Descripción de la Exposición
Retrospectiva dedicada al pintor Carmelo Ortiz de Elgea (Vitoria-Gasteiz, 1944) compuesta por cerca de medio centenar de piezas que ofrecen un repaso a la práctica totalidad de la carrera de este artista, caracterizada por su particular visión de la figuración y el paisaje, expresada preferentemente en grandes formatos. La muestra, comisariada por Javier Viar, director del Museo de Bellas Artes de Bilbao, se divide en seis secciones que atienden a otras tantas etapas de su trayectoria.
Volcado en sus inicios, a comienzos de los años cincuenta del pasado siglo, en una pintura de paisaje de signo expresionista, Ortiz de Elgea fue un pintor precoz y autodidacta. En sus primeras obras estuvo influido primero por el paisajismo de la Escuela de Madrid, sobre todo por la obra de Benjamín Palencia, y después, por el informalismo abstracto y la pintura matérica de Antoni Tàpies.
A mediados de la década de los sesenta se interesó durante un tiempo por el pop art, del que adoptó una paleta de colores planos y brillantes, así como el uso de elementos tipográficos, de collages fotográficos y de imágenes procedentes de la figuración cartelista. Por esa época, en 1966 fue uno de los miembros fundadores del grupo Orain de artistas alaveses de vanguardia.
Tras esta etapa, y ya a finales de esa década, su pintura se concretó en una figuración original, muy imaginativa y con referencias autobiográficas, con personajes de distinta morfología y escala que se mezclan en un espacio ajeno a las leyes de la perspectiva.
En 1973 dio un nuevo giro a su trayectoria y comenzó a hacer una pintura abstracta estructurada en grandes planos de color que configuran una especie de paisajes, a medio camino entre el naturalismo y la geometrización, en los que ha desaparecido toda referencia a la figura humana. Esta etapa fue breve porque a comienzos de los años ochenta Ortiz de Elgea regresó a la figuración, incluyendo en su obra paisajes más o menos esbozados y abstracciones a menudo derivadas de acciones pictóricas aleatorias. Incluyó también imágenes de su entorno cercano o procedentes de sus numerosos viajes.
Éste es el registro en el que Carmelo Ortiz de Elgea se ha mantenido desde entonces, centrando sus intereses pictóricos en su vocación primera por la relación entre la figura y el paisaje, en un mundo de enorme energía creativa regido por el color y por el gesto pictórico, que fluctúa entre la imaginación y los referentes propios del artista.
CARMELO ORTIZ DE ELGEA. RETROSPECTIVA (1963-2016)
Carmelo Ortiz de Elgea (Vitoria-Gasteiz, 1944) es un artista de recursos técnicos tradicionales, cuya capacidad para el color, así como la libertad de dibujo y pincelada, le han permitido desarrollar numerosas posibilidades estilísticas. Se ha definido a sí mismo como pintor de paisajes y comenzó su carrera de forma precoz y autodidacta a comienzos de los años cincuenta influido primero por el paisajismo expresionista de la Escuela de Madrid y, poco después, por el informalismo y la pintura matérica de Tàpies. En 1966 fue uno de los miembros fundadores -con Juan Mieg, Joaquín Fraile y Alberto Schommer- del grupo Orain de artistas alaveses de vanguardia y su obra entró por un tiempo en la órbita del pop art. Tras esta etapa trabajó una figuración de colorido brillante en donde los personajes se entremezclan en un espacio libre de referencias. En 1973 comenzó a hacer una pintura abstracta de grandes planos de color que configuran extensos paisajes, entre naturalistas y geométricos, de los que ha desaparecido toda referencia a la figura humana. Fue un episodio breve, pues a comienzos de los años ochenta regresó a una figuración a la que, en lo esencial, se ha mantenido fiel hasta nuestros días.
Esta exposición repasa toda la trayectoria de Ortiz de Elgea y explica su conexión con algunos de los movimientos plásticos del siglo XX a través de una selección de las piezas más destacadas de su producción.
