en España no faltaron los papagayos que creyeron ponerse 'a la última' repitiendo el tópico, más o menos adornado según el caletre de cada 'pensador'. El hecho, a todas luces perteneciente a la frágil fenomenología de las modas, no carecía de significado cultural de cuanto apuntaba contra la línea de flotación del mundo moderno, el surgido de la industrialización, el iluminismo, la creencia en el progreso de la ciencia, la fe en los avances tecnológicos y cosas por el estilo. Intervenía, con el espíritu de los mercaderes, en el gran debate sobre la revisión de la Modernidad, cosa que solamente mencionamos ahora para contextualizar un fenómeno de 'resistencia' que en este caso personifica Luis Caruncho. Tratándose de las artes plásticas, se ha de partir necesariamente de la fusión entre la idea germinal y el repertorio operativo. Se realiza el trabajo en el que el 'homo faber' propicia la puesta en marcha de un proceso a la vez creativo crítico e investigativo. Se trata, pues, de un arte de 'procesos' -según señalaba el propio Caruncho en 1979- conducente a la definición del proyecto. Tales procesos, por su naturaleza aleatoria, empiezan con la noción del 'homo ludens'; son, como declara su autor, desarrollos geométricos para un espacio lúdico que pueden comenzar en el cuadro y terminar en el urbanismo. Hay, pues, una proyectización que responde a un impulso utópico, aunque no se proponga enseñar el conjunto estructurado característico de visiones utópicas. Pero el arte -cualquier clase de arte-, como el pensamiento y la fantasía, llega a ser un faro, una referencia, una guía orientadora. Lo cual me trae a la memoria la hermosa intuición de Ángel Ferrant cuando, aludiendo a la 'escultura infinita', nos invitaba a 'jugar con seriedad'. ¿Por qué? Pues porque, según señalaba Argan en su luminoso ensayo Progetto e destino de 1964, 'la supervivencia del arte en el mundo de mañana, cualquiera que pueda ser, depende solamente del proyecto que el arte de hoy hace para el arte de mañana'. ¿Y para qué? Pues para evidenciar, una vez más, que ahora podemos organizar o desbaratar el espacio, pero a sabiendas de que el tiempo, la otra dimensión de la existencia, solamente puede ser el gran desafío del futuro. Que éste sea habitable o inhóspito, dependerá de muchas cosas, pero entre ellas estarán sin remedio las aventuras experimentales, el rumbo de los procesos y la elevación de los proyectos. Así, a fin de cuentas, el sueño del 'homo ludens', que tan brillantemente nos propone Caruncho, solamente sobrevivirá, si es que sobrevive, al amparo de la ética y de los riesgos asumidos en su nombre.
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España