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En el verano del pasado 2006, la Kutxa Caja Gipuzkoa San Sebastián acogió en su espacio KUBO una atractiva exposición de escultura, bajo el expresivo título "Hitza zizel/zizela hitz – El cincel y la palabra", alusivo a la relación entre la escultura y el libro, propuesta experimentada en diversas ocasiones, pero novedosa entre nosotros.

La comisaria de la exposición, Sally Radic, logró reunir una buena parte de los mejores escultores del siglo XX, Pierre Alechinsky, Bessompierre, Anthony Caro, Eduardo Chillida, Salma El Mousfi, Hans Erní, Gottfried Honegger, Koldobika Jauregi, Peter Klasen, Nami Kozu, Anne Madden, Xabier Mascaró, Miquel Navarro, Hans Spinner, Antoni Tàpies, Manolo Valdés y Jan Voss, garantizando con su participación una muestra de gran talla artística.

La presencia de Hans Spinner, maestro de la terracota y autor de ... más de 400 libros escultóricos, invitaba a la participación de otros artistas internacionales que aprendieron de él el dominio de la tierra chamota y su obsesión por los libros como protagonistas del hecho escultórico, añadiendo una nueva visión y una forma de aproximación diferenciada a la tradicional del libro, asociado exclusivamente a la escritura. Los artistas que más han trabajado junto a Spinner en su taller de Saint-Paul-de-Vence, entre los presentes en esta exposición, son: Hans Erní (1909), Gottfried Honegger (1917), Antoni Tàpies (1923), Antoni Caro (1924), Eduardo Chillida (1924), Pierre Alechinsky (1927), Anne Madden (1932), Jan Voss (1936), Peter Klasen (1938), Nami Kozu, Bessompierre (1949), y la poetisa Salma El Mousfi (1967), es decir, los 11 artistas extranjeros participantes en la muestra, además de nuestros Tápies y Chillida, que también aprendieron a dominar la terracota junto al maestro Spinner al comienzo de los ochenta del pasado siglo.

Los 13 artistas citados, a excepción de Antoni Tàpies, que trabaja el bronce, utilizan la tierra cocida como materia para la elaboración de sus propuestas escultóricas. El resto de artistas participantes, los españoles Xabier Mascaró, Miquel Navarro, Manolo Valdés y Koldobika Jauregi, utilizan el hierro, plomo, madera y madera con hierro, tinta y pan de oro, respectivamente, para esculpir sus libros.

Todos los artistas citados, muestran por lo general una fijación porque sus objetos escultóricos sean visualmente reconocidos como libros; varios de ellos, Alechinsky, Bessompierre, Chillida, El Mousfi, Erní, Klasen, Kozu, Tàpies y Voss, añaden en sus páginas interiores, tapas o lomos, escrituras, signos e ilustraciones a sus esculturas que les acerquen aún más a lo que formalmente representan, un libro en sí mismo. La apariencia formal se hace aún más patente en Manolo Valdés, cuyos títulos de las 3 obras presentadas, "Librería", "Mesa con libros" y "Mesa con libros y figura", hablan por sí mismos. Sólo algunas piezas de Miquel Narvarro, Hans Spinner, Anthony Caro, y muy particularmente las de Koldobika Jauregi, pueden estar un tanto alejadas del libro-escultura, aunque cobran esta dimensión al ser incluidas en la citada exposición.

Las obras de Koldobika Jauregi resultan especialmente diferentes respecto a las de sus compañeros de viaje. Si estos se empeñan en presentar sus objetos con unas dimensiones que se aproximen al tamaño real de los libros, reforzando su aspecto visual, en Jauregi ocurre todo lo contrario, ya que sus obras están concebidas a escalas muy superiores a la de los objetos representados, huyendo de la idea del "libro para ver" en contraposición del "libro para leer" que parece proclamar el título de la exposición. Sus piezas, de tamaño medio para lo que en él es habitual, son esculturas que funcionan autónomamente, pero que tienen la virtud de transformarse en libros y librerías cuando forman parte de la exposición, sencillamente porque fueron concebidas para la misma.

Hay más singularidades en las tres piezas de Koldobika Jauregi, empezando por los materiales que utiliza, madera (tintada o quemada), con ensamblajes de chapas de hierro y toques de pan de oro, materiales habituales en sus esculturas para interior. A excepción de Manolo Valdés, que la usa de manera muy diferente, Jauregi es el único artista presente en la exposición que utiliza la madera, que cobra en sus manos una fuerza expresiva como quizá ningún otro artista logre conseguir en nuestros tiempos, fruto de la continua experimentación con este material desde el inicio de su trayectoria escultórica.

