Descripción de la Exposición
La obra de Rossella Biscotti profundiza en la historia material y afectiva de los espacios que habitamos, desgranando sistemas de significación y redes relacionales entre lo humano y lo no humano. Su producción, que combina cine, sonido, escultura y performance, explora el funcionamiento de ecosistemas tan abiertos, cambiantes y polifónicos como los imaginarios colectivos y los soportes por los que se ven condicionados, ya sean narrativos o materiales. La artista vincula el arte con la historia, la arqueología, la antropología, las ciencias ambientales, la geopolítica y el activismo, cuestionando los usos y abusos del poder global y mostrando cuanto vive al margen del discurso oficial.
Para la exposición en Fabra i Coats, Biscotti presenta dos grandes instalaciones que ocupan dos plantas del Centre d’Art: The City, una proyección multipantalla sobre una ciudad neolítica, y The Journey, una obra sonora sobre el Mediterráneo. Cada una de ellas se acompaña de una obra escultórica: Trees on Land, que nos lleva a un cementerio de olivos, y Drifting, que nos adentra en el mar. Ambos pisos están unidos física y conceptualmente por una misma obra que emerge de las entrañas del edificio: A Conductor, un cable reciclado de una central nuclear desmantelada, está conectado a la corriente eléctrica del centro y proporciona electricidad a toda la exposición.
En la planta baja, el yacimiento de The City nos lleva bajo tierra para interpretar, conservar y archivar los restos de una ciudad prehistórica. Pero esto crea un vacío donde no lo había y, a la vez, genera nuevas capas de sentido descontextualizadas (diarios, cajas, datos...). Del mismo modo, las piezas de cerámica de Trees on Land, hechas con ceniza de olivo y arcilla, nos hablan del agujero que han dejado los árboles quemados, la tierra desnuda que queda tras del fuego provocado para contener la propagación de una de las bacterias vegetales más devastadoras del mundo. La excavación como apertura interpretativa se encuentra con la extracción como brecha, una dislocación que manipulamos activamente desde el presente. Lo vemos con A Conductor, un ejemplo de los intereses que puede llegar a esconder un material que la artista reutiliza para reconectar con la sociedad. Biscotti pone de relieve cuestiones tan candentes como la guerra energética, la energía nuclear, la normativa ambiental y el reciclaje, creando un pequeño cortocircuito en la institución artística: la obra se apropia de la energía del Centre d’Art, iluminando y conectando toda la exposición, aquí de forma invisible al público, mientras que arriba aparece como un laberinto de tentáculos. Contra el peso y la opacidad de lo subterráneo, ancestros, raíces y cables son extirpados, trasladados y enterrados de nuevo en un archivo o quemados y convertidos en nuevas representaciones culturales y, por tanto, políticas.
En la primera planta, la narración sin imágenes de The Journey nos sumerge en el mar, ampliando ilimitadamente el rango acústico y metafórico de la roca que constituye el origen del viaje: un bloque de mármol de Carrara de veinte toneladas que la artista hizo cargar en un barco mercante y después de tres días navegando entre Italia, Malta, Túnez y Libia, tiró al mar. Esta parábola relaciona la explotación de las canteras de Carrara con uno de los puntos cruciales que unen África y Europa, por donde pasan y mueren hoy miles de migrantes y por donde han pasado y perecido pescadores y flotas navales de incontables batallas, desde las guerras púnicas hasta la Segunda Guerra Mundial. Dos enclaves naturales, la montaña y el mar, que por acción o inacción humanas viven de la destrucción. Por eso el viaje no es solo el de la roca, sino también el nuestro, siguiendo su recorrido y las implicaciones que apuntan más allá de ella misma. Aquí, las olas del mar son ondas sonoras y electromagnéticas, que nos desvelan todas las texturas de la extracción del mármol o del viaje en altamar (entre señales de radio, pájaros, ventoleras, la vibración de motores o las palabras de marineros y activistas) para anunciar que no hay materia ni paisaje que sea mudo. En la misma sala, sumergida en el vaivén del mar, encontramos Drifting, una serie escultórica que evoca el plancton, un lecho errático de organismos microscópicos que flotan en el fondo marino y uno de los principales productores de oxígeno del planeta. Estos invertebrados hechos de aire soplado y cristal de Murano se entrelazan con los brazos eléctricos de A Conductor en un baile tanto físico como etéreo.
Abajo, la oscuridad y el vacío nos obligan a afinar la vista, a buscar huellas para encontrar las manos de la humanidad y hacernos ver hasta qué punto manipula y transforma el entorno; arriba, en cambio, la luz y la amplificación de lo más indiscernible nos invitan a afinar el oído para reconocer los miles de intereses que nos rodean, y a la vez, para dedicar tiempo y atención a aquello que ha quedado olvidado o relegado al margen. Con este doble ejercicio crítico que nos transporta de lo micro (restos arqueológicos, microorganismos, microhistorias) a lo macro (discursos cientifistas, estructuras de poder, condicionantes materiales) y viceversa, Biscotti nos descubre aquello que normalmente no se ve o no se quiere ver, ya sea porque no es perceptible, porque está intencionadamente invisibilizado o porque queda relegado y minimizado por la indiferencia de una amplia mayoría.
Revelar las políticas de visibilidad para exponer las infraestructuras y sus canales de información invisibles nos permite comprender dos cosas: por un lado, las estrategias de control y el impacto que ejercemos sobre nuestro entorno, es decir, todo aquello que se oculta bajo la aparente superficialidad de estas inabarcables masas de tierra y agua (o ceniza, mármol, vidrio, aire…); y por el otro, cómo damos sentido a lo que nos rodea ignorando el papel activo de la cultura material. Porque entender los paralelismos entre la comunidad que es desenterrada y la que desentierra, entre la acción devastadora de la bacteria y el fuego para combatirla, entre las ondas del mar y las del sonido, entre la energía del plancton y la de un cable reciclado, nos lleva a cuestionar la concepción etnocéntrica que tenemos del mundo en términos de patrimonio, energía o paisaje, pero también de vida y muerte.
Vivir en el mundo implica hacerlo, crearlo. Lo que nos parece un desierto excavado y la inmensidad del mar, nos dice Rossella Biscotti, también es un paisaje construido, que estructura nuestra experiencia y nuestra visión del mundo. La falta de una imagen o perspectiva absoluta que pueda unir la multiplicidad de miradas y voces de estos dos espacios no solo nos sirve para reflexionar sobre la articulación de las sociedades, actuales o pretéritas, sino que facilita nuevas percepciones de nuestra implicación con el entorno. Y si nuestra interacción crea la concepción que tenemos del mundo, también puede cambiarla.
Exposición. 17 dic de 2024 - 16 mar de 2025 / Museo Picasso Málaga / Málaga, España
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España