Descripción de la Exposición
Hay algo así como un sonido de unas escaleras que bajan al agua, cada escalón supone una pausa en esa cadencia. Esta imagen es un umbral líquido que sugiere caminar hacia dentro de ella.
Entrar al agua es introducir el cuerpo en una sustancia que nos compone. Puede implicar sumergirse completamente, caminar desde la orilla hasta estar dentro, o simplemente tocar el agua con alguna parte del cuerpo. Podemos, entonces, meter el cuerpo en un cuerpo de agua. Un cuerpo de agua que ocupa un espacio y que en relación al tiempo nos ofrece un proceso de desgaste lento pero también de desplazamiento de fragmentos. Es posible, por tanto, entrar al agua en un río, un pequeño arroyo, un lago o en el mar por poco tiempo sin deshacernos del todo.
En la práctica del taller es diferente. El agua en este caso opera como lo hace en los materiales del mismo mundo, desgastando y desplazando materia y significados, modelando así los pliegues y concavidades de los objetos. Los fragmentos arrastrados son partes mínimas muy frágiles de volúmenes y grafismos que se van recolocando, reordenando, organizándose de formas diversas. Estos gestos configuran nuevos ecosistemas. Son hallazgos que definen una articulación definitiva de los paisajes acuosos.
El cuerpo en el taller proporciona un encuentro mediado entre el agua y el tiempo. Si el taller es un lugar donde las temporalidades cambian, en este caso el tiempo está suspendido. Las manos crean infiltraciones en procesos que se repiten, sobre materiales que encuentran sus propios límites de humedad y deslizamiento. En estas temporalidades otras, las memorias particulares de la artista se convierten en memorias de todos, en narrativas fluidas que se reconfiguran constantemente.
En el ecosistema húmedo, minucioso y orgánico que nos presenta Marina González Guerreiro, somos visitantes de un proceso que nunca termina. El equilibrio de la sala depende de un ciclo natural de circulación que se encuentra detenido.
Acceder a través del umbral líquido, bajar las escaleras y entrar al agua. Debajo encontramos un espacio indefinido, con los ojos borrosos podemos ver los restos de estructuras frágiles que guardan un espacio quimérico en el que vemos algunos artefactos y lenguajes indeterminados.
Las benditeras, concavidades cerámicas, parecen reposar en espera de un rito suspendido. Un acto doméstico antes o después del sueño que nunca termina de ocurrir. Las conchas, cavidades testimoniales del agua, son, en este ecosistema reorganizado, reliquias sumergidas. En este oratorio anegado encontramos también varios retablos con volúmenes petrificados, que parecen intuir bajo la superficie el fluir de varios recuerdos, o incluso de alguna imagen oculta.
En los azulejos, los grafismos parecen formarse bajo un idioma empapado que nunca se revela por completo. Unas imágenes por fragmentos que al igual que las fichas, se despliegan como una corriente secuenciada de narrativas para esas memorias particulares, que van multiplicándose o erosionándose, según la dirección del viento.
En lo más profundo de este espacio indefinido podemos escuchar algo así como el sonido de unas escaleras que suben del agua a la tierra, una canción de río.
Comisaria de la exposición: Laura Tabarés
Exposición. 13 dic de 2024 - 04 may de 2025 / CAAC - Centro Andaluz de Arte Contemporáneo / Sevilla, España
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España