OBRAS TEMPRANAS (1963-1968)
La infancia y juventud del pintor transcurrieron en Aretxabaleta, cerca de la capital alavesa, en un entorno rural y en contacto directo con la naturaleza. Sus primeras obras reflejan de forma directa y expresiva el paisaje de montes, caseríos y llanuras abiertas que le rodeaban. Después, a comienzos de los años sesenta, adoptó el colorido de los paisajistas de la Escuela de Madrid, en especial de Benjamín Palencia, y fue cargando los lienzos de materia pictórica, haciéndolos, además, menos naturalistas y descriptivos. Estas obras desembocan en una serie de pinturas abstractas dentro del informalismo en donde junto al óleo emplea otros elementos, como ocurre en Gesto entre esferas. A mediados de los años sesenta incorpora algunos de los recursos estilísticos del pop art, entre ellos, las imágenes procedentes del cartelismo o la técnica del collage.
FIGURAS CON PAISAJE (1968-1971)
Hacia 1968, y durante unos pocos años, la figura humana protagoniza la pintura de Ortiz de Elgea. Por entonces realiza una serie de grandes paisajes de intenso cromatismo en donde, eludiendo la perspectiva, aparecen personajes de todo tipo. El resultado es un mundo libre y abigarrado en el que introduce la fantasía, el humor y el erotismo. En El baño un grupo de bañistas desnudas en torno a una laguna componen una escena clásica que, sin embargo, se ve alterada por la presencia, al fondo, de un hombre con boina. Contemplación del paisaje está centrada en un personaje desnudo sentado que mira abstraído hacia lo alto, como si fuera Adán en el Paraíso interrogándose por el sentido del mundo.
ABSTRACCIÓN SOBRE EL PAISAJE (1973-1978)
Durante unos pocos años Ortiz de Elgea realiza una pintura abstracta en la que organiza el espacio a partir de estructuras geométricas y grandes planos de color que crean el efecto de extensos paisajes aéreos. Los primeros cuadros, que recuerdan al cubismo sintético, van a ir evolucionando hasta hacerse cada vez más abstractos y expresionistas, como la serie de gran formato agrupada en esta sala que sugiere paisajes tormentosos donde cielo y tierra se confunden.
REGRESO AL PAISAJE (1980-1987)
A comienzos de los años ochenta realiza una obra experimental en busca de nuevas formas expresivas, que da como resultado pinturas como Charol, aún abstracta, o Animal herido, donde reaparece el interés por volver a un paisaje identificable. En esta época recupera el uso de la perspectiva con elementos que hacen reconocible el espacio, como un camino o la línea del horizonte. Además, el encuentro casual en su estudio de los primeros paisajes pintados en su adolescencia le anima a recuperar una relación directa con la naturaleza.
PAISAJE CON FIGURAS (1983-2008)
En las obras aquí reunidas el paisaje predomina sobre la figura. En Personaje atravesando el bosque o en Contraluz (Korres) las figuras han perdido su carácter individual y aparecen como sombras o espectros. En El vigía un personaje aislado sobre un mástil o una columna se recorta sobre un extenso panorama. En Bilbo I, que forma parte de una serie sobre el desmantelamiento industrial sufrido por Bilbao en los años ochenta, una sombra humana se integra, como testigo perplejo, en el paisaje industrial. En otros cuadros, como La distracción de la carabina, parejas o tríos de personajes son tratados como maniquíes inanimados.
PAISAJES RECIENTES (2000-2016)
Muchos de los paisajes de Ortiz de Elgea se sitúan en la frontera de la abstracción, aunque hayan sido realizados a partir de bocetos tomados frente al motivo, como ocurre en Flores-fuego, Paisaje asturiano o La maraña, donde la aglomeración de motivos vegetales crea una imagen casi irreconocible. Pero en sus obras recientes hay también espacio para los paisajes figurativos, algunos de ellos producto de los numerosos viajes del pintor, como Cabañas de pastor en California, realizado a su regreso de una estancia en Reno (Nevada), o El manglar, pintado a partir de un boceto tomado del natural en Guatemala.
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España