Descripción de la Exposición ------------------------------------------------------- ------------------------------------------------------- Jorge Rodríguez de Rivera vuelve a su tierra natal como un hijo pródigo, con sus maletas llenas a rebosar de "collages", de composiciones exuberantes, barrocas, tropicales, surrealistas y en el fondo culteranas, llenas de una reflexión profunda sobre lo que es la imagen, esta apariencia fingida de las cosas que de forma paradójica nos dice la verdad del mundo, nos cuenta lo profundo de los sentimientos y de la vida. Yo diría que esta exposición, de título magnífico "Canaryctus", neologismo que empieza y acaba con las dos sílabas de "ca-ctus", este tan omnipresente cactus sobre el cual volveré en conclusión, pero que además contiene en plan irónico y turístico el nombre en inglés de las islas afortunadas "Canary islands", y la terrible palabra francesa y castellana "rictus", esa risa amarga y trágica, lo que nos indica quizás que no hay que olvidar la ironía profunda de la obra, esta exposición pues, se compone de dos series. La primera, que sería como un homenaje a Canarias, representa grandes espacios al aire libre sobretodo de Gran Canaria, lugares de paso como el aeropuerto, los puertos de Las Palmas o del Carmen, la plaza Don Benito, donde el artista, sobre este fondo fotográfico panorámico, dispone de forma surrealista sus "collages" de personajes anacrónicos, salidos de cuadros antiguos, como esta niña con su perrito faldero y su loro en Buenavista en Altavista, o tomados del siglo XIX como esas elegantes que se pasean por el Puerto del Carmen o la plaza de Don Benito, la galería Luroa o esa señorita fortunyana, esa turista del siglo XIX que descansa al pie del Mirador de la Sorrueda, en una atmósfera totalmente costumbrista, con los típicos aldeanos, sus animales y el guiño del chico travieso encaramado sobre el monumento. Así, esos espacios fríos, impersonales como el aeropuerto, los puertos, generalmente llenos de gente, de turistas, se ven por contraste de otra manera, nos damos cuenta de lo inhumano que es la vida moderna ya que la inclusión de nuestras gentiles antepasadas resulta en cierta forma imposible, extraña en ellos. La segunda es más clásica en la obra de Jorge Rodríguez de Rivera, presenta espacios interiores más reducidos, con un fondo negro que permite poner de relieve a los personajes y objetos de colores vivos del primer término, con una gama cromática generalmente caliente y rica. Se trata de una escenificación teatral muy próxima a los bodegones del Siglo de Oro, con la utilización del claroscuro y una estética de la profusión, de la exuberancia formal muy barroca, muy sensual. En varios de los cuadros presentados, el fondo lo ocupa una estantería rectangular, llena de libros, objetos y algún cactus, sobre la cual vienen a recortarse en planos más próximos al espectador otros objetos, estatuas, cupidones o angelitos, animales,muchos pájaros, canarios, periquitos y loros, símbolos tradicionales de la lujuria, y hermosas mujeres vestidas o desnudas, enamoradas a lo divino como Santa Teresa o a lo humano como en el cuadro La Primavera, la estación del amor. Esta serie presupone tanto por parte del emisor como del receptor una buena cultura humanista, el conocimiento del valor simbólico de los objetos, de los emblemas, los libros como fuente del conocimiento y de la fantasía (Cervantes), las cartas, el juego como imagen de la suerte, de la fortuna, los animales como representantes de las virtudes y de los vicios de los hombres (La Fontaine), etc. Pero más allá de estos referentes culturales, simbólicos, lo que maravilla en los "collages" de Jorge es la manera como este mundo disparatado, repleto de cosas, se ensambla, con una serie de superposiciones inverosímiles, con tamaños sin ninguna proporción, como esa hermosa y enorme, comparada con los otros elementos del cuadro, mano masculina recurrente que parece apoyarse sobre el marco inferior de la ventana que es toda pintura, para quizás decirnos que todo lo que vemos es una invención, una fantasía de un cerebro y de una mano que lo ha recortado y ensamblado todo. Lo que configuraría una última "mise en abyme" de una obra que está llena de ellas. En cuanto al cactus sobre el cual Jorge ha escrito un hermoso texto en este mismo catálogo, no me extenderé sobre él, ya que pica, y sólo diré que es un signo evidente de identidad, identidad colectiva de su pueblo y de su tierra, Canarias, y también identidad personal, ya que es un poco como su firma, su logotipo, y además en esta obra al mismo tiempo seria y lúdica como la vida, uno de los juegos visuales divertidos consiste a encontrar, a ver los cactus, a veces muy evidentes, otras escondidos, camuflados.
La leyenda quiere que el collage lo inventase Picasso hacia 1912. Apenas un siglo más tarde, cuando tantas otras disciplinas del arte clásico han sufrido el acoso y trágico derribo precipitado por la horda cosmopolita de incontables escuelas artísticas, devorándose las unas a las otras, el arte del collage no ha dejado de enriquecerse con todas y cada una de las técnicas, artesanías y tecnologías que llegaron y han sido utilizadas por los autores de collages, con una gracia única.
Exposición. 19 nov de 2024 - 02 mar de 2025 / Museo Nacional del Prado / Madrid, España
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España