Camino hacia la libertad es el deseo de miles de personas de vivir libremente. Deseo, más fuerte que el frío de Siberia, que las traiciones de la NKVD y los gulags. Lo relatan las imágenes fijadas por el fotógrafo lituano desde las manifestaciones masivas pacíficas de miles de personas en 1988, evolucionando hacia la cadena humana llamada Vía Báltica, que condujo al restablecimiento de la independencia de Lituania, que exigía vidas inocentes en barricadas humanas, y resultando en la realización final de la libertad con la retirada de las últimas tropas soviéticas en 1993, cuando el último tanque soviético salió de Lituania y de esta manera finalizó la etapa de ocupación.
Romualdas Požerskis es uno de los fotógrafos más reconocidos de Lituania, ganador del Premio Nacional de Cultura y Arte, profesor de la Facultad de Artes de la Universidad de Vytautas el Grande de Kaunas.
Romualdas Požerskis lleva haciendo fotografías desde hace...más de cuatro décadas, sus obras se han publicado en numerosas colecciones y se exhiben en las galerías más importantes del mundo en EEUU, Alemania, Holanda, Japón, República Checa, etc.
Llamado el clásico de la fotografía lituana, Romualdas Požerskis es miembro de la Unión de fotógrafos de Lituania y de la Federación Internacional de Arte Fotográfico (FIAP), entre sus numerosos galardones se halla no solamente el Premio Nacional, sino también la Orden “Por los Méritos a Lituania”.
La exposición de imágenes del fotógrafo lituano Romualdas Požerskis “Camino hacia la Libertad” comprende 16 fotografías, seleccionadas del archivo de 18 000 imágenes en blanco y negro y es dedicada al 30 aniversario del Restablecimiento de la Independencia de Lituania.
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Romualdas Požerskis. Recuerdos.
Las primeras oleadas de libertad me alcanzaron desde Lituania en la primavera de 1988 en los Estados Unidos. Aquí estaba viendo por primera vez hondear públicamente la bandera de Lituania al son del Himno Nacional Lituano. En Chicago, Nueva York y Washington me reuní con los políticos y cultivadores de cultura más célebres. Fotografié a Valdas Adamkus (futuro presidente de Lituania), Stasys Lozoraitis, Bronius Kviklys, Romas Sokodolskis, los mítines lituanos en Chicago, la redacción de la cadena de radio “Amerikos balsas“ en Washington y las celebraciones en el cementerio de San Casimir en Chicago.
En julio de 1988, de vuelta a Lituania, me lancé de cabeza a fotografiar los acontecimientos políticos. La libertad de expresión, la historia de Lituania recuperada, las caras alegres en los mítines multitudinarios, las banderas tricolores hondeando al viento... Miles de personas felices, cogidas de las manos, cantando canciones emotivas. Durante los primeros años, los habitantes de las ciudades pequeñas observaban con miedo y desconfianza los nuevos acontecimientos políticos. Se habían enfrentado durante toda su vida a la terrible brutalidad de la ideología soviética y no creían que Lituania pudiese escapar del abrazo del imperialismo soviético. En sus caras se reflejaba la preocupación. Un acontecimiento seguía a otro: la acción ecológica “Abracemos el Báltico”, la concentración de la élite de los intelectuales lituanos en el encuentro del movimiento de Liberación, la reconstrucción del monumento a la Libertad en Kaunas, el regreso de los presos políticos desde Siberia, la acción “Vía Báltica”, la reconstrucción de los monumentos a los partisanos caídos, los acontecimientos políticos del marzo de 1990 y los mítines en el Parque Vingis.
Los más terribles fueron los días de enero de 1991. Al encender la televisión vi que en Vilnius se inició la ocupación de la Televisión de Lituania. En Kaunas tocaban las campanas y sonaban las alarmas. Sin dudar me apresuré a preparar mi mochila de fotografía. Seleccionando los carretes me sentí como un soldado, aprovisionándome de balas antes del combate. Dejé en casa a mi mujer llorando con los niños pequeños, me subí al coche y fui a toda prisa a Vilnius.
Pasé tres días en el Palacio del Gobierno. De cuando en cuando sonaban las sirenas de las alarmas, avisando que se acercaban los tanques rusos, mientras que los defensores con los cócteles molotov quedaban a la espera de un posible ataque. Los defensores fueron bendecidos por los curas, todos esperaban una muerte inevitable. Esas fueron las horas más horribles de toda mi vida. Los cócteles molotov desprendían olor a gasolina en los pasillos del Palacio del Gobierno, en todas partes había cajas con máscaras antigás. Los defensores estaban concentrados, se ajustaban las máscaras antigás, armados con hachas, palos metálicos y fusiles de caza. Sus miradas nerviosas y sus manos apretando las armas mostraban una gran tensión psicológica, pero al mismo tiempo reflejaban el significado del sacrificio. Los signatarios del Acta de Libertad estaban sentados con abrigos en la sala de reuniones y estaban escuchando noticias del extranjero. Cuando se recibieron noticias sobre los heridos y fallecidos, la sala enmudeció y sentí una ola de terror y miedo. El guardia de seguridad anunció que, en caso de ataque, los signatarios tendrían que saltar por las ventanas al patio interior y se prendería fuego a la sala de reuniones. De madrugada llegó a la sala Vytautas Landsbergis y comunicó que estaba intentando telefonear sin éxito a Gorbachov. Entonces hice una de mis mejores fotografías: Vytautas Landsbergis con el chaleco antibalas, rodeado de guardias armados. Todos comprendieron que esta noche se decidiría el destino de Lituania. Los curas rezaron toda la noche junto con la multitud alrededor del Palacio del Gobierno.
Al amanecer del 13 de enero me dirigí apresuradamente a la morgue. Se llevaron allí a las víctimas de la noche anterior. Se desconocían en ese momento sus nombres. Fotografiaba heridos y cuerpos de jóvenes perforados con balas. Más adelante esas fotografías fueron incorporadas en el expediente del 13 de enero de 1991 como documentos judiciales.
Cuando amaneció, desde el tejado del edificio de enfrente del Palacio del Gobierno, fotografiaba la plaza llena a reventar. La masa humana hacía olas, rugía como un animal herido. Cuando el viento gélido traía nieve, la multitud desaparecía en la ventisca y solamente se oía un cántico: “Lietuva, Lietuva“(Lituania en lituano).
Más tarde fotografiaba a los soldados soviéticos, que vigilaban la torre de televisión de Vilnius y los edificios de la Radio y Televisión de Lituania ocupados. Era extremadamente triste y doloroso fotografiar como los familiares despedían a los fallecidos durante los funerales. La muerte de un ser querido es como una puñalada. Y el precio de la Libertad de Lituania causó un dolor inmenso como el océano.
Durante seis años, desde el inicio del levantamiento masivo de la nación en 1988 hasta la salida del Ejército ruso el 31 de agosto de 1993, se almacenaron en mi archivo cerca de 18.000 imágenes conteniendo esos acontecimientos históricos irrepetibles.
Romualdas Požerskis
Entrada actualizada el el 30 oct de 2020
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