Con todo, las diferencias más remarcables de las esculturas del artista vasco con las del resto de expositores, las hallamos en la esencialidad de sus obras. La liberación formal que comentábamos más arriba, no son sino la respuesta a una obra conceptual, donde el artista deja al descubierto sus reflexiones y los procedimientos escultóricos que les dan vida. Su "Retablo", convertido en este caso en librería deconstruida, su "Libro de las Maravillas", obra abstracta que desprende una gran energía formal y su bloque de madera que titula "Referencia", en alusión al objeto de la exposición, se apartan radicalmente de la retórica y el barroquismo presente en muchas de las obras expuestas, y parecen querer asomarse a la estética minimalista. En este sentido, las obras de Jauregi, de sobrio colorido y limpia ejecución, resultan ejemplares.

Aunque conocíamos bastantes retablos y libros de Jauregi anteriores a los que comentamos, y de hecho habíamos expuesto alguno de ellos en nuestra galería, la inmejorable sensación que nos produjeron estas tres piezas, que destacaban sobre las presentadas por sus famosos colegas, nos inclinó a convenir con el artista, preparar en torno a las mismas la exposición programada para la apertura de la temporada 2007/2008, coincidiendo con el décimo aniversario de nuestros actuales espacios, inaugurados con una exposición de Manolo Millares en octubre de 1.997, al cumplirse el 25 aniversario de su muerte. La exposición debería contener, por tanto, retablos, librerías y libros tridimensionales, junto a piezas de pared, de temática afín a las esculturas.

Coincidiendo con la exposición de Donostia, Koldobika Jauregi estaba depositando 15 enormes esculturas en piedra por las plazas, calles y jardines de Tolosa, un homenaje a la ciudad que en tiempos fuera la capital de Gipuzkoa, al cumplirse los 750 años de su fundación. Monumentales rocas extraídas de las canteras de Lastur y Marquina, roturadas, llagadas, parcialmente pulidas, caligrafiadas, fueron transformadas en piezas singulares, adueñándose de los espacios urbanos intervenidos por el hombre, para reintegrarles un trozo de la Naturaleza. Los signos y símbolos tallados por el artista forman parte de sus reflexiones internas, ofrecidas al observador para ser contempladas más que interpretadas. "Cada vez que decidimos qué es o no es, restringimos nuestra capacidad creadora", ha escrito Koldobika Jauregi.

A este potente conjunto de esculturas monolíticas, el artista lo ha titulado "Kantu ixila", es decir, "Canto silencioso". Probablemente, el silencio es la característica fundamental de toda la obra de Jauregi. Nuestro artista vive y trabaja aislado, rodeado por la Naturaleza, en un hábitat donde se oye el silencio, sólo alterado por el trino de los pájaros, el tintineo del cincel y el golpe seco del hacha. Jauregi es un explorador del medio natural, al que ha convertido en un templo de meditación y de reflexión interior, la fuente de su inspiración. Necesita de la soledad y el silencio para crear sus obras que, por brutales que se presenten, tienen ese aire de quietud y silencio con que fueron engendradas. Siempre.

El canto de los pájaros ha sido evocado por Koldobika Jauregi en otra serie de obras que ha designado "Altzürükü", nombre con el que los vecinos de Santa Grazi (Zuberoa, Iparralde), llaman a canciones tarareadas, sin letra, relativas al halcón y el águila. El acercamiento de estas canciones le dieron pie para comenzar esta serie íntimamente ligada a elementos de lo cotidiano, construida más en base a un tarareo que a un guión premeditado.

Hay un aire de creciente espiritualidad en las realizaciones de Koldobika Jauregi. Hace años que nuestro artista introdujo piezas profanas en el interior de las iglesias, o frente a ellas, dotándolas de un carácter religioso, ascético. Su caligrafía oriental y su simbología nos ayudan a descubrir estelas, retablos, pilas bautismales ó códigos cifrados, que nos acercan a su mundo más intimista. Si las exposiciones anteriores en nuestra galería las titulaba "Alkiza", en alusión a la naturaleza, y "Oro y Negro", una aproximación a la filosofía oriental, la actual se presenta bajo el epígrafe "Barnakanta" - "Canto íntimo", que responde a sus experiencias más personales e intimistas. Esa mirada introspectiva, reflexiva e íntima, dotan a las esculturas de Koldobika Jauregi de una esencialidad ejemplar, despojadas de todo ropaje innecesario. "Trato de explorar rincones cerca de la carencia de todo; de hecho la quietud está ahí, no hay más que asomarse", nos dice el artista.

El Arte, hoy más que nunca, está necesitado de silencio, de reflexión, de soledad, de intimidad. Hay un ruido ensordecedor alrededor del arte, demasiado artificio, excesiva banalidad y grandes dosis de frivolidad, una huida hacia delante, donde sorprender, repugnar o diferenciarse por la estulticia, parecen prevalecer sobre la desnudez esencial de aquellas otras obras de arte que nos invitan a la reflexión. Las esculturas de Koldobika, por el contrario, reclaman para sí la mirada sosegada, silenciosa, reflexiva, intimista y solitaria, la misma que el artista utilizó para su creación.