Descripción de la Exposición La escultura, sobre todo la monumental y la situada en la Naturaleza, por su propia esencia desarrolla una gran fuerza telúrica, mucho más en una tierra como el País Vasco y Navarra, donde la presencia de lo escultórico es total, especialmente por la proyección y el apego a la tierra de dos creadores de la talla de Chillida y Oteiza. Al igual que en otros lugares lo pictórico está más presente, aquí parece que la tierra se confabula con la escultura en una especie de hibridaciones misteriosas para dar a luz nuevas formas y nuevas lecturas. El trabajo de Carlos Ciriza es heredero de esta tradición, lógicamente, pero también lo es de sus propias inquietudes, de sus estudios y de sus viajes por diferentes países, de donde ha recogido no solo su amplio bagaje cultural, sino su manera de acercarse a la escultura y de analizar y producir formas que transmitan un contenido. Como fruto de esa formación y de esa presencia de la tierra, el entorno en el que trabaja influye poderosamente en su obra, en la selección de los materiales y en la manera de abordar las formas. Siempre en relación con el poder de Tierra, estas formas de la escultura de Ciriza llaman a lo totémico y monumental, desarrollando un lenguaje de vanos y macizos en los que la luz, el aire y el paisaje son protagonistas, muchas veces, junto con la propia obra. Tanto si son obras de pequeño o mediano formato, como si son piezas más monumentales, para el exterior, la obra de Ciriza entreteje lecturas menudas e íntimas, que contrastan muchas veces con lo rudo de los materiales y lo potente de las formas. Hay obras en que esta presencia y herencia de la tierra de la que hablo es bien evidente por la utilización de formas y materiales sacados directamente de las labores del campo o de la fragua. Con ellas, como en otros casos diferentes, elabora sus reflexiones sobre el color, el espacio, el volumen y el vacío. En su trabajo hay momentos en que se imponen las líneas geométricas puras y el espacio como realidad mensurable, mientras que en otros, son inquietudes de otra índole, como la dimensión frente a la Tierra e incluso una simbología de tipo trascendente. De esta forma de abordar la escultura nace una fuerte relación entre obra y autor, una tensión de fuerzas agresiva y poética en un mismo tiempo, que se comprende mucho mejor a la luz de la Historia del Arte reciente, especialmente de la escultura del País Vasco.